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“Pintar abstracto sería traicionarme”

“Siento que pinto mejor que nunca, que cada vez sé más de este oficio, pero que me va a faltar tiempo para realizar todos los proyectos que tengo en mi cabeza, empezando por los cuadros de gran formato, que son algo así como mi asignatura pendiente...Bueno, eso, y lo de no haber podido ser músico profesional”

Barreiro, retocando un cuadro en su taller de Cela

José María Barreiro (Forcarei,1940) vive a caballo entre dos rías. La de Vigo y la de Pontevedra. Hasta la llegada del Covid, la primera representaba algo así como su residencia de otoño-invierno y, la segunda, la de primavera-verano. Sin embargo, el confinamiento decretado por el estado de alarma hizo que el pintor se refugiase en la que él denomina casa del Burgo, lugar de la parroquia de Santa María de Cela (Bueu) desde cuyos ventanales se aprecia, nítida, la silueta de la illa de Ons y un más allá de mar inescrutable en el horizonte. Es allí, en su otro hogar-taller, donde nos recibe el que está considerado uno de los mejores pintores gallegos contemporáneos y, probablemente, el artista plástico gallego con mayor presencia de su obra allende Galicia, en gran parte fruto de una vida apasionante y viajera en la que merecen especial hincapié sus estancias en París y Buenos Aires.

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Barreiro: "Pinto como soy: alegre y colorido" Marta G. Brea

- ¿Nos puede presentar este lugar?

-Sí,claro, porque además tiene su historia. Esta casa la hizo construir, en 1867, un empresario llamado Agustín García que había hecho fortuna contratando trabajadores para las plantaciones de caña azúcar de Cuba. A su muerte la heredó su hijo, también llamado Agustín, quien fue alcalde de Bueu, y que era cosechador del vino llamado tinta femia, un caldo de trago largo muy propio de la comarca del Morrazo y que por cierto es uno de mis vinos favoritos. En las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado, se habilitó una especie de furancho que se hizo famoso por sus cocidos y la calidad del vino que se servía aquí, así que no resulta extraño que fuese periodicamente visitado por Álvaro Cunqueiro y José María Castroviejo en sus correrías por esta comarca. También me han contado que era el lugar en el que Castelao acostumbraba a dar sus mítines cuando venía por Bueu. Yo decidí comprar esta casa en 1990. La encontré un día paseando con Laxeiro y enseguida me enamoré de ella, porque tenía lo que necesitaba: mar y luz, dos elementos indispensables en mi vida. Tanto, que no puedo concerbirla sin ellos, sin sentir su presencia cercana.

José María Barreiro con varios alumnos y sus dibujos. S.Álvarez

-Luz, colorido, vitalidad, alegría…son precisamente características con las que los críticos identifican su obra. ¿Por qué?

-Es que yo soy de los que creen que la pintura va unida al pintor, al personaje, a ese ser que pinta, que hace cuadros. Yo siempre fui colorista, pero es que mi forma de vivir siempre ha sido, y sigue siendo, abierta y alegre. Y a mis 81 años procuro mantener esa vitalidad y esa alegría. Si cambiase mi forma de vivir y de entender la vida, cambiaría mi forma de ser y, por lo tanto, mi manera de pintar. La vida de uno tienen que ir acompañada de lo que hace, o al menos intentarlo, aunque soy consciente de que la vida no siempre sale como uno quiere, y claro que yo he tenido mis reveses, mis disgustos, pero siempre he tirado hacia adelante.

-¿Qué papel juega la inspiración en su trabajo?

-Trabajo e inspiración van juntos. Cuanto más trabajas, más inspiración, y cuanto más vida vivida, también, porque lo que yo entiendo por la inspiración es un conjunto de cosas que vas extrayendo de la vida, es fruto de lo que vives, de lo que conoces, de lo que sientes. Y cuando me pongo a trabajar, sé que todas esas experiencias, a las que agrupo con la palabra inspiración, se van a reflejar en mi trabajo ante la tela.

Barreiro: "Pinto como soy: alegre y colorido"

Barreiro: "Pinto como soy: alegre y colorido" Gonzalo Núñez | O.L.

- Guarda un grato recuerdo de los tiempos del París bohemio, donde vivió un año siendo usted muy joven. Si le dieran a escoger, qué elegiría: ser bohemio o ser rico.

