Seis mil menores gallegos tienen un problema de adicción a los videojuegos

Un estudio de la Barrié y la USC detecta indicios en 22.000 más y expertos instan a actuar con fines preventivos | Advierten de un “incremento paulatino y sostenido” del fenómeno

Niño jugando a un videojuego.

Niño jugando a un videojuego. / Marta G. Brea

Carmen Villar

Carmen Villar

Alrededor de seis mil menores gallegos tienen un “serio problema” con los videojuegos. Son los que presentarían ya “claramente” síntomas de adicción, explica Antonio Rial Boubeta, coordinador de un macroestudio sobre jóvenes y tecnología realizado por la Fundación Barrié y la Universidade de Santiago (USC) entre casi diez mil estudiantes de ESO y Bachillerato en Galicia, entre ellos más de 8.000 con edades comprendidas entre los 12 y los 17 años. Esa encuesta revela que un 4,3% de esos menores –en mucha mayor medida chicos que chicas, en la ESO y con un pico a los 14 y 15 años– satisface todos los criterios de evaluación de la herramienta de cribado utilizada para considerar que tienen una posible adicción. “Es un problema de salud pública”, avisa.

Además, otro 13,8 por ciento, unos 22.000 más, “están en ello” y los expertos instan a prestarles atención en términos preventivos y/o detección precoz. Esos chavales, comenta Rial Boubeta, estarían en la “antesala de la adicción”, pero sus progenitores “tienen un gran margen de maniobra para detectar e intervenir precozmente a veces con buenas pautas” desde casa, afirma.

Si en 6.000 el problema es “serio” y, como en el resto de adicciones, “la solución no es cortar”, sino que intervenga un especialista, en este otro grupo conviene “adelantarse” y trabajar con ellos fijando “normas, límites y pautas”. “Y si lo hacemos bien, lo conseguimos”, incide, dirigiéndose a las familias. Aun así, tras varios estudios a sus espaldas, advierte de un “incremento paulatino y sostenido” del fenómeno, especialmente, subraya, en la era posCOVID.

Videojuegos Problemas Galicia 2

Simón Espinosa

Rial Boubeta explica que a partir de la encuesta –cuyos datos insta a tomar “con cautela”, ya que no proceden de diagnósticos– han hallado que las tasas de una posible adicción se triplican entre quienes juegan a videojuegos para adultos o en quienes se conectan a la red o usan los dispositivos móviles a partir de medianoche. Asimismo, encontraron en aquellos con una posible adicción tasas de depresión “significativamente mayores”, pero la relación es “bidireccional”. “No quiere decir”, incide, “que el uso de los videojuegos provoque depresión; puede ayudar, pero quienes tienen problemas emocionales tienden a refugiarse en la tecnología”.

Los adolescentes enganchados presentan tasas de depresión mayores

Los datos apuntan además a que la higiene del sueño es “sensiblemente peor” entre quienes presentan una posible adicción y sufren más frecuentes dolores de estómago y de espalda, sensación de mareo y ansiedad e irritabilidad. Aparte, presentan mayores tasas de sobrepeso y obesidad.

Este experto, pese a todo, señala que no se trata de “demonizar” ni a los videojuegos ni a los adolescentes. El juego, cuenta, ha acompañado a la humanidad desde sus albores y se considera una de las mejores herramientas de aprendizaje y de desarrollo personal. Eso incluye los videojuegos, que abren un sinfín de posibilidades para ayudar a niños con problemas de aprendizaje, trastornos del espectro autista o déficit de atención. Pero tienen una cara oscura. “El consumo frecuente e intensivo desde edades tempranas de videojuegos con contenidos inapropiados puede tener un alto potencial adictivo”, resume el profesor de la USC y la OMS considera la adicción a los videojuegos un trastorno mental. Claro que, del otro lado de la balanza del 4%, está un 96% que no presenta problemas, proclama.

Y eso pese a que los videojuegos son una de las principales opciones de ocio de los adolescentes gallegos: dos de cada tres juegan al menos una vez por semana y de media le dedican 9,15 horas en ese tiempo, si bien un 8,6% le destina más de 30 horas. La cantidad importa: en quienes juegan todos o casi todos los días, un 29,2%, la posible adicción y el uso problemático se duplican, hasta un 8,9% y un 28,7%, respectivamente.

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Si uno de cada cinco adolescentes gallegos realiza un uso problemático de los videojuegos, en la inmensa mayoría el problema solo está “empezando a surgir”, insiste Rial Boubeta, de ahí que invite a enfocarlo de forma constructiva. “Los padres tienen que ocuparse, pero no alarmarse”, indica, porque “una adicción a los videojuegos no se desarrolla de un día para otro” y, como los hijos viven con sus padres, “bastaría con estar atentos” para “detectar cambios”. Esa es la “clave”.

Para desarrollar una adicción se necesitan frecuencia, intensidad e interferencia. Esta última, dice, puede darse a nivel emocional, con cambios de humor crecientes y repentinos; en la conducta, como variar hábitos o amistades, y a veces, y suele ser lo último, puede repercutir en el rendimiento académico. Pero avisa, de fijarse solo en eso, “llegamos tarde”. Cita también los gastos o en alimentación. Son aspectos, añade, por sí solos no preocupantes, pero que, juntos, casan con la presencia de un problema.

En ese sentido, lanza otra advertencia: no se debe caer en el error de la “sobrepatologización”. Solo un 4% tiene un problema de adicción, alega, pero, sin embargo, llegan a las consultas de pediatras, psicólogos y psiquiatras “cada vez más” madres y padres que creen que sus hijos tienen un problema de adicción. “No, tienen un problema de conducta, de “educación” y de no ser capaces de establecer normas en casa”, sostiene. “No patologicemos cualquier conflicto”. recalca. “porque si nos equivocamos en el diagnóstico, nos equivocaremos en el tratamiento”.

 

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