Aulas multigrado: más allá de un plan B para el rural

Un estudio urge apoyar este sistema: anima a verlo un modelo de innovación y no solo una estrategia para evitar cierres

Alumnos  en el CEIPSan Paio.   | // FERNANDO CASANOVA

Alumnos en el CEIPSan Paio. | // FERNANDO CASANOVA / C. Villar

Carmen Villar

Carmen Villar

Las aulas multigrado, en las que convive alumnado de diferentes edades y niveles educativos, no deben limitarse a ser concebidas como “una estrategia que evita el cierre de las escuelas rurales, sino como modelo de innovación”. Así lo defiende un artículo que recoge, a partir de una encuesta a docentes que ejercen en centros con este tipo de entornos, los pros y los contras de un modelo que destaca por “favorecer la riqueza de las interacciones”, aunque el proceso de enseñanza resulte “más complejo” que el convencional. Entre las propuestas de mejora puestas sobre la mesa, figura el otorgarles reconocimiento social o dotarlas de más trabajadores y recursos y de formación específica para el personal.

El estudio, publicado en la “Revista Portuguesa de Educação” y realizado por investigadores de la Universidade de Santiago y del CRA de Rianxo, señala que en Galicia existen un total de 267 centros con algunas aulas multigrado en su organización, 73 de ellos en la provincia de Pontevedra, y detalla que dan servicio a “un porcentaje importante de la población escolar”. En gran medida, desgranan, son un recurso utilizado en educación infantil, sobre todo en el segundo ciclo, mezclando dos o tres niveles, si bien en las escuelas rurales esta forma de organizarse puede llegar a incluir hasta cinco niveles, desde 4º de Infantil hasta 2º de Primaria.

Ventajas y posibilidades, y no solo para el rural

El trabajo, que parte de un cuestionario distribuido entre 32 docentes de 27 centros que cuentan con ejemplos de aulas multigrado en Galicia, recopila una larga lista de ventajas y posibilidades, y “no solo en los entornos rurales”, entre ellas que “existen menos problemas de conducta y conflictividad” comparadas con las aulas “comunes” y “una mayor aceptación de la diversidad”, junto a una manera de desarrollar el currículo que fomenta aprender por competencias. Además, el informe recoge que los alumnos trabajan de forma más colaborativa y al mismo tiempo, según los profesores, la manera de enseñar favorece el ritmo de aprendizaje individual y el trabajo autónomo. Aparte, mientras los más mayores pueden “reforzar” aprendizajes ya conocidos, a los más pequeños pueden “motivarles” aprendizajes “más complejos”.

Dificultades

“Complejo” es también, no obstante, llevar a cabo el proceso de enseñanza-aprendizaje, advierten los docentes. Creen que se precisa conocimiento “específico”, un “problema” que el artículo relaciona con que perciben una “escasa” formación pedagógica y metodológica “específica”. Los profesores advierten que trasladar el currículo a estas aulas es “más complejo y laborioso” y se ven solos asumiendo la “responsabilidad” por la calidad educativa del sistema. En general, cuestionan que, frente a las aulas comunes, reciben “escasa atención administrativa” y que no haya referencias a ellas en el desarrollo curricular o en los planes formativos. Pese a ser percibidas como aulas con “mayor nivel de complejidad” y que exigen “mayor esfuerzo de preparación”, sus maestros declaran que les “falta reconocimiento profesional”.

Propuestas de mejora

Más personal, “más y mejores” recursos materiales que puedan adaptarse a la diversidad del alumnado, más formación o incluso una legislación propia que permita a los agrupamientos de niveles hallar “su lugar” en el sistema educativo constituyen algunas de las propuestas de mejora del profesorado, que aboga por que estas aulas se revaloricen y puedan “convertirse en un modelo organizativo alternativo” al ordinario, “con más posibilidades para la innovación educativa”, más allá de ser entendidas por la administración “solamente como una estrategia que evita el cierre de las escuelas rurales”.

El artículo –de Carmen Fernández, Baltasar Figueiras, Beatriz Cebreiro y Lorena Casal– defiende que “la apuesta por este tipo de aulas es una inversión en la sociedad del rural” y urge a considerar como “una responsabilidad colectiva” que el alumnado del rural tenga “las mismas oportunidades y el acceso a una calidad de servicios en condiciones de igualdad”.

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