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Incendios que desbordan la capacidad de extinción

Si un fuego genera 2.000 kilovatios de calor no pueden actuar las brigadas | En Folgoso y Valdeorras se superaron los 30.000 kilovatios

Incendio forestal en Carballeda de Valdeorras. Brais Lorenzo

Trece días lleva ardiendo en Carballeda de Valdeorras y Folgoso do Courel. Aunque están controlados, los servicios de extinción todavía no han logrado apagarlos. La falta de humedad y la gran cantidad de combustible, en forma de maleza y madera, que encuentran a su paso alimentan estos monstruos.

El director de la Escuela de Ingeniería Forestal de Pontevedra, Juan Picos, explica que la intensidad de los incendios se mide en la cantidad de energía que generan. Por encima de los 2.000 kilovatios por metro las brigadas no podrían entrar a atacar el fuego porque se abrasarían. Y en algunos de los fuegos que asolaron Galicia durante los últimos días se alcanzaron más de 30.000 kilovatios de calor por metro, según se extrae de las imágenes por satélite.

“Se superan los límites de capacidad de los servicios de extinción”, advierte Juan Picos. Según explica, cuando la energía calorífica que desprende un fuego supera los 2.000 kilovatios las brigadas no pueden actuar, pero sí se puede meter maquinaria o medios aéreos. Sin embargo, si se superan los 5.000 kilovatios no se podrían acercar ni aeronaves ni motobombas o buldóceres. Pues bien, los fuegos de los últimos días multiplicaron estos valores, lo que, en la práctica, hacía prácticamente imposible a los servicios de extinción poner freno a las llamas.

¿Por qué sucede esto? Los incendios adquieren más intensidad cuánto más carga de combustible exista en el monte y más seco esté. “Si en un incendio vemos salir humo blanco es porque hay humedad y se está evaporando esa agua. Si no hay restos de humedad sale negro y ahí es cuando gana en energía”, explica Juan Picos.

Emboscada

Si esto ocurre no se puede atacar el fuego directamente. Los servicios de extinción deben buscar los frentes en los que el fuego pierda intensidad, bien por la topografía de la zona, o esperar a que haya un cambio meteorológico. Pero hay otra técnica, según explica Picos: “hacerle una emboscada”. Se calcula por dónde avanzará el incendio y se va eliminando la maleza, en ocasiones incluso haciendo quemas controladas, para que cuando lleguen las llamas no encuentren combustible, se debilite y “así poder atacarlo”. “Los incendios se apagan matándolos de hambre”, explica Juan Picos.

“Los incendios se apagan matándolos de hambre"

Juan Picos - Director de la Escuela de Ingeniería Forestal de Pontevedra

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Y ante este nuevo tipo de incendios, llamados de sexta generación, ¿es necesario reformular los servicios de extinción? El experto cree que no. El dispositivo funciona. A modo de ejemplo, explica que en diez años de 31.000 incendios hubo 66 que quemaron el 46 por ciento del territorio. “Son solo el 0,2%. Pero en el 99,8% de los fuegos el servicio de extinción fue eficaz.

En su opinión, el dispositivo está bien dimensionado. “Tal vez podrían profesionalizarse las brigadas o mejorarse sus condiciones laborales”, apunta. Tampoco descarta alguna mejora en los protocolos. “Como en el fútbol, el entrenador tiene que revisar ahora el partido y ver en qué se falló”, propone.

Pero la clave está en “desactivar estas bombas incendiarias antes de que exploten”. ¿Como? Básicamente con más prevención. Picos es consciente de que no se puede desbrozar todo el territorio y advierte de que hay zonas donde es “más eficaz” limpiar la maleza que en otras. Y es ahí donde hay que concentrar los esfuerzos, según defiende.

“Empezamos a tener herramientas para predecir los incendios”, avanza Picos. Así, explica que está trabajando en un proyecto transfronterizo –Fire Poctep– centrado en el Baixo Miño y el Alto Miño portugués donde realizaron 1.850 simulaciones de fuegos. Utilizan los satélites para hacer una cartografía del terreno. A partir de ahí simulan fuegos en distintas zonas y con distintas condiciones meteorológicas. Así pueden averiguar en qué zonas estos incendios pueden ser más peligrosos y, por lo tanto, priorizar su limpieza.

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