Diego García comenzó a trabajar como tratante de potros con sólo 14 años -hoy supera los 60-. El único vínculo que tenía entonces con el sector "era que me gustaban estos animales", y que tenía contacto con un carnicero con tiendas en Lugo y Vigo. Enseguida, y aprovechando que las ferias de Monterroso o de Agolada estaban en su apogeo, el transporte de potros para su sacrificio se extendió a otros mataderos ubicados en Valencia, Madrid y otras ciudades del país.

Aunque Deza guarda una estrecha relación con el mundo del caballo, los mejores potros eran los criados en los montes y, sobre todo, "los de la zona de Vigo y Torroña". Las crías se retiraban en las baixadas de los animales, "Por entonces, había ganado en todas partes", recuerda García. Y Sabucedo no podía ser menos. En la parroquia estradense se distinguía entre "os cabalos do santo", que vendía el sacristán y cuyos beneficios iban para el párroco, y los ejemplares del resto de vecinos. "En los años 60, los potros llegaron a pagarse a 7.000 pesetas. Eran más caros los que se criaban en casa, ya que los de monte solían pesar menos".

Esta carne era y es más barata que la de ternera, y suele recetarse para niños y mayores por su alto contenido en proteínas. Hubo tiempos en que Ganados Diego mataba "60 animales en un día en Madrid". Pero con el paso de los años las carnicerías especializadas fueron cerrando, y el brote de peste equina que se detectó en Madrid y Toledo en 1987 supuso un duro golpe al sector. "Las carnicerías estaban desabastecidas, porque cerraron el matadero de Madrid y no podíamos sacrificar en mataderos de cerdo. Al final, pudimos matar en el de Astorga", recuerda.

El precio tan asequible de esta carne motivó que hubiese hasta cinco carnicerías especializadas en A Coruña, tres en Lugo o dos tanto en Vigo como en Santiago. Incluso Lalín llegó a tener un despacho. Hoy en día, Ganados Diego sigue suministrando carne de potro a Vigo, Barcelona y Benidorm, aunque este alimento "escasea mucho". Lo mismo ocurre con la carne de burro, destinada al alimento animal en zoos. Hubo mejores tiempos, como aquellos años en que "ibas a Verín o a Xinzo y en cinco minutos tenías el camión lleno" de asnos, porque los vecinos de Portugal cruzaban la raia ya que era más fácil venderlos en España. Más lejos queda aún su venta como animal de carga y de trabajo. Diego García no lo duda: "para eso, tenían mucha fama los de Mondoñedo".