Los médicos pasan consulta en la casa de 5.600 gallegos para evitarles la estancia en el hospital

Pacientes del servicio de HADO de Vigo, que cubre un radio de cien kilómetros y 5 zonas: “Mejor aquí, que paseo y duermo en mi cama”

La hospitalización a domicilio posibilita a los pacientes encontrarse en sus viviendas.

Pedro Fernández

Elena Ocampo

Elena Ocampo

Una esquela publicada en FARO hace tres veranos, anunciando la muerte de Ana, una viguesa de 79 años, incluía una nota poco común. Un “especial agradecimiento”. La familia –y la propia finada– hacía mención a un doctor de HADO. Unas siglas, quizás desconocidas para muchos, que encierran el nombre de un sistema de hospitalización a domicilio implantado por el Sergas en Galicia hace más de una década. Con control médico como en el hospital, pero en sus casas. Con seguimiento de lunes a viernes, (de 8 a 20 horas) y con dos visitas semanales en algunos casos. Con el contacto al móvil de un médico. Los fines de semana y festivos, en caso de urgencias, son asistidos por el 061 pero su atención es –destacan– igual de prioritaria que si estuviesen ingresados en un hospital. Precisamente, Galicia se convertía el mismo año que falleció Ana, en julio de 2021, en la primera comunidad dentro del Sistema Nacional de Salud en dotar a las unidades de HADO de una categoría profesional propia, de médicos independientes de otros servicios clínicos.

Pues bien, este servicio acaba de tocar un techo asistencial en Galicia, donde el número de pacientes atendidos a cierre de 2023 se elevó a 5.630 gallegos. Una cifra que creció en casi un millar en solo cinco años. Pasó desde los 4.723 pacientes atendidos en 2018, a 4.883 en 2019; 4.923 en 2020, para luego caer en 2021 hasta los 4.596 e iniciar una senda ascendente ya en 2022, con 5.380 pacientes ingresados en su casa atendidos. Pero la noticia no está solo en los números. HADO es uno de los servicios más valorados por sus pacientes.

Actualmente cuenta con medio centenar de equipos en Galicia, integrados por médicos, enfermeras –enfermeras de retén– y administrativos que prestan servicio a una población diana de más de 2,5 millones de pacientes, repartidos por toda nuestra diseminada geografía. Desde la Consellería de Sanidade indican la intención de seguir ampliando los equipos, hasta sesenta. Un compromiso que no es nuevo.

El aumento de los pacientes crónicos, también pluripatológicos y complejos es una tozuda realidad que va en aumento derivada del progresivo envejecimiento de la población. Y en ese contexto, el servicio presta un soporte vital a muchas familias para evitar desplazamientos –y largas estancias– en el hospital. Es una hospitalización a todos los efectos. Tanto es así que los familiares pueden solicitar permisos o días en sus trabajos exactamente igual que si el ingreso fuera hospitalario.

“No son solo pacientes oncológicos, o paliativos”, explica el jefe de servicio de HADO en Vigo, Luis Amador. “Hay enfermos con patologías diversas, desde los que precisan alimentación parenteral, a la administración de un antibiótico vía intravenosa”. De hecho, son objetivo de este sistema pacientes que, tras un procedimiento quirúrgico realizado en el hospital, precisan de una atención que, por sus características, inicialmente no es asumible en el ámbito de la atención primaria de salud. También, tras cirugías de corta estancia o alta precoz en las que el paciente puede ser remitido a su domicilio en un plazo inferior a las 48 horas, reduciendo así estancias hospitalarias postoperatorias. En pacientes con patología médica aguda (como por ejemplo enfermedades infecciosas que precisan antibióticos intravenosos o tratamientos antineoplásicos) en nutrición parenteral o ventilación mecánica domiciliaria.

El doctor Luis Amador y la enfermera María Couceiro, de HADO.

El doctor Luis Amador y la enfermera María Couceiro, de HADO. / Alba Villar

Con la creación de la figura del médico de HADO, que aparecía recogida en el Plan Gallego de Hospitalización a domicilio, se pretendía impulsar esta alternativa de asistencia en su domicilio, y por lo tanto, con un menor coste personal y familiar. Pero también se trata de equipararla con la de los pacientes ingresados de forma convencional: tanto a nivel administrativo como asistencial, incluidas las prestaciones farmacéuticas.

Algunas mejoras tecnológicas del ámbito médico, la formación continua de profesionales y tecnología ya extendida en cualquier domicilio lo permiten. Y las peticiones de muchos familiares están dirigidas, en muchos casos, a ampliar el servicio tanto en número de efectivos sanitarios como a los meses del verano.

Cuando el hospital viene a mi casa

Mª del Pilar Abad, en HADO tras un año en el hospital, con su hija Soraya Román, también cuidadora.

