Ni los potentes focos repartidos en lo alto de la caverna restan un ápice de espectacularidad al juego de reflejos provocado en las rocas y en el agua encharcada por las chispas de los soldadores que trabajan en el corazón del megacomplejo hidroeléctrico que Iberdrola construye al norte de Portugal. Todo llama la atención a 350 metros bajo tierra. El olor es extraño. La humedad condiciona la temperatura. Aunque los obreros, en tres turnos para cubrir las 24 horas, parecen acostumbrados ya a moverse entre las tripas de la naturaleza mientras hacen historia en el sector energético. Aquí, en Gouvães, a una hora al sur de la frontera luso-galaica, nace el sistema Támega, el futuro líder de producción renovable del país vecino y una de las mayores plantas hidroeléctricas del último cuarto de siglo en Europa, en un momento en el que levantar nuevos embalses está en peligro de extinción. Curiosamente, en todo este tiempo apenas cambió la forma de construir este tipo de instalaciones. "Sí lo hicieron los materiales, más resistentes, pero lo básico es lo mismo que se hizo en Galicia con la central de San Esteban", cuenta José María Otero Zarauza, vigués y responsable en Iberdrola del proceso administrativo del proyecto.

La de San Esteban fue también en su momento un emblema del sistema energético, la hidroeléctrica de más potencia en el viejo continente, "aprovechando uno de los impresionantes cañones del Sil", como recuerda el viejo vídeo con el que la antigua Saltos del Sil SA, hoy propiedad de Iberdrola, narró la puesta en marcha de la presa a finales de los 50. "Ha sido necesario el esfuerzo de más de 2.000 obreros y la inversión de miles de millones de pesetas", narra este tesoro de la ingeniería made in Galicia, donde efectivamente es posible comprobar que, más de 60 años después, la mayoría de técnicas y maquinaria siguen siendo iguales.

Como entonces, de uno al otro lado de la ladera en el exterior, los materiales necesarios para la construcción viajan en blondin, un cable-grúa "bautizado así en honor al famoso funambulista Charles Blondin", cuenta David Rivera, director del proyecto. Las obras cuentan con su propia cantera. El granito excavado en las montañas, de una calidad excepcional, se trata para conseguir el cemento con el que se arma la estructura de los embalses. En plural, porque el complejo de Iberdrola es realmente una triple central que suma 1.158 megavatios (MW) y su generación (1.766 gigavatios hora al año) servirá para cubrir el consumo de más de 400.000 hogares. Tantos como la demanda de las localidades situadas a su alrededor, con Braga y Guimarães. Un gigante verde presupuestado en 1.500 millones de euros, de los que una parte importante, 650 millones, están financiados por el Banco Europeo de Inversiones (BEI) por el papel estratégico en el sistema energético, más allá del territorio portugués. ¿Por qué?

Desde el 1 de julio de 2007, España y Portugal funcionan como un único mercado eléctrico, el Mibel. La energía se comparte, por lo que cualquier mejora en uno de los países beneficia en el prcio del otro, unidos ambos por las interconexiones internacionales de Galicia, Extremadura y Andalucía; y enlazados al resto del sistema europeo a través de los Pirineos. Por sí solo, el complejo Támega supondrá un 6% de la potencia instalada en Portugal. La hidroeléctrica es, además, barata. Usa agua y no hay que repercutir el gasto en combustibles fósiles. Pero es que en el caso de la triple central de Iberdrola hay que añadir la incorporación de un sistema de bombeo, única manera de almacenar electricidad.

Los, en argot del sector, generadores reversibles se instalarán en esa inmensa caverna en Gouvães. Son cuatro y reúnen una potencia de 880 MW. En junio finalizaron las excavaciones y es posible ver ya la primera de las cuatro alturas en las que se asentará esta parte de la central, alimentada por el río Torno. En momentos de exceso de generación y baja demanda -ocurre, por ejemplo, por las noches, cuando el viento sopla más fuerte, hay más producción eólica, pero el consumo está en el momento más bajo de la jornada-, las instalaciones aprovecharán para gastar parte de esa energía sobrante con el encendido del dispositivo que le permite recuperar agua desde otra de las presas del sistema, el de Daivões, y prepararse cuando la situación sea la contraria, que haya que desembalsar agua para elevar la producción porque la demanda crece.

El bombeo del proyecto de Iberdrola desempeña una doble función para toda la Península: aporta energía y da seguridad porque el sistema eléctrico tiene que tener en cada momento tanta electricidad como la que se está consumiendo. "Flexibilidad", resume Rivera.

El desnivel que separa Gouvães y Daivões alcanza una cota de 660 metros de altura. Las dos centrales están engarzadas con un canal soterrado de 6 kilómetros. El embalse de esta segunda pata del complejo va tomando forma después de las tareas para desviar el cauce del Támega, que también aporta el agua y el nombre para la tercera central, ubicada un poco más arriba. El río, que nace en la sierra de San Mamede, en el municipio de Laza, y desemboca en el Duero, es igual que la experiencia en la construcción de las hidroeléctricas parte del legado de Galicia al proyecto.

"Al final se trata de un proyecto de unas dimensiones muy importantes, haciendo tres aprovechamientos simultáneamente, con Gouvães y Daivões muy relacionados, y eso implica coordinación", destaca José María Otero. El programa técnico se cumple a rajatabla. El 35% de las obras está ya culminado y la previsión es completarlo todo en 2023. No son pocos los obstáculos. La geología, la meteorología... "Ahora que tenemos el río desviado -añade el responsable administrativo-, si hay un año de pluviosidad tremenda, las cosas pueden cambiar".

También la inversión desembolsada ronda a estas alturas ese porcentaje. De los 1.500 millones, 300 se pagaron al Gobierno portugués por la concesión. El proyecto viene de lejos. Del plan público para reforzar la capacidad hidroeléctrica del país en 2008. Iberdrola se garantiza la concesión durante 70 años y venderá su producción en el mercado "a pulmón", sin incentivos. Aunque el complejo tendrá su propio centro operativo, la multinacional se plantea la supervisión desde su centro para todo el Sil situado en el concello ourensano de A Rúa.

El largo proceso de autorizaciones permitió a Iberdrola "prepararse bien" e incluso fichar en la competencia técnicos especializados en la cada vez más residual construcción de presas. Actualmente hay unos 100 gallegos trabajando en el proyecto, que creará 13.500 puestos directos e indirectos a lo largo de las obras. Eso ha permitido el pleno empleo en una zona de Portugal muy deprimida y sin muchas oportunidades económicas. Siete cámaras municipales se están beneficiando de un plan de acción socieconómico con 50 millones de euros. ¿No ha habido mucho rechazo por parte de agentes sociales y ecologistas? "Algo sí, pero esto aquí se vive como aquello de Bienvenido, Mr. Marshall de vuestra película en España", coinciden varios periodistas portugueses durante la visita a las obras.

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