El abandono de aldeas se frena: bajan por primera vez los núcleos deshabitados

Las entidades vacías en Galicia se reducen a 1.880 | Se cuadruplica en una década la demanda de casas de pueblo y las compraventas suben casi un 7 por ciento

Vista aérea de A Fraga, una aldea en Ourense

Vista aérea de A Fraga, una aldea en Ourense / Cedida

Paula Pérez

Paula Pérez

Las aldeas gallegas renacen y empiezan a atraer población de nuevo. Tras años de decadencia, en los que cada vez se iba engrosando más la lista de pueblos abandonados, Galicia por primera vez frena esta tendencia y consigue reducir la cifra de entidades deshabitadas. En 2023 el número de núcleos vacíos se situó en 1.880, son 15 menos que el año anterior. Gente joven, sobre todo, se está animando a mudarse al rural en busca de una vivienda económica que rehabilitar y en la que puedan vivir con tranquilidad.

El encierro obligado en 2020 debido la pandemia generó un cambio de mentalidad en muchas personas que empezaron a mirar al rural con otros ojos. De hecho, tras los años posteriores a la crisis sanitaria del COVID los concellos más pequeños comenzaron a ganar población. Aunque ese tirón se está desinflando, el pasado año se redujeron por primera vez en la historia las aldeas abandonadas. Aunque esto no sea suficiente para revitalizar estas zonas, es señal de que algo puede estar cambiando.

La gerente del portal inmobiliario Aldeas Abandonadas Real Estate, Elvira Fafian, confirma que ha aumentado la demanda de personas que buscan casas en aldeas abandonadas. En 2023 el incremento del interés por la compra de viviendas y aldeas en el rural fue del 46 por ciento, el mayor aumento desde que tienen registros.

Las cifras del Nomenclator del Instituto Galego de Estatística lo confirman. Cae la cifra de aldeas abandonadas. En el cómputo global son 15 menos, que sería la diferencia entre las que quedan vacías y las que fueron repobladas ese año. Por primera vez el saldo es negativo. Es decir, se han habitado más núcleos el pasado año de los que han quedado desocupados y por eso se reduce el número global de entidades deshabitadas hasta las 1.880.

Este descenso de aldeas abandonadas se produce en todas las provincias, salvo en Pontevedra, donde suma dos núcleos más deshabitados hasta llegar a los 173. Lugo se sitúa a la cabeza con más entidades vacías: tiene 889, cinco menos que hace un año. Le sigue A Coruña, con 661 frente a las 665 de 2022. Y, por último, la provincia donde más se reducen las aldeas abandonadas es Ourense que, con ocho menos, se queda en 157.

A la cabeza de España

A pesar de esa tímida recuperación, el número de núcleos deshabitados en Galicia sigue siendo elevado y, de hecho, se sitúa a la cabeza de España. Casi el 52 por ciento de las entidades vacías a nivel nacional se ubican en la comunidad gallega.

Esta gran cantidad de aldeas abandonadas es también una oportunidad para quienes buscan tranquilidad y algo económico. En todo caso, el aumento de la demanda de estas viviendas en el rural está encareciendo este tipo de propiedades. “Se constata un aumento en los últimos tres años de un 25 por ciento en los precios y su creciente subida en los próximos años al haber menos oferta y un aumento de la demanda”, explica Elvira Fafian.

Por 120.000 euros se puede adquirir una aldea completa en ruinas. Si se busca algo rehabilitado lo más caro son 250.000 o 300.000 euros. Pero hay precios incluso más económicos. En Pontevedra hay un núcleo en venta con cuatro casas para reformar por 88.000 euros, por ejemplo, a solo 25 kilómetros de la ciudad del Lérez.

“Los jóvenes apuestan más por el campo para no hipotecarse a 30 años”

Elvira Fafian

— Gerente del portal inmobiliario Aldeas Abandonadas

“Los jóvenes apuestan más por el campo para no hipotecarse a 30 años”, explica Fafian. Según comenta, es cada vez más frecuente que se interesen por estos núcleos deshabitados grupos de personas que buscar comprar algo conjuntamente. “Son gente con dinero, a veces empresarios o familias de otros países”, explica.

En algunos casos adquieren la aldea para darle un uso turístico o montar un negocio. En todo caso, Fafian explica que cuando compran un aldea, no es solo para invertir. “Son gente que se instala en este ayuntamiento y se queda a vivir allí. Terminan echando raíces”, señala.

Según asegura, en una década se ha cuadriplicado aproximadamente el interés por este tipo de activos y las compraventas registraron un crecimiento cercano al 7 por ciento.


