El último baile en Sabucedo

Tres aloitadores intentan domar a una besta.

Bernabé / Javier Lalín / Agencia Atlas

Los bestas de O Santo ya corren a sus anchas por los montes de Sabucedo, ahora con sus crines rapadas y desparasitadas para enfrentarse al caluroso verano. Ayer se celebraba el último curro de la Rapa 2023, a las 12.00 horas del mediodía en las bancadas de piedra no entraba un alfiler. La música de las gaitas, el acordeón y los tambores se hacía escuchar por toda la aldea mientras se esperaba al verdadero ritmo de esta tradición milenaria; el trotar de los caballos corriendo hacia la arena, un camino con el que ya están más que familiarizados.

En torno a las 12.15 los equinos ya entraban por el cierre de Cataroi y tocaba el turno a los más pequeños, a la cantera de aloitadores, para retirar a los “bichos”, como llaman a los potros. Esta costumbre sirve a dos fines, el primero es retirar a las crías para evitar que se hagan daño durante la rapa, el segundo es que los benjamines se inicien en este baile cuerpo a cuerpo con las bestas, preparándose para cuando el rival sea mucho más grande y bravo. Valor no les faltaba, tanto niños como niñas, protegidos por los veteranos en todo momento, se adentraban en el tumulto para rescatar a los potros, sus iguales. Algunos de ellos no aparentaban más de seis o siete años, pero esto no era un impedimento, demostrando que la Rapa cuenta con relevo generacional para pervivir por muchos años más.

La cantera aloitando con los veteranos. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

La cantera aloitando con los veteranos. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN / nerea couceiro

Una vez los bichos estaban guardados, empezaba oficialmente el baile. La coreografía de los aloitadores, perfectamente estudiada: uno salta sobre la yegua, otro acude a su encuentro y juntos tapan sus ojos y orejas para desorientarla. Luego, un tercero sujeta la cola, hasta que poco a poco, presa de ese abrazo, esta se calma. Es entonces cuando llega la vacuna y las tijeras, la crin cae a la arena, que empieza a teñirse de negro seda y mientras, el resto de compañeros realiza un cordón en torno al equino para proteger a los aloitadores.

Al ser el tercer día, se notaba que los caballos ya necesitaban volver al monte, por lo que algunos daban algo más de guerra para dejarse dominar, aunque al final acababan cediendo a aquellos que son más sus cómplices, sus cuidadores, que sus contrincantes. Con todo, no se dio la clásica imagen de altercado entre “garañóns” (los machos de la manada).

Una yegua con geolocalizador. | //BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Una yegua con geolocalizador. //Bernabé/Javier Lalín / nerea couceiro

Como siempre, los de Sabucedo se iban turnando para entrar a la arena, de modo que todos pudiesen parar a coger aire en algún momento, o acudir a tratarse las heridas. En relación a esto, la unidad móvil del 061 atendió ayer un total de 52 lesiones, por fortuna ninguna demasiado grave, aunque teniendo en cuenta que se aloitaron 47 bestas, las cuentas da a más de un herido por maniobra. Por su parte, el presidente de la Asociación Rapa das Bestas, Paulo Vicente, asegura que todo ha ido bien: “estamos muy contentos, no ha habido heridos graves y hemos conseguido reunir a suficientes bestas para realizar los tres curros”. Fueron 150 los hombres y mujeres que durante el fin de semana se midieron las fuerzas con los equinos en la arena. Algunos debutaban, otros llevan años en el primer equipo. Ahora todos ellos cogen fuerzas con la mirada puesta en la próxima edición de la Rapa de Sabucedo.