Mª del Pilar Abad, en HADO tras un año en el hospital, con su hija Soraya Román, también cuidadora. / Alba Villar

María Pilar Abad tiene 64 años pero se está “destetando”. Con esta graciosa expresión conocen en el argot médico el progresivo abandono de la alimentación parenteral que la nutre desde que una oclusión intestinal trastocó su vida. De 65 kilos, la báscula llegó a marcar 43. Aquella operación que redujo el intestino delgado de esta coruñesa afincada en Vigo a poco más de un metro –desde los seis normales– y otras seis intervenciones posteriores, por sepsis, fallo renal e infecciones, requirieron de hasta tres nuevos ingresos solo en el último año. “A la vuelta de sus vacaciones empezó a encontrarse mal en el avión... Y ya ingresó en el hospital de Vigo requiriendo una cirugía por una obstrucción intestinal”, explica su hija enfermera, Soraya Román, que se ha convertido en su cuidadora casi a tiempo completo. “Estuvo aislada en una habitación por una bacteria, lo que le repercutió a nivel anímico”, recuerda Soraya, que se siente “afortunada” de que su madre cuente con el servicio de Hospitalización a Domicilio (HADO) de Vigo. “Todo ha ido mucho mejor”, asegura, desde de que en noviembre ingresó en su vivienda. “Mi casa es mi casa, estoy muy tranquila, duermo en mi cama y paseo”, reconoce Mª Pilar. En el hospital, estaría en cama. En coordinación con un servicio de Endocrinología, llegan las bolsas que le sirven de sostén: su aporte de nutrientes. Y así progresa, subiendo de peso y ganando autonomía. A pesar de convivir, también con una bolsa pegada al cuerpo –ostomía–.

Mª Pilar es la primera paciente en la mañana del miércoles de una larga lista de pacientes del área sanitaria de Vigo. Cinco equipos sanitarios, repartidos por zonas que se extienden desde Pazos de Borbén al Morrazo, del Val Miñor a Crecente y que coordina el doctor, jefe de servicio, Luis Amador.

Pero la actividad por la mañana en HADO comienza ya dos horas antes de esta visita, en unas dependencias provisionales del Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo. Los seis médicos y 8 enfermeras están pendientes de traslado a un nuevo espacio, ya comprometido y licitado por la Consellería (por 630.000 euros), aunque de momento, ocupan módulos de la zona de docencia, habilitada de forma provisional desde que la pandemia hizo precisas dos entradas para Urgencias.

La enfermera María Couceiro, preparando todo lo necesario para iniciar la jornada.

La enfermera María Couceiro, preparando todo lo necesario para iniciar la jornada. / Alba Villar

La sonrisa de la supervisora de Enfermería, Andrea Rodríguez, –en funciones hasta la incorporación de Ana Carballo– se acompaña con un planning y la organización, mano a mano, con Luis Amador. La máxima es diseñar los itinerarios para llegar a las casas de los pacientes optimizando las distancias. Muchos se visitan hasta dos o tres veces semanales... y las rutas se extienden hasta Salceda de Caselas.

La enfermera María Couceiro revisa las necesidades farmacológicas y las mochilas y se encarga de tenerlo todo preparado en uno de los vehículos rotulados de HADO aparcados fuera. Tras esa primera visita en un entorno rural y próximo al centro hospitalario de Beade-Valladares, el todocamino pone rumbo a la céntrica Montero Ríos. “Si nosotros no existiésemos, nuestros pacientes tendrían que estar en el hospital”, ejemplifica el doctor Amador, uno de los pioneros en Galicia en implantar este sistema que tiene en Vigo una de sus referencias más longevas. “Los pacientes ingresan en HADO siempre a propuesta de un médico”, explica mientras su compañera coge una curva abierta. Conoce los itinerarios y –de memoria– la ubicación de las codiciadas plazas de aparcamiento. en el centro. El cuidador del paciente en el domicilio realiza de forma diaria el seguimiento de sus constantes: desde la presión arterial a la temperatura.

Andrea Rodríguez, María Couceiro y Luis Amador.

Andrea Rodríguez, María Couceiro y Luis Amador. / Alba Villar

Siguiente parada: la casa de un doctor de 85 años que es, ahora, paciente. El conocido oftalmólogo vigués Rafael Legerén Buceta, segunda generación de médicos con consulta en el antiguo hospital Xeral de Vigo, es otro beneficiario de HADO. Ingresado a domicilio desde el día 8 de febrero, Luis Amador confirma que aún tendrá para otras cuatro semanas de tratamiento. “Ingresó por un grave proceso infeccioso interno, que requiere de un tratamiento largo con un antibiótico intravenoso”, explican “Hasta ese momento, era autosuficiente”, reconoce su hija Marta, que abre la puerta del domicilio familiar. “Al principio, estaba muerta de miedo por si no lo hacía bien, pero después de unas pruebas con la enfermera, está yendo todo rodado”, asegura. Mientras, la enfermera María Couceiro realiza muchas pruebas de forma idéntica a la que lo haría en el hospital. Como muestra, una analítica de sangre que ya no requiere ni siquiera un pinchazo porque ya tiene una vía periférica.

El oftalmólogo jubilado Rafael Legerén es uno de los pacientes de HADO.

El oftalmólogo jubilado Rafael Legerén es uno de los pacientes de HADO. / Alba Villar

“Quiero seguir dando guerra como antes de la caída”, indica emocionado el doctor que recuerda la forma abrupta en la que esa infección dio la cara. Perdió totalmente el conocimiento. Felicita la labor de HADO no solo a nivel médico, sino anímico.

Lo peor llega de mano de los pacientes oncológicos y los cuidados paliativos. “A veces tenemos que sedar a personas jóvenes...”, reconoce el doctor Amador. Su memoria dibuja un itinerario por recuerdos imborrables mientras habla despacio. Una chispa casi imperceptible en sus ojos precede a una tímida lágrima. La reminiscencia lleva el nombre de una mujer joven, y el apellido, el de cáncer hepático. Algo que sabía desde la primera vez que entró a su casa. Aún así, médicos y enfermeras establecen un vínculo a veces familiar con pacientes y familias. También existe dotación psicológica.

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