-Prefiero ser bohemio. El rico no tiene ni puñetera idea de lo que es la bohemia, que es algo que se vive con alegría y no tiene nada que ver con la riqueza. Y, al final, ya ves: el rico y yo nos vamos a morir igual, y el rico habrá disfrutado de su dinero, pero yo también puedo decir que de la bohemia, de mi trabajo,de la pintura, y hasta de la música,que es otra de las grandes pasiones de mi vida, tambien he disfrutado. ¡Qué pena que no pueda tener más tiempo para aprender a tocar bien el piano!

“Siento que pinto mejor que nunca, que cada vez sé más de este oficio, pero que me va a faltar tiempo para realizar todos los proyectos que tengo en mi cabeza"

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- A medida que pasan los años, suele suceder que uno sea más sabio, que sepa más de su profesión, pero no es menos cierto que merman las facultades físicas. ¿Qué hace para armonizar esta patadoja?

-La verdad es que yo necesitaría alargar la vida para poder hacer lo que quiero. A estas alturas de mi existencia, tengo tantos proyectos, tantas ideas en la cabeza, tantas cosas que me gustaría hacer…pero sé que no me va a llegar el tiempo para realizarlas. Y sí, es cierto, también siento que cada día sé más de pintura, que soy capaz de pintar mejor…

-¿Qué asignatura pendiente le queda entonces?

-Varias, una de ellas es la de pintar obras de gran formato. Y me consta que, con toda la experiencia que he atesorado, podría hacerlas.

-¿Qué es ahora un lienzo en blanco para usted?

-En eso sí que no he cambiado. A mí, situarme ante la “tela en blanco” continúa impresionándome , dándome vértigo.

-Ha conocido y convivido con casi todos los grandes artistas gallegos de la anterior generación a la suya. ¿Qué huella dejaron en usted, personal y artísticamente?

-Convivir con aquella gente me enriqueció en todos los aspectos. Pero ya no solo con los pintores, sino también con los periodistas, con los poetas, con los escritores…con todas aquellas personas que nos reuníamos en la Taberna de Eligio de Vigo. Allí estaban los Cunqueiro, Castroviejo, Celso Emilio Ferreiro, Segundo Mariño, Oliveira…Por la de Eligio pasaron todos ellos, una generación extraordinaria, inolvidable, tal vez irrepetible, que convirtió aquel pequeño bar en un espacio cultural único, un espacio que, lo confieso, añoro muchísimo.

-¿Quién le inyectó en las venas la pintura?

-A mí, ya de niño, se me daba muy bien dibujar, pero de aquella no pensaba en el arte como mi futuro profesional. El primer trabajo que tuve fue el de mecanógrafo en las oficinas de Olmedo, pero ocurrió una cosa: que el escaparatista de Olmedo se marchó para El Cote Inglés en Madrid, y como en la empresa sabían que yo pintaba, pues me ofrecieron el puesto.Y a partir de ahí vinieron una serie de trabajos como escaparatista que me permitieron,además de poder ganarme la vida, tener tiempo para pintar mis propios cuadros. Eran los tiempos de aquello que llamaban el “arte de la Pajarita”.

-Y de no haber sido por eso…

-Seguramente en este momento estarías hablando con un tal Barreiro aficionado a la pintura, pero no pintor profesional….aunque no descarto que hubiera podido dedicarme a la música, porque era y es mi otra pasión. Ahora soy músico aficionado: canto y toco en casa o cuando estoy con amigos.

-No es habitual en usted, pero a veces observo que incluye en sus cuadros algún motivo religioso, y noto que siempre tratado con mucho respeto. ¿Es usted creyente?

-Soy creyente no practicante. Pienso que en algo algo hay que creer porque esto no se hizo de la nada. Cada vez que me dicen que descendemos de los monos, o de una célula que no sé que, me pregunto: ¿Y el pensamiento, de donde viene?¿Y la capacidad de recordar? ¿Y el relacionarse? Por eso al menos sospecho que algo debe haber más allá de nuestro entendimiento ¿o no?.

- Colmeiro me confesó que había quemado muchos de sus cuadros y dibujos porque en un momento dado de su vida, resultó que no le gustaban. Pero luego, pasados los años,también me confesó que se había arrepentido. ¿Usted ha quemado cuadros propios?

