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La mitad de los jefes de explotación en Galicia ya se podrían jubilar: tienen 65 años

Unos 54.000 trabajadores del agro son mayores de 55 años y adolecen de relevo | La Xunta ayudó a cuatro mil jóvenes a incorporarse al campo en la última década

El jubilado Emerio Souto, con las vacas de su granja en un prado, en Lalín. Bernabé-JAVIER LALÍN

La seria falta de relevo generacional en el campo gallego se agravará de forma inminente: la mitad (el 48%) de los jefes de una explotación han cumplido 65 años y ya se podrían jubilar. No solo eso: el 72% de los titulares se retirarán en la próxima década. Siete de cada diez jefes de una granja o negocio agrícola de cualquier tipo tienen en la actualidad más de 55 años, según los últimos datos de “Estructura técnica de explotaciones“, del Instituto Nacional de Estadística. Hasta 36.439 trabajadores del agro –la mitad– tienen más de 65 años. Precisamente, a este segmento de edad, le sigue el de más de 55 años y menos de 65, en donde se ubican 17.619 agricultores y ganaderos gallegos, que representan el 23% del total de la población que actualmente se dedica al sector agroganadero.

“En 10 años se jubilarán más de la mitad de los titulares de explotaciones, y el cierre de muchas va a ser inevitable. El problema de relevo generacional, está en el seno de la familia, ya que los hijos son quienes normalmente cogen el testigo de los negocios agrarios, en ocasiones ya heredados por sus padres”, precisa el secretario general del sindicato Unións Agrarias, Roberto García. De ahí, la importancia de que las que queden, estén bien dimensionadas, indica el experto. “Tenemos que poder garantizar que, cuando se jubilen, esas tierras quedan en activo”, alega García en alusión también a que hay perceptores de la PAC que siguen cobrando esas ayudas europeas a pesar de estar ya retirados y con su explotación prácticamente inactiva.

En el último censo del INE solo constan 2.400 granjeros de entre 25 y 34 años

Existen algunas salvedades dentro del sector vacuno: los titulares de las explotaciones de carne tienen una media de 50 años, mientras que las de vacas dedicadas al ordeño es de 55. Es decir, el sector lácteo está ligeramente más envejecido.

El problema promete una difícil solución, al no existir una causa única. “Se combina una vertiente económica, ya que las granjas no son rentables y, si no son viables, es difícil seducir a los jóvenes para que las mantengan”, explican fuentes consultadas.

“Y también, el desmantelamiento de servicios en el rural, tanto públicos como privados, que le muestre a una persona joven que no es un ciudadano de segunda por vivir en un pueblo. Lamentamos el cierre tanto de sucursales bancarias, como de colegios a causa de la despoblación”, continúa García. Y también, normalmente la incorporación de jóvenes choca con un problema de vivienda. Tienen que convivir con sus padres, ya que la explotación muchas veces está anexa a la casa familiar. “Gestionar hoy una explotación requiere de un nivel de especialización alto y también, dedicación 365 días al año para, en muchos casos, cobrar salarios mileuristas”, añaden desde UUAA.

65 o más

36.439

48%

TOTAL

Todas las edades

75.451

55 a 64

17.619

23%

45 a 54

12.163

25 a 34

2.444

16%

35 a 44

Menos 25

3%

6.576

209

9%

0%

Nº de jefes de explotación en Galicia por franja de edad

65 o más

48%

TOTAL

Todas las edades

75.451

55 a 64

23%

45 a 54

16%

35 a 44

9%

25 a 34

Menos 25

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Nº de jefes de explotación

en Galicia por franja de edad

65 o más

36.439

48%

TOTAL

Todas las edades

75.451

55 a 64

17.619

23%

45 a 54

12.163

25 a 34

2.444

16%

35 a 44

Menos 25

3%

6.576

209

9%

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Nº de jefes de explotación en Galicia por franja de edad

Por su parte, la Xunta ha ayudado a la incorporación de 4.083 jóvenes el campo en los últimos once años, desde 2009 hasta 2020, en lo que ha invertido más de 117 millones. El año de la serie que más personas se incorporaron gracias a esta línea de subvenciones de Medio Rural fue 2016, en el que se beneficiaron 618 jóvenes, con una ayuda de 24, 3 millones de euros. El resto de anualidades, la media de incorporaciones se mantuvo en una media de entre 200 y 400.

