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"Lo único que me preocupa del Lalín de ahora es que las aldeas se están quedando todas muy vacías"

-¿Tiene pensado regresar a Lalín alguna vez o prefiere quedarse a vivir en Australia?

-De momento, no. Tengo tres hijos y nietos allá. Lo ideal sería poder vivir seis meses aquí y otros seis allá, pero eso es muy complicado a todos los niveles.

-¿Es cierto que los australianos son tan especiales como dice la leyenda negra que les persigue?

-Son algo raros, la verdad. Para empezar, son hijos de convictos, pero ni se te ocurra recordárselo. Y, después, también influye el aislamiento. Hasta los años 60, solamente llegaban allí los barcos en viajes eternos de un mes de travesía en la ida y otro en la vuelta. La gente se lo tenía que pensar dos veces antes de embarcarse, y lo que pasaba es que la mayoría terminaba por hacer un solo viaje. Luego vino el avión y, también, la emigración, que fue lo que cambió todo eso. Llegaron italianos, alemanes y de otras partes del mundo, y eso supuso un gran cambio. Ahora, la gente joven viajaba mucho también. Sí es cierto que, en general, tienen buena fama en mundo porque son buena gente.

-¿Qué le parece Lalín ahora, después de tantos años viviendo en el extranjero?

-Me gusta mucho. Lo único que me preocupa es que las aldeas se están quedando todas muy vacías. Yo recuerdo que cuando vivía aquí sabía plantar el centeno, segarlo y molerlo, hacer el pan, y todo eso. Mis hijos ya nada, porque están allá, pero incluso aquí las nuevas generaciones perdieron todos esos conocimientos que teníamos antes. Lo que no sé es si hará falta algún día volver a recuperarlos.

-¿Cuál es el mayor problema que tiene hoy Australia?

-Sin duda, el desempleo. Está llegando al 5 por ciento. Lo bueno es que la educación y la sanidad siguen siendo gratuitas, a no ser que tengas un alto nivel de sueldo porque entonces tienes que tener su seguro privado. A mi me vino muy bien ese sistema de vida, sobre todo en el ámbito académico. Yo me presenté en la universidad pensando que me iban a poner reparos con la edad, y mi sorpresa fue que me dijeron que allí mi edad no tenía nada que ver. Me dieron una beca como la de cualquier estudiante por un valor de 95.000 dólares, que me ha servido para seguir formándome en algo que me gusta mucho.

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