Laura Coto Caramés nnficha personal | Traumatóloga

“La falta de recursos es tal que debes volver a la medicina de libro y a la exploración ”

“Tanto en Camerún como en Chad, lo que más me emocionó fue el agradecimiento de la gente, te hace sentirte afortunada”

La estradense Laura Coto tratando a un paciente en Chad.  |

La estradense Laura Coto tratando a un paciente en Chad. | / nerea couceiro

Laura Coto Caramés es una traumatóloga de origen estradense que actualmente ejerce en el Hospital Lucus August, en Lugo. Lo encomiable de esta joven es que su afán por ayudar a los demás a través de la medicina no se limita a todas las horas y días que dedica a su puesto de trabajo, sino que en sus vacaciones, parte hacia países con pocos recursos para resolver casos complejos o apoyar en la formación de sanitarios en esas zonas. Lo hace de forma desinteresada, simplemente por intentar mejorar, en la medida de lo posible, las condicionas de vida de otros, que no cuentan con la suerte de disponer de las facilidades que existen en otras regiones del globo, como la nuestra.

–¿Cuándo empezó a dedicar parte de sus vacaciones a realizar viajes cooperativos?

–Fui el año pasado por primera vez. Yo ya estaba vinculada con el mundo del voluntariado a través de la Cruz Roja, tanto en A Estrada como ahora en Lugo, cuando me mudé, pero así a nivel internacional empecé en el 2021. Fue en octubre, y viajé a una aldea llamada Dfchang.

–¿Lo hizo a través de algún programa o fue por su cuenta?

–A través de un apartado de colaboración de la Sociedad Española de Traumatología.

–¿Tuvo siempre claro que le gustaría viajar a países con menos recursos para ayudar o fue una decisión espontánea?

–Siempre tuve la idea de hacerlo, pero en este caso, para poder participar en estos programas es preciso haber acabado la especialidad, por ello tuve que retrasarlo. Al fin y al cabo, nosotros vamos para ayudar o resolver casos más complejos, pero el objetivo fundamental es formar a la gente de allí para que puedan gestionar estas cuestiones por su cuenta, por eso es importante contar con experiencia.

–¿Ha participado de nuevo este año? En caso afirmativo, ¿a dónde?

–Así es, aunque en esta ocasión estuve en Chad, en noviembre. El plan es que cada mes salga una expedición a diferentes puntos para que exista cierta continuidad, por lo que dependiendo de nuestras vacaciones, viajamos a un sitio o a otro. En esta ocasión, por ejemplo, hicimos coincidir nuestra expedición con la graduación de los estudiantes de medicina del hospital de Chad, y así ayudar con la lectura de tesis y participar en el acto. Solo eran 17, y la mayoría estaban becados por familias españolas. Te das cuenta del gran esfuerzo que supone para ellos y sus familias poder formarse y perseguir sus sueños.

–¿Qué fue lo que más la impactó de estas experiencias?

–¡Uff! Todo. Pero sobre todo, la tremenda falta de recursos que tienen. Aquí tenemos todo tipo de tecnología, mientras que ellos cuentan con una máquina de rayos X y esas son las únicas pruebas que puedes realizar, por lo que tienes que volver un poco a la medicina tradicional, la de libro, basándote más en las exploración del paciente, en lo que te cuenta y en tu propia intuición. Además, la medicina no es pública, como aquí. El paciente debe pagar parte de la consulta, y el material que se usa para tratarlo. Nosotros siempre llevamos para dejarles, pero aún así no es suficiente. El acceso a la atención sanitaria es muy difícil.

–Hábleme de su último viaje, en Chad, ¿Tiene alguna anécdota en particular?

–Hay tantas que no sabría cuál decir. Unos días antes de que llegásemos, por ejemplo, hubo una serie de revueltas en el país en contra del actual gobierno, no democrático. En ellas, las fuerzas armadas cargaron contra la población civil dejando numerosos heridos graves y 70 fallecidos. Tuvimos que atender heridas de bala, realizar operaciones complicadas e incluso alguna amputación, algo con lo que aquí no estamos familiarizados, porque no suele pasar. Otra cosa que me llamó la atención es cómo afecta el clima a la posibilidad o no de recibir atención sanitaria. Tuvimos un paciente que pese a haberse roto la cadera en julio, no consiguió visitar el hospital hasta noviembre a causa de las lluvias y las tormentas.

–¿Considera que ha aprendido alguna práctica que le ha podido implementar a su trabajo en Galicia?

–Al no contar con la tecnología que tenemos nosotros, aprendes que a veces no es necesario hacer 2.000 pruebas para dar con un diagnóstico. Empiezas a recuperar la confianza en tu intuición y en tu conocimiento, pero también tiras más de exploraciones y de interrogar al paciente. A nivel quirúrgico, sin embargo, es más complejo poder incorporar técnicas suyas, porque los problemas que hay allí, principalmente infecciones, son poco comunes aquí.

–¿Recuerda algo que la haya emocionado en estos dos viajes?

–Todo te emociona, de una forma u otro. Vuelves con la mochila cargada de cosas buenas, aunque también de frustración e impotencia por no poder hacer más. Con todo, diría que lo que más te llega es el agradecimiento de la gente. A nada que les hagas, les cambia el semblante. Yo siempre dejo media maleta allí, ropa, material médico, y los estudiantes, por ejemplo, se alegran tanto por algo tan pequeño como un boli, que te das cuenta de lo afortunados que somos por haber nacido aquí, y gozar de todos estos recursos que muchas veces desperdiciamos.

–¿Qué considera se podría hacer para mejorar las situaciones de estos países?

–Es complicado. Allí llegan ayudas por parte de Europa pero hay mucha corrupción, por lo que gran parte de ese material, o ese dinero, se pierde por el camino. Creo que lo fundamental es formar a su sociedad para que sean autosuficientes. Como dice el refrán, no dar pescado, sino enseñar a pescar.

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