Entrevista | Armando Bastida Enfermero de pediatría y fundador de "Criar con sentido común”

“La crianza respetuosa choca con la tradición”

“No es lo que hicieron nuestros padres, ni lo que vivimos en el colegio así que mucha gente cree que respetar a un niño es ‘consentirlo y malcriarlo’ y así se lo transmiten a las familias con frases del tipo: ‘ahora tenéis mucha tontería’”

“Se sienten infantilizados y obligados a justificar de todas las formas posibles sus decisiones”

El enfermero de pediatría Armando Bastida se ha convertido en una de las voces más escuchadas en el terreno de la crianza respetuosa en España.

El enfermero de pediatría Armando Bastida se ha convertido en una de las voces más escuchadas en el terreno de la crianza respetuosa en España. / Cedida

María Bueno

María Bueno

Padre de tres hijos, enfermero de Pediatría, fundador del proyecto “Criar con sentido común” y autor de varios libros, Armando Bastida se ha convertido en una de las voces más escuchadas en el terreno de la crianza respetuosa en España.

Con motivo de su visita a Vigo el próximo 15 de junio, donde protagonizará la charla «Cómo educar y no morir en el intento» en el teatro AFundación, aprovechamos para preguntarle las dudas más comunes entre las familias. Y empezamos por el principio. 

"Ser capaces de relativizar, de no obsesionarnos, de ir capeando los temporales, de felicitarnos por llegar cada noche a la cama diciéndonos que hemos sobrevivido a un día más, y tratar de hacerlo un poquito mejor mañana"

— ¿Cómo educamos sin morir en el intento?

No es una pregunta fácil porque hay mucho a tener en cuenta. Estamos en un momento de la historia de la educación maravilloso porque tenemos mucha información; pero terrible porque disponemos de poco tiempo para estar con los peques.Digamos que hay que tirar de paciencia, paciencia y más paciencia, aprovechar el tiempo juntos, ser referentes válidos, y aportarles seguridad, confianza y unas normas claras. Ah, y respeto: tratarlos como nos habría gustado que nos trataran de pequeños.

— Ahora que hablas de respeto, ¿cuáles son los enemigos de una crianza respetuosa? 

Sobre todo, y como comento, la falta de tiempo. Hay familias que sienten que tienen que escoger entre comer y educar. Por otro lado, la crianza respetuosa choca con la tradición. No es lo que hicieron nuestros padres, ni lo que vivimos en el colegio, así que mucha gente cree que respetar a un niño es algo así como consentirlo, malcriarlo, educarlo sin autoridad; y el problema es que se lo dice a los padres de manera más o menos vehemente con frases como “ahora tenéis mucha tontería”, “de toda la vida lo hemos hecho así y no os ha pasado nada”, etc.

Hay parejas y madres monoparentales que aseveran que lo más duro de la crianza no es el bebé, sino la familia.

“Es tu bebé, no tienes que justificarte ni mostrar evidencia de nada. Tu bebé, tus decisiones”, les digo

— ¿Nuestro aliado es el sentido común?

Siempre. Ser capaces de relativizar, de no obsesionarnos, de ir capeando los temporales, de felicitarnos por llegar cada noche a la cama diciéndonos que hemos sobrevivido a un día más, y tratar de hacerlo un poquito mejor mañana. Sentido común y sentido del humor. Con humor, y con amor, llegamos siempre mucho más lejos.

— Me ha llamado mucho la atención que tengas un apartado de ‘Zascas’ para responder a familiares o amigos impertinentes, ¿tiende la gente a meterse más en nuestra vida cuando nos hacemos padres y madres?

Sí, pero es cierto que el zasca mata el debate y hay que usarlo con moderación. Como digo, la familia opina y aconseja y hay algunos muy válidos. El problema es cuando los consejos y las opiniones se convierten en dardos, en fuentes de discusión, en ataques.

Nos encontramos con madres y padres infantilizados, a los que se trata casi como verdaderos inútiles, que se sienten obligados a justificar de todas las maneras posibles sus decisiones. A veces me piden hasta estudios científicos que demuestren que lo que hacen tiene evidencia.“Es tu bebé, no tienes que justificarte ni mostrar evidencia de nada. Tu bebé, tus decisiones”, les contesto. Y si nada de eso es suficiente, el zasca ayuda a callar muchas bocas.