Sin embargo, el dato choca con los datos del censo del INE, que apuntan a que solo un 3% de los que trabajan en el campo en Galicia son jóvenes: entre 25 y 34 años, solo 2.444 personas. Y aún más representativo, por debajo de 25 años solo se registran 209 jóvenes dedicados al mundo de la agricultura o la ganadería. El porcentaje no es mucho mejor en el segmento que va de 35 a 44 años, ya que solo representan el 9% del total, con 6.576 personas. Una pirámide laboral muy envejecida.

El jubilado Emerio Souto, con las vacas de su granja en un prado, en Lalín BERNABÉ/JAVIER LALÍN

“Mis hijos cogieron otro camino

Emerio Souto

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“No es que lo dejen, porque nacieron en esto y no les amarga trabajar aquí; de hecho, vienen siempre a echar una mano los fines de semana a pesar de que tienen sus empleos. Es que cogieron otro camino. Estudiaron y saben que la explotación no da lo que debería”, justifica el bancario jubilado Emerio Souto, cuya mujer, María Jesús Castro, es titular de una granja de vacas en Lalín. Heredada de padres a hijos durante –al menos– tres generaciones, está tristemente abocada al cierre en dos años. “Mi mujer tiene ahora 60 y, como mucho , en un par de años tendremos que cerrar”, expresa sobre su explotación en Filgueira. Los años no pasan en vano para los sacrificios del campo. Una vida pegada a los animales y a sus tiempos.

Uno de los hijos del matrimonio, Fernando, es ingeniero agrónomo; el otro, Jesús Antonio, es arquitecto... y a pesar de la cercanía de la explotación a la capital del Deza, no quieren quedarse al frente de una granja que, como muchas otras en Galicia, se verá abocada al fin cuando su jefa de la explotación se jubile. “Tampoco hay gente para contratar; nadie que quiera trabajar en esto y valga”, matiza Emerio Souto. Si no, él –con la ilusión en los ojos– asegura que se pensaría la continuidad de la explotación. “Si hubiera gente para trabajarla, a nosotros nos daría para vivir”, reflexiona. Se vislumbra, como por las comisuras, un rayo de esperanza. En Filgueira, donde vive familia Souto solo hay dos vecinos.

La granja de Emerio Souto en Lalín, que regentaron tres generaciones, se verá abocada al cierre en dos años: “No hay nadie ni para contratar”

La explotación actual es la suma de dos existentes en los años 70 y 80. Junto a su mujer, Emerio constituyó una Sociedad agraria de transformación (SAT) en 1995 y eligieron el ganado vacuno para carne en modo extensivo. Unas 56 vacas se crían hoy en dos fincas que suman 60 hectáreas; es decir, 1,2 hectáreas de pasto por vaca. Su producción va para la indicación geográfica protegida “Ternera Gallega”. “Están siempre pastoreando, a no ser que venga un invierno muy crudo”, razona el ganadero. Como si de una casa heredada se tratase, con cada salto generacional, la granja sufría reformas, mejoras, adaptaciones... Pero fiel a la filosofía con la que la recibieron un día de sus antepasados. Las vacas, cuyo número llegó a rozar el centenar, están ahora más cerca de cincuenta. Eso sí, en esta explotación extensiva pacen libremente para engordar una carne que luego conoce varios itinerarios de venta posibles.

Ahora minimizan los gastos en alimentación porque se autoabastecen del pienso y forraje. “Con los recursos de la finca, incluso hago la cama a las vacas si el invierno es malo y de la harina de nuestro maíz, sale alimento para los terneros”, alega. Uno de los escollos fundamentales, para Souto, es el conocido minifundismo que, a su modo de ver, no ha quedado desterrado ni con las concentraciones parcelarias. Mientras, la Lei de recuperación de tierra agraria de Galicia impulsa la dotación de base territorial para que los ganaderos dispongan de superficie suficiente e impulsar la ganadería en extensivo. 

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