-No, nunca, y ni siquiera he tenido la tentación de hacerlo, entre otras razones porque, a veces, resulta que cuadros que al autor no le gustan especialmente, luego resulta que son considerados fundamentales en su trayectoria. A veces, yo veo un cuadro mío y me digo “no me gusta”, pero a lo más que he llegado es a arrinconarlo o a pintar sobre él. Pero ¿romperlo? ¿quemarlo? Eso nunca.

-Si descubriese que alguien ha falsificado tu obra, es decir, que ha pintado un cuadro firmándolo con su nombre y lo ha vendido a buen precio. ¿Se enfadaría o, en el fondo, se alegraría?

-Las dos cosas. Por un lado, y en un primer momento, me fastidiaría. Pero algo parecido a lo que tú especulas ya me ha pasado. Verás: yo tengo “fichados” a cuatro pintores que me están haciendo plagios. Hace dos años descubrí a uno de ellos en un restaurante de Madrid cuando me fijé que había diez cuadros, y muy bien pintados, que eran unas copias perfectas de los míos, salvo en el tamaño. Ninguno de ellos estaba firmado por mí, pero por lo visto se vendían mucho. Tengo otros cuadros que también han sido copiados y, sí, lo que me fastidia no son los que están bien copiados, sino los malos porque, qué carajo, es que llevan firma, y eso sí que me molesta. En cambio, si el cuadro está bien hecho…pues eso: primero me indigno y después, aunque sea interiormente, me alegro.

-¿Qué tal se lleva un figurativo como usted con el arte abstracto contemporáneo?

-El arte contemporáneo hay que saber apreciarlo y, para ello, es fundamental tener un conocimiento sólido para valorarlo, porque es que hay mucho bluff por ahí adelante. A nivel de gran mercado, atravesamos desde hace años una etapa en la que la pintura figurativa no vale nada y la abstracción se come todos los precios. Yo podría hacer muchos cuadros abstractos en muy poco tiempo, calculo que unos 30 o 40 al mes, pero sé que si hiciese eso, me traicionaría a mí mismo, pero es que además no tengo a necesidad económica alguna de hacerlo.

-¿Siente que sus méritos artísticos son justamente reconocidos en Galicia, en su tierra?

-En Galicia no se valora como merecen a la mayoría de sus artistas, escritores, poetas…Somos muy buenos cuando alguien de fuera lo dice.

-¿Existe el arte gallego?

-Rotundamente, no. El arte es internacional. Yo soy, como otros muchos, un artista que pinta a Galicia, y que a todas mis exposiciones llevo a un gaitero entre mis cuadros, pero eso no es arte gallego. No existe el arte gallego, existen artistas gallegos.

-¿Su próxima gran expoción?

-Será el año que viene una retrospectiva de toda mi obra en Madrid, en la Casa de las Vacas que está en el Parque del Retiro, a donde me llevaré más de 300 cuadros y algunas esculturas...¡porque yo también soy escultor, cosa que, no sé por qué, casi nunca se dice!

El cuadro “inédito” de Lugrís y Barreiro

El cuadro "inédito" de Lugrís y Barreiro Marta G. Brea

 Entre las piezas reunidas en Cela, Barreiro custodia como oro en paño una obra que podríamos calificar de secreta, entre otras razones porque nunca ha sido expuesta y porque tan solo un puñado de sus amigos la conocen. Se trata de un cuadro de 90x170 cms. en el que su firma se une con la de Urbano Lugrís: “Sí -ratifica el pintor- se trata de una obra que hicimos juntos él y yo en mi taller de Vigo, y que es una de esas piezas de las que no me desprenderé nunca”. El de Forcarei y Lugrís mantuvieron una estrecha amistad durante la segunda mitad de la década de los 60 del siglo pasado. “El Lugrís que yo conocí -recuerda-ya era un hombre decaído, que había sufrido mucho durante la posguerra civil, pero, aún así, mantenía una chispa, un genio y un humor que le convertían en una persona muy especial, además de un artista excepcional. La amistad entre ambos derivó en un cuadro común, que es esta vista del puerto de Vigo pintada sobre una tabla quemada, dibujado y coloreado a cuatro manos, y del que Barreiro también se encargó del pirograbado y el barnizado final. Se realizó en un mes, cree recordar Barreiro que en 1968. Cinco años después, Lugrís fallecía con sus manos apretadas a las de Barreiro y Antón Patiño, con quienes compartió el instante preciso de su muerte.

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