Están de moda los jueces, si es que alguna vez han perdido actualidad. En el sur, lejos de las estrellas de la judicatura, donde brillan los Gómez Bermúdez o los Ruz; lejos también del insular Castro, destaca en ese firmamento de togas e instrucciones, sentencias y titulares, la juez Mercedes Alaya, que lleva el escándalo de los ERE de Andalucía. Esto es, el reparto ilegal de fondos procedentes de la Consejería de Empleo de la Junta durante años para incluir fraudulentamente a personas o entidades a las que no les correspondía. Millones de euros.

Alaya, cuyo club de fans en Facebook tenía esta semana ya más de 17.000 miembros y a la que hasta los blogs sobre moda le dedican entradas, tiene fama de tenaz, seria y reservada. De dura en los interrogatorios. De implacable. De estudiosa. Hay que serlo, recordemos que la documentación sobre el caso puede ir ya según algunas fuentes por los 150.000 folios.

Alaya, casada, con dos hijos, de cincuenta años, ingresó en la carrera judicial en 1988. Prestó servicio en un pueblo de Carmona y luego en Fuengirola. Algo más de tres años en total. Llegó a Sevilla para hacerse cargo del Juzgado de Instrucción Número 20 y de ahí pasó al 6, en el que lleva desde el 98. Fue madre joven, mientras estudiaba las oposiciones. Alaya acude a los sitios en taxi, los telediarios la han inmortalizado arrastrando una maletilla con ruedas en la que porta su documentación.

Atildada y tímida, ha sido objeto de alabanzas impropias y de insidias infames sobre su vida personal y su relación con algunos dirigentes del PP. Hace años ya estuvo en boca de todos por llevar el "caso Lopera", la gestión del expresidente del Betis, que de facto puso fin a la etapa de tan singular dirigente. Profundizando en su carácter, sin que verdaderamente nadie pueda verificarlo bien, circulan informaciones sobre su ascetismo personal y carácter austero, que le haría, por ejemplo, y dado su estajanovismo, optar por frecuentes almuerzos ligeros, cortos y de despacho.

Alaya lleva un caso que afecta a cinco consejerías, que tiene en jaque al Gobierno andaluz, que ha costado ya cárcel a varias personas, que ha producido decenas de detenciones, que ha probado como un director general y su chófer gastaban interesantes cantidades diarias en juergas de gin tonics y cocaína. Un caso que, el PP reza por ello, podría y así se afirma sin ambages en los cenáculos políticos, acabar con imputaciones más altas. Una juez y un caso que han provocado y provocan un cisma en el PSOE. De hecho, la consejera de Economía, Carmen Aguayo, insinuó en Canal Sur en una entrevista que al menos dos consejeros de Empleo (José Antonio Viera y Antonio Fernández) estarían al tanto de todo. Griñán la reconvino en "El País" el pasado fin de semana. Su carácter hace presagiar que no van a doblegarla, aunque a los que alaban y no cesan su fortaleza habría que recordarles que la enorme presión sufrida la tuvo seis meses de baja.

Para tener todos los datos no conviene dejar de consignar que su marido auditó Mercasevilla cuando ella investigaba esta empresa, origen del escándalo. Eso le valió una recusación, que finalmente no prosperó. La magistrada, quizá para mitigar su fama de implacable, escribió en un auto: "Siempre me ha preocupado el estado de ánimo, el cansancio o cualquier necesidad física que pueda tener cualquier imputado, que por el hecho de serlo y conocer la carga que eso conlleva merece toda mi comprensión". Es de las pocas opiniones públicas publicadas sobre ella. Ninguno de los centenares de reporteros que la han aguardado a las entradas y salidas del juzgado le ha arrancado nunca ninguna declaración, aunque sí confesó una vez en una corta entrevista al inicio del proceso que era consciente de lo mucho que se examinaría su vida.

Alaya se reincorporó con fuerza al caso de los ERE, pero su ausencia incubó una tensión con los magistrados que la sustituyeron. Esa es otra de sus batallas ahora. Lo ha desvelado el periodista de "El Confidencial" Agustín Rivera, experto en el caso de los falsos ERE y autor del libro "El cortijo andaluz". El presidente del Tribunal Superior de Andalucía mantuvo hilo directo permanente con ella, contaba Rivera en una de sus crónicas, lo que, al mismo tiempo que revisar documentación en la convalecencia, le hicieron no perder comba. Acudirá estos días, como todos, con su "trolley" a los juzgados. Mientras la Junta permanece en vilo y ella desbroza y persigue a los implicados en una de las más grandes y vergonzosas tramas de corrupción conocidas.