Todo trabajo bien hecho requiere, además de conocimiento, sacrificio. El Cocido de Lalín es un buen ejemplo de que para elevar este plato a un reconocimiento internacional hay detrás más de medio siglo de esfuerzo de administraciones públicas, empresas agroalimentarias y restaurantes. A dos semanas del día grande de la fiesta, los vecinos de Botos mostraron ayer cómo se prepara el producto estrella de un plato al que en los últimos tiempos le están apareciendo varios remakes, pero en Lalín está su versión original.

Como el sacrificado en el cocido es el cerdo, el ritual etnográfico fue representado por un ciento de vecinos de Botos en la 21ª Matanza Tradicional do Porco, uno de los actos principales de la Feira do Cocido. El protagonista, bautizado como Kim, un macho de 180 kilos, fue criado en Bendoiro. Para cumplir con la normativa, llegó muerto y tras las labores de chamuscado y retirada de vísceras y otros órganos que ni mucho menos se desechan -del cerdo, hasta los andares- se colgó antes de ser despiezado. Aunque los que peinan canas y los mayores conocen bien el ritual, la matanza fue comentada por el antropólogo Xoán Carlos García Porral y por el periodista Manuel Vilariño, porque uno de los objetivos de este evento es preservar la tradición. El público se fue concentrando en la era de la Casa dos Picheles (Vilamaior) y por momentos este espacio se quedó pequeño para dar cobijo al público, que, antes de la multitudinaria comida servida bajo una carpa, ya degustó viandas como panceta y chorizo a la parrilla o una amplia selección de postres.

Entre los presentes, además del alcalde, José Crespo; miembros de su gobierno y de grupos de la oposición, también estuvo el conselleiro de Turismo, Román Rodríguez, acompañado de su hijo mayor. El coordinador del Xacobeo pudo ver como dos peregrinos, que realizaban el Camino, se interesaban por el evento etnográfico. Un norteamericano de Philadelphia y un malagueño que habían coincidido en Ronda haciendo la ruta jacobea continuaban con su marcha hacia Compostela.