El abandono educativo crece por primera vez en Galicia tras encadenar 9 años de descenso

La Xunta lo enmarca en un contexto de subida general tras una “acusada” bajada por la pandemia | Con un 9,9% la comunidad retrocede en el ranking autonómico: del 3º mejor puesto al 4º

Alumnado en la vuelta al colegio.

Alumnado en la vuelta al colegio. / Casteleiro / Roller Agencia

Carmen Villar

Carmen Villar

“Las tasas de empleo de los jóvenes aumentan a medida que aumenta su nivel de formación: el 78% de los jóvenes con estudios terciarios tiene empleo en España, 20 puntos porcentuales por encima de quienes tienen como titulación máxima la ESO”. Es una de las conclusiones que recoge el Ministerio de Educación del informe con el que la OCDE radiografía la educación de sus Estados miembros.

Es por esa razón por la que, aunque la enseñanza obligatoria en España tiene caducidad, los 16 años, el sistema educativo intenta retener a los alumnos en las aulas. Pero no todos pueden o quieren formarse. Unos 3.000 estudiantes salen cada año de la ESO en Galicia sin el título y proseguir tras esa etapa no siempre garantiza el éxito. Casi uno de cada diez se queda por el camino, aunque más tarde pueda ponerle remedio con la enseñanza de adultos.

El abandono educativo temprano alude a los jóvenes que no han completado una FP Básica, de grado medio o de Bachillerato y que no siguen ningún tipo de formación. Lo analiza la Encuesta de Población Activa y el último dato a año cerrado, el de 2022, sitúa a Galicia por primera vez en retroceso tras nueve años de mejora. En concreto, la comunidad cerró 2022 con un 9,9% de personas de 18 a 24 años que no había completado la segunda etapa de educación secundaria y no seguía formación, lo que supone casi dos puntos más respecto al dato de 2021, del 8,1%, cuando la Consellería de Educación relacionaba el descenso con “los programas de mejora” impulsados desde la Xunta “en pro del esfuerzo y el éxito escolar”, como los contratos-programa o el Plan Recupera, “para reforzar las competencias del alumnado que más lo precisa e impulsar la mejora de la calidad educativa”.

El segundo mejor dato

El 8,8% de 2021, el año precedente y un salto inmenso desde el 27,3% de veinte años atrás, situaba a Galicia en el podio de las autonomías con más éxito escolar, solo superada por Cantabria y País Vasco. Sin embargo, la subida del último ejercicio le hace perder una posición. La Consellería de Educación alega que Galicia sigue cumpliendo la meta que la UE se puso para 2020 –el umbral estaría en menos del 10%–, que sigue entre las cinco comunidades con mejores datos, que la subida es “generalizada, tras el acusado descenso” de 2021 “por la influencia de la pandemia” y que el dato es el segundo mejor. Desde el Ministerio de Educación explican el 13,9% de España en la misma línea: tras dos años de “pronunciada caída influida por la pandemia” la tasa se ha “reajustado” y es la segunda cifra más baja.

Simón Espinosa

Simón Espinosa

Simón Espinosa

Departamentos de orientación de los centros opinan que la cifra sube porque a los efectos de arrastre de saberes mal asentados por el COVID –cuando se abrió la mano– y la dificultad para ponerse al día en cursos superiores se une una situación de “inestabilidad emocional” en el alumnado que les hace abandonar, sea por circunstancias personales o por carecer de un “soporte fuerte” familiar. A ello se suma un contexto con más alumnos con dificultades de aprendizaje a los que puede ser “difícil” reconducir a una FP Básica, una de las vías para retener a los jóvenes.

Cristina Albés, orientadora del IES de Teis, quien prefiere hablar de “sospechas”, percibe en mucho alumnado una gran “inestabilidad emocional” que acaba por traducirse en abandono al no verse con fuerzas para proseguir. Faltan mucho, se van desmotivando y, al final plantan. “Se desmotivan al no verse capaces de seguir el ritmo y, si no hay soporte familiar fuerte o clases de apoyo, llega un momento en que no le ven sentido”, explica. Hay un alumnado “vulnerable”, insiste, sea por historias personales, sociales o económicas, que carece del “bienestar emocional mínimo” para pasarse mañanas enteras “atendiendo y trabajando”. Para eso hace falta, recalca, una “resiliencia importante” y, sobre todo, motivación y un apoyo familiar. Añade que en el rural puede influir además el factor transporte.

Con todo, esta orientadora ve esperanza al recordar que hay salida. Esos jóvenes que plantan son pocos, sostiene, y a veces vuelven con 18, 19 o 20 años a retomar los estudios para poder trabajar o cuando han superado situaciones familiares muy complejas que redundaron en su abandono.

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