Por cada reflexión, tres datos; el prestigioso psicólogo Antonio Rial Boubeta cree que hay razones suficientes para que “estemos preocupados” con respecto a los problemas de nuestros jóvenes y dejemos esa “actitud buenista y negligente de ‘esto ha pasado siempre’”. Sabe de lo que habla como principal responsable científico del mayor estudio sobre adolescentes y tecnología realizado hasta la fecha en Europa: ‘Impacto de la Tecnología en la Adolescencia’, llevado a cabo por UNICEF con una muestra de hasta 50.000 adolescentes

Los próximos 16 y 17 de septiembre estará presente en el VI Foro de Educación FARO EDUCA para abordar la charla-coloquio “Salud mental, adicciones y convivencia en la adolescencia digital” junto al psiquiatra Alexandre García Caballero, en la que ambos abordarán las claves a la hora de “afrontar el enorme desafío de educar en el presente digital”.

–¿Cuál es ese gran reto al que nos enfrentamos?

–El 99% de los adolescentes españoles son usuarios activos de al menos una red social; dos de cada tres cuentan con perfiles abiertos, y en torno al 60% encuentra en los videojuegos su principal canal de ocio.

“Nos preguntamos qué tienen en la cabeza nuestros hijos, sin plantearnos cómo la sociedad provoca una insaciable necesidad de triunfo en ellos”

La presencia de la tecnología en el día a día de nuestros hijos y alumnos es incontestable, tenemos que conocer esta realidad desde la evidencia científica y tenemos que preguntarnos si tiene consecuencias. 

– ¿Las tiene? 

– La tecnología llega para dificultar aún más un tránsito que ya de por sí ha sido siempre crítico y trascendental en la vida de una persona: el paso de la niñez a la edad adulta. Ser adolescente es hoy más complicado; y ser padre y madre de uno, también. 

– ¿En qué sentido?

– El impacto de Internet y las redes sociales y las nuevas adicciones tecnológicas, junto a un sinfín de conductas de riesgo en la Red que en ocasiones no conseguimos siquiera pronunciar: sexting, grooming, ciberbullying…, ponen cada día en jaque la labor de familias y educadores, provocando inquietud e inseguridad. 

– ¿Ha aumentado la violencia entre los jóvenes?

– No hay dudas y basta consultar los indicadores. Las cifras se habían estancado en la pasada década, pero han vuelto a dispararse en los últimos cinco o cuatro años, donde vemos un repunte en casi todos los subtipos: delincuencia juvenil, violencia filoparental, violencia de género, acoso escolar y violencia sexual... Tenemos datos suficientes para estar preocupados y dejar esa actitud buenista y negligente de ‘esto ha pasado siempre’

– Pero: ¿no es así?, ¿no cabe la posibilidad de que haya “pasado siempre” y ahora estemos más sensibilizados y tengamos más herramientas para medirlo? 

– Hace 40 años no teníamos registros, pero hace 15, hace 10 y hace 5, sí. Y, aunque no fuese así, esa respuesta es peligrosa porque puede llevarnos a la pasividad: antes estábamos mal, y ahora seguimos mal; entonces: ¿no vamos a hacer nada?

"Es imposible luchar contra el ciberacoso o contra las adicciones sin sustancia, si no educamos antes en valores, no establecemos normas y límites, no enseñamos empatía, asertividad..."

– ¿Se explica por el uso de la tecnología? 

– No es causa-efecto, pero no cabe duda de que influye. Estamos en un periodo extraordinario en el que el aumento del uso y consumo diario de la tecnología ha coincidido con una cierta dejadez por parte de familias, instituciones y sociedad en general. 

Hemos convertido a la tecnología en el chupete emocional de niños y jóvenes y nuestra reacción habitual es preguntarnos qué tienen en la cabeza nuestras hijas e hijos, sin pararnos a plantearnos cómo la sociedad en la que vivimos provoca una insaciable necesidad de triunfo; y como las familias, sin darnos apenas cuenta, podemos estar participando de esa no-transmisión de valores. Qué difícil es poner límites, pero qué necesario en esta sociedad, donde por momentos todo vale bajo el imperio del selfie y la tiranía de Instagram y en la que cada vez nos cuesta más reconocernos y aceptarnos como personas. 

– ¿Qué podemos hacer?

– No se trata de recuperar una actitud autoritaria, sino de buscar un equilibrio y lo primero es que las propias familias volvamos a ser un ejemplo. Hay que entender la salud mental y emocional desde el proceso de crecer, diferenciar demandas y necesidades, facultar la autonomía y los límites; y hay que implementar la higiene digital en el hogar: no puede ser que un chaval de 12, 13 años duerma con el móvil en la habitación porque se multiplican todas las tasas de riesgo y, aunque no puedo esperar hasta los 16 años para darle un teléfono móvil a mi hijo porque el riesgo de exclusión social es real, sí puedo alargarlo hasta los 12 o los 13. Esto no lo pueden hacer solas las familias. 

– ¿Quién más debe implicarse ? 

– La prevención ambiental requiere de la participación y el compromiso de todos. A los propios chavales y sus familias, tienen que sumarse la comunidad docente; la administración pública, articulando un marco que proteja a nuestros hijos y dotándolo de recursos para que funcione; y, por supuesto, también hay que exigirle responsabilidad a los medios, limitando la publicidad; o a la propia industria tecnológica

–Volvamos al principio, si le preguntó ahora cuál es el gran reto de educar en el presente digital, ¿qué me dice?

– Pues educar, no hay otra. Educar con mayúsculas es hoy más importante que nunca. Se habla de las competencias digitales, pero la clave para el éxito está en las competencias humanas. Es imposible luchar contra el ciberacoso o contra las adicciones sin sustancia, si no educamos antes en valores, no establecemos normas y límites, no enseñamos empatía, asertividad, y, por supuesto, si no enseñamos a gestionar la frustración y a asumir que no todo vale dentro y fuera de Internet.


VI Foro de Educación


Vuelve el mayor encuentro de toda la comunidad educativa gallega: padres, docentes, pedagogos...
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