— Siguiendo con la frustración, está claro que los gritos no encajan en una crianza respetuosa, ¿pero cómo podemos evitarlos cuando nuestros ‘peques’ nos llevan al límite?

Gritar a un niño está bien en las mismas circunstancias en las que le gritas a tu pareja, a tu madre, a la gente en la calle… o sea: nunca. Son niños y los niños hacen cosas de niños. Y a menudo nos desesperan, nos agotan, nos llevan, como dices, a nuestro límite; pero si cuando un niño hace algo mal se encuentra delante a alguien que le grita, lo que tenemos en ese momento es a dos personas que no saben regular su frustración. Si, en cambio, cuando nos sacan de nuestras casillas, encuentran delante a un adulto comportándose como un adulto, que muestra su enfado o su desagrado sin gritar y hablando con asertividad, le estamos enseñando a nuestro hijo a comportarse de ese modo.

Ahora bien, esto es la teoría y cuando gritamos es porque nuestra parte racional se bloquea y da paso a nuestro instinto de huida o lucha, pero siempre podemos salir un momento de la habitación, contar hasta 10, pegar la cara a un cojín y gritar ahí, salir al balcón… dejar salir esa ira de otro modo para no soltársela a nuestro peque.

Cuanto más intentamos adaptar a los niños a nosotros en lugar de al revés, más problemas de salud mental tienen. Nunca antes habían tenido los niños tantos problemas de estrés, de ansiedad.

— Es probable que estos consejos empiecen a hacernos especialmente falta con la llegada de lo que algunos denominan la ‘crisis de los dos años’, ¿qué es lo que ocurre en esta etapa para que empiecen a revelarse?  

Empiezan a sentir que deben ser más independientes y tienen deseos de hacer cosas nuevas y de hacerlas por sí mismos; y sus deseos chocan con la realidad porque no son independientes y nos siguen necesitando para prácticamente todo. Esa colisión les lleva a enfadarse, a llorar… a sentir emociones de manera muy intensa, como nunca habían sentido hasta ese momento. Y como son tan peques, les cuesta mucho racionalizar lo que les pasa y, más aún, tolerar esa frustración. Y claro… tienen que aprender a hacerlo, poco a poco, porque la vida no está hecha para darnos todo lo que queremos, sino más bien al contrario.

— Esta etapa será determinante en la configuración de los adultos que llegarán a ser, ¿por qué es tan importante?, ¿cómo debemos afrontarla? 

Por lo que comento: no podemos preparar el camino para nuestros hijos, sino a nuestros hijos para el camino. Se supone que tenemos que prepararlos para cuando empiecen a relacionarse con la sociedad sin nuestra presencia. Si soltamos al mundo a niños a los que les hemos dado todo lo que han querido, van a pasarlo realmente mal, y además, habremos cultivado el egoísmo y la individualidad por encima de otros valores mucho más importantes.

Es una etapa en la que tenemos que transmitirles normas y valores, además de acompañarlos en su malestar y en su frustración para que poco a poco (hablo de muchos años, no de semanas ni de meses), aprendan que lo importante no es lo que nos pasa en la vida, sino qué hacemos con lo que nos pasa en la vida.

— En una línea similar, varios profesionales de la educación y la salud mental me han comentado que detectan una tendencia al alza entre las familias a la hora de no poner límites a sus hijos, ¿cómo podemos establecerlos en el marco de una crianza respetuosa?, ¿debemos empezar ya a esta edad?

Sin duda. Venimos de una educación que fue predominantemente autoritaria. Los adultos abusaron de su autoridad y nos pusieron demasiados límites, que se cumplían a riesgo de ser castigados si no los cumplíamos. Ahora nos toca ser padres y decimos “yo no quiero ser ese padre o esa madre” y, claro, buscamos lo contrario a poner muchos límites. El problema es que ambos tipos de educación son perjudiciales para los niños.

