Algo está cambiando en el patrón sociológico de los hogares. El viejo modelo de la familia tradicional -una pareja con uno o más hijos- está dejando paso a nuevas realidades cada vez menos excepcionales. Es el caso de las familias monoparentales o el incremento sostenido de las casas en las que solo vive una persona. Esta es otra de las caras de una transformación demográfica -el peligroso cóctel del envejecimiento y la baja natalidad- que a golpe de cifras a la baja también esconde alteraciones de carácter social. Muestra de ello es que el número de casas en Galicia sin hijos son ya mayoría. En total son al menos 519.000, a mucha distancia de los 440.000 que sí tienen descendencia. Y la cifra no ha dejado de crecer: en el último lustro aumentó en 17.000.

La radiografía hecha pública ayer por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en su Encuesta de Continua de Hogares, deja otras variables para la reflexión, como que el número de hogares creció en 14.000 en unos años en los Galicia, paradójicamente, se vio duramente golpeada por el "vaciado" de su población, con casi 65.000 habitantes menos que en 2013.

Sin embargo, una de las más llamativas es el crecimiento exponencial que experimentan las familias monoparentales, aquellas compuestas por un padre o una madre que cría un hijo en solitario. En solo un año, se incrementaron en 24.000, al pasar de los 109.300 registrados en 2017 al récord de los 133.300 del año anterior.

¿Y cómo se explica un cambio tan significativo? Aparentemente no hay ninguna variación legal, administrativa ni desde luego incentivo público que pueda ofrecer una explicación racional, según señalan desde la Consellería de Política Social. Ni siquiera una ligera subida de los divorcios, que en Galicia se suelen situar en el entorno de los 5.000 anuales. En el resto de comunidades autónomas, tampoco existe un patrón que dé pie a una posible causa estructural. En algunas incluso se produce un descenso de este tipo de hogares, como el caso de Andalucía, que vio cómo se reducían en 10.000 en un solo año, o autonomías "hermanas" de Galicia en cuanto a la despoblación, caso de Aragón, que también pierde 2.000.

A partir de aquí, pues, se disparan las hipótesis. Carlos Ferras, profesor del área de Geografía Humana de la USC, apunta a varios factores, todos ellos susceptibles de un análisis "sosegado", previene.

Uno de ellos incide en las mujeres que han decidido dar un paso adelante en su maternidad sin necesidad de contar con una pareja. "Cada vez es más posible tener un hijo in vitro en mujeres de más de cuarenta años", explica Ferras. Sobre todo en aquellas han ocupado varios años su vida a ganar una "estabilidad" laboral. En segundo lugar, el docente indica que al calor de la pérdida de predominancia de la familia clásica, han aflorado otros modelos, como la adopción de menores por parte de parejas homosexuales. Un tercer razonamiento -no exento de polémica- habla de un posible incremento en el número de gallegas que deciden acogerse la gestación subrogada, que en España no cuenta con respaldo legal.

Pero, al margen de los hogares monoparentales, otro concepto sigue demostrando que circula sin frenos. Se trata de la soledad. Ya son 278.600 los hogares en los que solo habita una persona: uno de cada cuatro en Galicia. Son 4.500 más que el 2017 y casi 28.000 más respecto a hace cinco años. Un síntoma, no tanto de la emancipación de los jóvenes, cuya dificultad para abandonar el nido familiar es conocida, sino del incremento de las personas mayores, sobre todo mujeres, que residen solas en sus domicilios tras la viudedad.

Tampoco a los hogares numerosos las estadísticas les vienen de cara. Sin ir más lejos, ahí está la caída de los hogares compuestos por cinco personas, que bajan en 10.000 en solo cinco años. La misma tendencia, incluso con más virulencia, implica a las casas habitadas por cuatro gallegos: el desplome en el mismo periodo es de 27.000. Otro reflejo de la mengua en el modelo de la familia tradicional.