Familia De la Torre
Vecinos de A Fraga

“Me gusta la tranquilidad. Levantarme por la mañana y escuchar pájaros y no coches”

Un selfie de la familia De la Torre, vecinos de A Fraga, en Ourense

Un selfie de la familia De la Torre, vecinos de A Fraga, en Ourense / Cedida

A apenas seis kilómetros de O Carballiño, en Ourense, en la parroquia de Sagra, por una estrecha carretera serpenteante se accede a la aldea de A Fraga, rodeada de árboles y salpicada de regatos y manantiales. Durante años fue un pueblo fantasma donde la maleza fue recuperando su terreno adueñándose de las casas... hasta que cinco nuevos habitantes le dieron vida. Iván de la Torre, vallisoletano, y su pareja, de Ourense, se instalaron en esta aldea hace unos siete años, después de que otros dos jóvenes, que también se fueron a vivir allí, les recomendasen este tranquilo lugar. Y en A Fraga vino al mundo su hijo Jaia: fue el primer bebé nacido en esta aldea en más de medio siglo.

–¿Cómo se os ocurrió instalaros en esta aldea?  

–Mi pareja es de la zona y estábamos buscando casa. Conocimos a unos chicos que habían comprado ahí y nos invitaron a visitar su aldea. Fuimos, conocimos A Fraga y nos gustó. Así que empezamos a preguntar y terminamos comprando la casa en la que vivimos.

–¿Fue fácil localizar al propietario y que os vendiera la casa?

–¿Fácil? Bueno, la propietaria vivía cerca pero a veces la gente se piensa que lo que venden es oro y al final lo que compras son unas piedras. Te dicen: “tiene tejado”. Pero el tejado lo primero que tuvimos que hacer fue retirarlo y hacerlo de nuevo porque son tejados como los que se hacían antes y por ahí se escapa todo el calor. Desmontamos toda la casa, salvo las paredes y la hemos construido a nuestro gusto.

–¿Y os gusta vivir ahí?   

–Estoy encantado. Yo nunca he vivido en ciudad, soy de pueblo desde que nací, así que me gustan las aldeas pequeñas.

–Uno de los problemas de vivir en una aldea es que no es fácil encontrar trabajo en el rural. ¿Cómo os las apañáis?   

–Buscarte la vida no es difícil. Estás a pocos kilómetros de O Carballiño. Hacemos artesanía y luego también hago chapuzas de albañilería y desbroces. En un pueblo siempre hay que desbrozar mucho, hay mucha leña... Y hay mucha gente mayor que no puede hacerlo. Entonces, la verdad, es que yo trabajo, no me falta, al revés, sobra.

Iván y Jaia, posando juntos en A Fraga

Iván y Jaia, posando juntos en A Fraga / Cedida

–¿Y disponéis de servicios suficientes? A veces, los concellos terminan olvidándose de estas aldeas con pocos vecinos...   

–Pues justo nos asfaltaron la carretera antes de las elecciones municipales. Pero bueno, yo entiendo, que aquí en Galicia hay tantas aldeas y algunas tienen más vecinos que otras. Nosotros solo somos cinco viviendo todos los días, así que entiendo en cierta manera que tampoco vengan y nos estén tratando estupendísimamente porque hay muchos núcleos y tantos sitios donde invertir el dinero y arreglar cosas... Yo no me siento maltratado, desde luego.

–¿Qué ventajas tiene vivir en una aldea?   

–A mí me gusta la tranquilidad, levantarme por la mañana y escuchar pajaritos y no coches pitando o una ambulancia. Y abres la puerta de casa y estás en un lugar agradable. En un piso estás más encerrado. De hecho, nosotros tenemos una puerta castellana, de estas que se abren por la mitad y solo tienes que abrir la parte de arriba de esta puerta y es otra sensación. A mí me gusta vivir tranquilo y ahí tenemos tranquilidad y si queremos hacer algo solo tenemos que ir hasta O Carballiño y tenemos bares, restaurantes, supermercado...

–Tenéis un niño de seis años. ¿Cómo es criar a vuestro hijo en el rural?   

–Echamos en falta que no haya más niños, porque está solo, entonces para el es un poco más aburrido. Pero procuramos llevarlo a actividades, a campamentos, zumba, taekwondo... Pero claro nos tenemos que molestar en ir a O Carballiño para que se relacione con otros niños.

–Sois muy pocos vecinos. En una aldea tan pequeña, ¿mejor llevarse bien?     

–Hemos tenido mucha suerte porque nos llevamos todos estupendamente. Desde que nos vinimos a vivir aquí yo me siento contento tanto con la gente de la aldea como con la de O Carballiño. Me he sentido muy bien recibido en todos los sitios.

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