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Mujeres fuera de serie

La científica que cultiva futuro

La bióloga viguesa Elena Cartea, directora de la Misión Biológica de Galicia durante ocho años, forma desde el verano parte de la directiva del CSIC y coordina a 130 centros de investigación de toda España sin dejar de lado sus propios proyectos sobre genética de plantas

Elena Cartea, en un parque de Pontevedra. Gustavo Santos

¿Cómo conseguir que las plantas sean capaces de resistir las olas de calor y las inundaciones que provoca el cambio climático? ¿Podemos sacar más rendimiento al potencial curativo de las plantas? Estas y otras muchas preguntas relacionadas con la biología genética pero también con la gestión de los centros de investigación se plantea desde hace años Elena Cartea (Vigo, 1967). En el laboratorio, en su casa, de día y de noche. La línea extremadamente fina que separaba su vida personal de la investigación se difumina con el paso del tiempo. Porque Elena está apasionada por su “misión” y la integra de manera natural en su quehacer diario. La viguesa, directora de la Misión Biológica de Galicia durante 8 años, es desde julio vicepresidenta de Áreas Científico-Técnicas del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Su implicación es total y se pueden palpar sus ganas de ser parte activa en la mejora de la sociedad.

La biología y la investigación no eran en absoluto un terreno familiar para Elena. Sus padres regentaban un comercio, pero todo esfuerzo era poco para ofrecer a sus cuatro hijas la educación y la consiguiente libertad de elegir que ellos no tuvieron en los difíciles años de la posguerra.

Cada hermana siguió su camino, muy distintos todos ellos, y Elena tomó el rumbo de la ciencia. Se recuerda como una niña estudiosa y responsable con una temprana inclinación hacia los temas científicos. Dio sus primeros pasos en el Colegio Calasancias y, cuando la familia se mudó, se matriculó en el Amor de Dios y, después, en el Instituto Coia 2. “Lo cierto es que no tenía muy claro lo que quería estudiar, pero al final me decanté por la Biología”, recuerda. Tras cursar los tres primeros años en el Colegio Universitario de Vigo y los dos últimos en Santiago, a la viguesa no le costó conseguir un puesto en prácticas en la Misión Biológica de Galicia (MBG), un centro del CSIC que se ocupa de los principales cultivos de esta región; su conservación, resistencia, mejora genética etc. “Según iba conociendo el trabajo a fondo, me di cuenta de que la investigación me apasionaba; publicar un artículo o convencer de que tu idea merece la pena, que te la financien y se haga realidad es lo más satisfactorio que hay”, considera.

  • ¿Quién soy?

    “Una mujer científica que disfruto de mi trabajo y mi familia. Feliz de afrontar nuevos retos”

Fue precisamente esa línea de investigación, la de la genética de las plantas, la que enamoró a Cartea cuando entró en el centro. La joven se especializó con un máster y varias estancias predoctorales en el INRAE de Burdeos y otras postdoctorales en el INRAE de Versailles, en París, y en la Universidad de Trás-os-Montes e Alto Douro, en Portugal. “Esas experiencias en otros países fueron muy enriquecedoras ya que aprendí cómo trabajan en otros laboratorios, nuevas metodologías, técnicas… También implicaba alejarme de mi familia y de mi pareja, pero la verdad es que, más allá del sacrificio personal, fue muy positivo para mí”, admite.

Tras este periplo, Elena consiguió su plaza en la Misión Biológica de Galicia. En 2002 dio un paso más y creó su propio grupo de investigación de Genética, Mejora y Bioquímica de plantas, que ha ido consolidándose a lo largo de los años hasta ser un referente.

Y en 2015 subió un nuevo escalón al ser nombrada directora de la Misión, gestión que compaginó durante ocho años con su labor investigadora.

La científica Elena Cartea. Gustavo Santos

La bióloga hizo un verdadero máster en esfuerzo y tesón. “Empezar como becaria en la Misión Biológica de Galicia fue muy positivo ya que me permitió conocer en primera persona cada una de las etapas de la carrera investigadora, con sus necesidades, sus posibilidades de mejora, algo que ahora me resulta muy útil en mi nueva labor de gestión”, destaca.

