A Alberto Aliaga, matrón desde hace una década en el Xeral, se le abre la boca de asombro cuando Mercedes Lorenzo y Blanca Nieves Gómez cuentan como, hace 50 años, las parturientas dilataban en salas conjuntas, iban caminando hasta el paritorio, que podían compartir con otra mujer -solo separadas por un biombo- y, allí, la comadrona se hacía cargo de sacar incluso a niños que venían de nalgas, cuya posición solo podía comprobar con sus manos y su latido, con una especie de trompetilla. Algo inconcebible hoy en día. Ellas fueron dos de las primeras matronas que trabajaron en la maternidad con más nacimientos de Galicia, la del hospital Xeral, donde llegaron al mundo 240.000 bebés de Vigo y su comarca. En pocas décadas, esta precaria realidad que recuerdan ha sufrido una evolución vertiginosa gracias a las reformas de instalaciones y los avances tecnológicos. El 3 de septiembre, con el Álvaro Cunqueiro, dará un nuevo paso hacia la mejora de esta atención.

Los primeros paritorios de la, por aquel entonces, residencia sanitaria Almirante Vierna -inaugurada en 1955-, estaban ubicados en la primera planta, donde hoy se aloja Traumatología. Estas insuficientes instalaciones, que parcheaban con tumbonas de madera en los pasillos, se reformaron por primera vez en 1970, periodo durante el que la maternidad se trasladó al Nicolás Peña. La maternidad se trasladó a su espacio actual, en la segunda planta, aunque con diferente distribución. Las mujeres pasaban las horas de dilatación sin la compañía de un familiares, ya que las tres salas de dilatación eran compartidas -de 2, 3 y 4 camas cada una-. En una época donde los maridos tenían dificultades para lograr un permiso en el trabajo, regresaban a sus puertos. Mercedes recuerda que llamaban a muchos a las plantas de Citröen cuando su mujer se ponía de parto. Entonces, ella tenía que acudir caminando hasta uno de los dos paritorios existentes. La ayuda de la ley de la gravedad propició que algún bebé asomara la cabeza -y algo más- antes de llegar.

Antes de que Ginecología se jerarquizara, en 1974, los paritorios se dejaban por la noche en manos de una sola matrona. No había auxiliares y solo se despertaba al médico, en su casa, si había sufrimiento fetal o se requería cesárea. "A veces, la limpiadora me echaba una mano", recuerda Mercedes. Cuando, por oposición, el doctor Marco Angulo se convirtió en el primer jefe del servicio, se amplió la plantilla. Ya eran 6 matronas fijas. Dos por las noche, con un ginecólogo de guardia presencial, para asistir unos 16 partos. En cada turno, había un auxiliar.

La tecnología les permitió grandes avances. Hoy, desde las pantallas instaladas en las 10 salas de dilatación individuales y el puesto central, controlan de forma continua las constantes vitales de todas las parturientas, su actividad uterina y la frecuencia cardíaca del bebé. Hasta que llegaron los monitores, las matronas buscaban el latido del feto a oído y ayudadas por una especie de trompeta de madera y metal, llamada estetoscopio. hacían gráficas sin ordenadores. En 1974, instalaron los primeros y como solo eran cinco, las monitorizaban intermitentemente. "Con ellos se cogía la onda corta de los pescadores", rememoran. Tres años después llegó el primer ecógrafo, con una pantalla muy pequeña y poca definición. Debido a su ausencia en el control preparto, la mayoría de los fallecimientos eran por sufrimiento fetal o malformaciones. Usaban las manos para saber en qué posición venía el bebé. Unas maniobras, las de Leopold, que hoy se siguen empleando, pero que confirman con un ecógrafo.

En aquellos años se empezó a utilizar, de forma experimental, uno de los avances que más ha revolucionado el área de partos: la epidural. "La cambió como de la noche al día. De estar entre gritos a no escucharse nada. Ahora si una mujer se queja, va todo el personal rápidamente", compara la supervisora de partos, Rosa Cogolludo. No fue una implantación inmediata, ni mucho menos. Calcula que, en la última década y media, el porcentaje de aplicación pasó del 40% de las parturientas al 80% actual.

Para Blanca, una de las mayores mejoras fue la llegada de la educación maternal en la década de los 80. "Un paso fundamental. La señora no se descontrolaba porque sabía a lo que venía y conocía la respiración abdominal", explica.

En el área de partos, hoy, trabajan por cada turno, cuatro matronas -una, en urgencia-, tres auxiliares -una en urgencias- y tres ginecólogos de guardia. Las instalaciones, con 10 salas de dilatación individuales, tres paritorios y un hospital de día, son adecuadas. Pero las que estrenarán el 3 de septiembre en el Álvaro Cunqueiro les permitirá seguir progresando. La sala de dilatación y el paritorio se fusionan en una habitación individual -con baño y ducha- de la que la parturienta no tendrá que salir ni para ponerse la epidural. y donde también podrá pasar las primeras horas tras el nacimiento, fomentando el vínculo madre-hijo y la lactancia materna. Son las llamadas Unidades de Trabajo de parto, Parto y Recuperación (UTPR) y Beade contará con 12. Está prevista también la incorporación de una unidad preparto, hoy inexistente, para no enviar a casa a las mujeres que acaban de romper aguas, mientras dilatan lo suficiente. Un nuevo cambio de filosofía.