No hay que irse al otro extremo, sino hacia una educación en la que sí hay límites que se informan y que se hacen cumplir, pero sin castigos, sin gritos, sin amenazas, sin el daño físico…, sino a través del ejemplo, del diálogo, del acompañamiento, de enseñarles a tener criterio propio, de hacerles saber cuáles son las consecuencias de sus actos y preguntarles o mostrarles cómo reparar los daños.Es mucho más costoso en tiempo, pero les ahorramos muchas horas de terapia en la edad adulta.

— ¿Nuestro ejemplo como progenitores es clave en la transmisión de valores? 

Totalmente. El diálogo convence, pero el ejemplo arrastra. O dicho de otro modo: educar es todo aquello que hacemos cuando no estamos educando. Los niños se fijan mucho en ello y no entienden que les digamos una cosa y hagamos otra. 

—  En una sociedad adultocéntrica, es común que le pidamos a los niños que se adapten a nosotros, ¿deberíamos tratar de adaptar más el mundo a ellos?

Cuanto más intentamos adaptarlos a nosotros, más problemas de salud mental tienen. Nunca antes habían tenido los niños tantos problemas de estrés, de ansiedad. El suicidio es la principal causa de muerte entre los 15 y los 29 años. Hemos construido una sociedad que no es saludable a nivel mental para los adultos y estamos arrastrando a esta sociedad a los niños y esto es imperdonable. Necesitan tiempo libre, juego libre, ratos de aburrirse… necesitan ser niños. Si no lo son ahora, ¿cuándo?

— Imaginémonos lo siguiente: Tengo dos o tres años; nace un nuevo bebé y mamá ya no puede estar todo el rato conmigo. Te pregunto cómo ayudar a los ‘peques’ a gestionar esa nueva llegada, pero también a los padres... 

Es un momento muy complicado para las familias y sobre todo para los peques. De repente, aparece un nuevo miembro en la familia y se lleva el tiempo de sus progenitores. Y un día, de repente, descubre que su mamá es también la mamá de ese bebé. Y eso puede parecerle horrible. 

Hay que comprender que es un cambio grande para el peque, que despiertan muchas emociones que no comprende y hay que validarlas, acompañarlas y ayudarle a comprender que aunque ahora puede ser difícil, habrá momentos maravillosos. Y, sobre todo, que se le sigue queriendo como el primer día. 

— No quiero despedirme sin abordar contigo otro de los temas que más polémica genera entre centros escolares y familias ¿cómo gestionamos el proceso de que el niño o niña deje el pañal?’?, ¿qué hacemos si el centro escolar quiere marcar los tiempos de este proceso cuando, en este caso, son las necesidades del niño las que mandan?

Qué buena pregunta. Llevo muchos años preguntándome cómo es posible que en los centros nos hablen de que se respetan los ritmos de los peques y luego se les obligue a ir sin pañal cuando muchos aún no controlan los esfínteres. Creo que hay que hablar con el centro, con las delegaciones de educación… y proponer que haya un mayor apoyo logístico en las aulas, con personal para que sea posible que aquellos peques que aún no controlan puedan ir con pañal al colegio. No olvidemos que están entrando en septiembre peques que aún tienen 2 años. 

— Una cosa buena de nuestra época es que mayores y pequeños estamos aprendiendo a hablar de lo que nos pasa y de lo que sentimos. ¿De qué modo favorece el sustituir el ‘No pasa nada’ por él ‘Estás bien, cuéntame qué te pasa’?

Cuando dices “No pasa nada” no permites que el niño te diga lo que le pasa porque le acabas de decir que no le pasa nada. Y, sin embargo, sí le pasa. “¿Estás bien?” es una pregunta a la que pueden responder sí o no. Y, si dicen “no”, pueden explicar qué les pasa. Hay muchos adultos a los que les pasan cosas y no saben explicarlas porque cuando tenían que aprender a conocerse y a verbalizar lo que les pasaba alguien les dijo que “No pasa nada”, o que “si lloras, te pones fea”, o que “si te enfadas, no te quiero” o que…

Mucha gente cree que la sociedad debe cambiar sin darse cuenta de que la mejor manera de que una sociedad cambie es hacerlo uno mismo. A mí siempre me ha funcionado preguntarme qué mundo dejamos a nuestros hijos, y qué hijos dejamos a nuestro mundo.