Parentalidad positiva en datos: Ellas son el cerebro, ellos el brazo ejecutor público

Un estudio a 2.100 padres muestra como el peso de la administración del hogar sigue sobre las mujeres, además de sus trabajos | Los hombres se implican cada vez más

Niños acudiendo al colegio de la mano de una madre.

Niños acudiendo al colegio de la mano de una madre. / FDV

La casa familiar es aún un territorio de mujeres. La sociedad ha cambiado en las últimas décadas, los modelos de familia también y las mentalidades acerca del papel que corresponde a madres y padres. Sin embargo, un estudio sobre cómo se vive la parentalidad (cuidado y educación de los hijos) realizado en Galicia por un equipo de investigadores de las universidades de Vigo, Santiago y Oviedo, concluye que: “queda confirmado lo que vienen advirtiendo diferentes autores, las madres realizan todas las tareas que requiere el cuidado de los hijos en el hogar con una frecuencia notable y significativamente mayor que los padres”. En el estudio, en el que han participado 2.169 progenitores con hijos de edades comprendidas entre los 2 y los 12 años, también se señala que esto “supone una sobrecarga de trabajo y mayor estrés para todas las madres”. Matizando que además se trata de un esfuerzo muy poco visibilizado. El hecho de tener que ocuparse de la administración de la casa y, también atender sus propias obligaciones laborales, coloca a las madres en una situación límite donde la exigencia es constante ya que todo depende de ella.

El estudio muestra como los hombres se implican cada vez más en sus funciones propias de padre, asumiendo sus responsabilidades. Pero no toman decisiones organizativas (que son las que desgastan) sino que lo hacen mediante tareas concretas como: jugar con los niños o llevarles al pediatra. Y, aunque hay una mayor participación en estas obligaciones, aún existen grandes diferencias entre lo que asumen ellas y ellos, adquiriendo las madres un papel ‘omnipotente’ en la familia. Es peor en el caso de las parejas separadas o divorciadas porque, además, aumenta la ansiedad y el cansancio en ellas, al tirar de todo casi en solitario. Algo que los expertos creen que podría paliarse si hubiera una custodia compartida efectiva. En el caso de padres separados, los investigadores concluyen que el esfuerzo de ambos por ejercer una parentalidad positiva tras la ruptura, es determinante para la correcta adaptación de los niños y adolescentes a la nueva realidad familiar, y mitiga los efectos emocionales negativos sobre ellos como: el miedo, la tristeza o la rabia. Y también recuerdan que la crianza es cosa de dos.

Parentalidad positiva: qué es

La calidad de la vida familiar tiene mucho que ver con la manera en la que se ejerce la parentalidad, es decir: el conjunto de actividades que llevan a cabo las madres y padres y que están relacionadas con el cuidado y la educación de sus hijos. Son muchos los estudios que demuestran que cuando este cuidado se hace de manera inadecuada, los niños sufren las consecuencias. Que pueden manifestarse en forma de trastornos emocionales en ellos y también problemas de conducta. El 63,5% de los padres reconoce haber hablado con profesionales sobre los problemas de comportamiento de su hijo. Es por ello que los expertos señalan la necesidad de hacerlo bien como padres, ya que repercute de forma muy positiva en los niños.

Una de las maneras de conseguirlo es practicando el modelo de parentalidad positiva, donde el centro de atención es la singularidad de cada niño. Es decir, se trata de atender a los hijos siendo conscientes de que cada uno de ellos es distinto, tiene un carácter y unas necesidades diferentes que hay que satisfacer. Así, los padres no solo cuidan en un entorno que tiene que tener: cercanía, calidez y comprensión. Sino que atienden, guían y potencian las capacidades de cada hijo, para ayudarles a sacar lo mejor de sí mismos en su propio desarrollo personal. Por supuesto, se trata de educar, así que la parentalidad positiva propone estimular y mimar a los hijos, pero también implica ponerles límites definidos que les queden claros y corregirles, sin pegarles ni gritarles. Y darles obligaciones adecuadas para su edad (y es trabajo de los padres hacer que se respeten y cumplan), para que aprendan a ser responsables.

Los padres son especialistas en tareas puntuales y de “mayor reconocimiento social”

Llevar a los niños al pediatra o ir al colegio a reunirse con algún profesor, son las típicas tareas necesarias pero puntuales, que se realizan de manera esporádica y en las que los hombres debutan como verdaderos especialistas. Y es que el estudio destaca que estás ‘obligaciones’ son puramente funcionales, no requieren el estrés de la organización que conllevan otras necesidades de una familia (como hacer la lista de la compra o un calendario con las actividades extraescolares de los niños). Fuera de casa padres y madres se reparten las tareas, algo que parece responder más a una cuestión práctica y de disponibilidad de tiempo, que a motivos de género. Sin embargo, los investigadores subrayan que, mientras ellas hacen lo difícil en la intimidad de casa (levantarse por la noche cuando el niño está malo). Ellos hacen lo sencillo (como los recados) y reciben el reconocimiento social por ello. El motivo no es otro que el hecho de que sean tareas fuera de casa que implican relacionarse con profesionales y otros padres, y se hace a la vista de todos (por ejemplo, llevar a los niños al entrenamiento de balonmano o ir con ellos al parque). Así, la desigualdad en la carga de trabajo respecto a ellas se convierte también en una situación injusta, porque el esfuerzo de la madre no se ve públicamente y, por tanto, tampoco se le reconoce por los demás. Una desigualdad que podría estar, en parte, generada por las propias mujeres y no tanto por el interés (o desinterés) de los padres en participar en la crianza de sus hijos. Los investigadores se preguntan si algunas mujeres estarán fomentando estos roles por miedo a perder parte de su identidad como mujer (la de madre) o para proteger el poder que tienen sobre los niños.

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