Y es que, el pasado mes de julio el CSIC volvió a confiar en Cartea para entrar a formar parte de su equipo directivo a través de la vicepresidencia adjunta de Áreas Científico Técnicas. Este cargo era incompatible con la dirección de la Misión Biológica. “Fue un cambio bastante grande ya que tuve que renunciar a la dirección de la MBG y ahora me encargo de coordinar a unos 130 institutos y centros de investigación del CSIC de toda España. Es un trabajo diferente porque me he pasado a la parte de estrategia y políticas científicas, pero me parece también apasionante”, describe. A lo que Elena no ha renunciado tampoco ahora es a su grupo de investigación y, con mucho esfuerzo pero segura de que merece la pena, compagina ambas facetas.

¿Machismo en los laboratorios? Cuando Elena Cartea mira hacia atrás, afirma tajante que el hecho de ser mujer no ha supuesto un obstáculo en ningún momento de su carrera. “Es evidente que a los puestos directivos llegan aún hoy en día muchos más hombres que mujeres, pero yo en ningún momento de mi carrera científica me he sentido en desventaja o discriminada respecto a mis compañeros”, advierte.

"En la carrera investigadora nunca me he sentido en desventaja por ser mujer”

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La conciliación, sin embargo, no fue tan sencilla. Elena retrasó la maternidad hasta afianzar y estabilizar su carrera profesional. “Fui madre tardía, algo que es muy habitual entre las mujeres investigadoras, pero con esfuerzo y mucha organización se puede compaginar”, asegura esta madre de dos hijos, que tienen ahora 19 y 17 años.

Su vida personal también ha tenido que adaptarse a los cambios derivados del ascenso ya que ahora Elena pasa la mitad de la semana en Madrid. “Estamos trabajando sin horario y este año nos quedamos sin vacaciones, pero estoy ilusionada y espero poder aportar muchas cosas”, apunta.

En cuanto regresa a Galicia se reúne con su grupo de investigación para seguir trabajando en sus proyectos, que tienen mucho más impacto social del que, en un principio, podemos imaginar: la sostenibilidad agraria, la conservación de la biodiversidad, la obtención de alimentos sanos y seguros. “Tenemos que estar pendientes de lo que la sociedad necesita y entender los retos a los que nos enfrentamos; este verano, por ejemplo, hemos atendido peticiones del Ministerio sobre temas clave como los incendios, las sequías y el cambio climático”, explica. Sin embargo, la científica explica que no se debe de restar valor a la ciencia básica. “Para llegar a la ciencia aplicada tiene que haber muchas personas dedicadas en cuerpo y alma a la básica”.

Cartea, al lado del Lérez en Pontevedra. Gustavo Santos

Como vicepresidenta del CSIC, Cartea trata de ser cercana y “trabajar de modo colaborativo”. “No me gusta que cada uno esté en su despacho; es fundamental la interacción, conocer los proyectos del resto de compañeros. Yo soy muy de estar presente, de reunirme con todos, y me encanta escuchar a la gente joven y entusiasta”, describe.

También otorga mucha importancia a las iniciativas de ciencia ciudadana y a acercar la ciencia a los niños y más aún a las niñas “para que se familiaricen con estas profesiones desde pequeñas y sepan que ellas pueden hacer lo que se propongan”. “La genética de plantas parece algo complicado, pero cuando explicas que buscamos plantas más resistentes, conocer qué compuestos de esas plantas tienen efectos antitumorales o el estrés que crean las olas de calor en nuestros cultivos, la ciencia se comprende mucho mejor”, asegura.

“Sin innovación el mundo se para”, advierte la científica. Y ella, desde luego, no está dispuesta a pararse. 

Las pioneras: Margarita Salas, madre de la biología molecular en España

La investigadora Margarita Salas. Archivo

Margarita Salas (Canero, Asturias, 1938 - Madrid, 2019) fue una gran científica y pionera de la biología molecular en España.

Su padre era psiquiatra y amigo de Severo Ochoa, lo que influyó en el interés de Margarita por la bioquímica. En la facultad conoció a Eladio Viñuela que se convirtió en su marido y compañero de profesión. Cuando finalizaron la tesis, se fueron con una beca al laboratorio de Severo Ochoa en Nueva York. A su regreso, iniciaron en España para iniciar una línea de investigación pionera sobre el virus phi29, pero Margarita estaba a la sombra de su marido y éste decidió cambiar y dejarla a ella al frente de este proyecto.

Margarita dedicó su vida científica a la caracterización del virus phi29, que tiene múltiples aplicaciones biotecnológicas debido a su altísima capacidad de amplificación del ADN. Además, dio un paso más en su contribución y este avance se lo entregó a la ciencia para el beneficio de la sociedad, cediendo la patente al CSIC.

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