Béisbol - Primera Nacional

Home run en otro hogar

Jugar en el Trasnos ha ayudado al venezolano Eduardo Urdaneta y al cubano José Ismael Álvarez a adaptarse a su nueva vida en Vigo

José Ismael Álvarez (izq.) y Eduardo Urdaneta, en el Marcote. // Alba Villar |

José Ismael Álvarez (izq.) y Eduardo Urdaneta, en el Marcote. // Alba Villar | / Armando álvarez

Armando Álvarez

Armando Álvarez

Nacieron con escasos meses de diferencia y con escasas semanas de diferencia llegaron a Vigo. El Caribe los separaba y la ría los ha reunido. Antes de conocerse ya compartían pasión e incluso montículo. Hoy comparten también remeras. Eduardo Urdaneta y José Ismael Álvarez, venezolano y cubano, han emigrado en busca de un mejor porvenir. La migración a la vez desubica, en ese periodo delicado de la postrera adolescencia. El béisbol los hermana y los arraiga. Ya son olívicos. Se sienten duendes. Trasnos disfruta su talento.

Eduardo David Urdaneta Aponte comenzó a jugar a béisbol, que el pronuncia americano, con apenas tres años. “Mi juguete de chiquito eran un bate y una pelota; o un palo de escoba y unas chapas. Todos los chamos batean chapitas. Es parte de nuestra cultura”. A los diez se enroló en un equipo. Y con 15 lo captó una academia, de las que allí proliferan. “Tienen ojeadores dispersos por todo el país. Llevan a los que les gustan y les hacen una prueba. Si la pasas, firmas el papeleo. Vives allí mientras te forman para ser profesional. Es parte de suerte y parte de habilidad”.

En Eduardo se alinearon los dos factores. “Me permitieron desarrollarme con más calidad. También estudiantilmente. En el programa se acomodan estudios y béisbol, de forma que se cultiven los dos de la forma más armónica posible”. Agradece la experiencia, aunque concluyese de manera amarga. Se lastimó el codo. Cumplido el límite fijado para su recuperación, en la academia lo descartaron. “Ya después se vio que era por un coach de picheo. Los cuatro lanzadores estuvimos lesionados. Este tipo nos metía demasiada mecha. Nos lanzábamos pelotas de 16 onzas (453 gramos) a 170 pies (51 metros) cuatro veces por semana. No descansábamos el brazo. Llegó un punto que sentía que se me iba a caer”.

“Después que me botaron de la academia, no sé si fue una depresión autodiagnosticada, pero me encontré muy mal”, relata. “Toda mi vida había tenido esa visión y de repente se acabó. Durante seis meses lloraba todas noches, afligido. No quería saber nada de ningún tipo de deporte, veía cualquier cosa y me entraba la tristeza. Lo he ido superando, digo yo que bien”.

Mientras el caraqueño Eduardo enjugaba sus cuitas, José Ismael Álvarez Lorenzo escribía su propia historia en La Habana. Ligeramente más joven, a él lo seleccionaron para integrarse en el equipo de la ciudad. Como habanero ganó el campeonato juvenil. “En Cuba el béisbol es el deporte nacional, la sangre cubana, como el fútbol en España”, compara.

Y él, por sangre, comparte orillas atlánticas. Su madre, de abuelo vigués, y José Ismael se nacionalizaron españoles y se mudaron a Vigo hace cinco meses gracias al programa Retorna de la Xunta. El joven admite: “Ha sido un poco duro por el tema de la familia. Mi padre, mi hermana y mi sobrina siguen allá, con el espíritu y la confianza de que nos vamos a reunir pronto”.

José Ismael Álvarez y Eduardo Urdaneta.

José Ismael Álvarez y Eduardo Urdaneta. / Alba Villar

Eduardo valora su aterrizaje de manera parecida –“un proceso duro”, repite–. Él había llegado poco antes, solo, aunque ahora reside con un tío. “No ha sido fácil, de verdad. Me he visto envuelto en varias situaciones. Gracias a Dios he sabido salir adelante. No está uno acostumbrado. Ya no es sólo el cambio de clima, sino de cultura, costumbres… También la gente tiene un trato distinto, tienes que saber hablarle. Es totalmente diferente a lo que hubiese podido imaginar en Venezuela”.

Seguir jugando a béisbol ha ayudado en la transición. Trasnos irrumpió en la existencia de Eduardo como una epifanía. Se entretenía lanzando bolas contra las mallas del campo de fútbol sala de Hispanidad cuando un chiquillo de 12 años se le acercó.

–¿Tú juegas al béisbol? Aquí hay un equipo.

–Está bien, fino.

“Me puse a hablar un rato con él”, cuenta de aquella charla con el canterano del Trasnos. “Me quedé con eso en la cabeza. Voy, averiguo, empiezo a llamar”. Dio así con el coordinador del club, Fernando Rodríguez. Se citaron para un entrenamiento en Marcote, cuyas instalaciones usufructúa la entidad. “Quedamos y ahorita estoy con ellos”.

Sobre esa época, un par de semanas más tarde, Fernando Rodríguez recibió otra llamada; la de la madre de José Ismael. “Y así empezó todo. La bienvenida del equipo ha sido superbonita, de mucho compañerismo. Yo pensaba que en España no se jugaba mucho el béisbol, pero se ve que le tienen ganas”, comenta el hispanocubano. Eduardo apuntala: “La gente es superamable. También yo soy un tipo sociable. Siento que me he integrado muy bien”.

Eduardo y José Ismale, con otros jugadores del Trasnos.

Eduardo y José Ismale, con otros jugadores del Trasnos. / Alba Villar

Ambos, de 18 años, se han incorporado a una plantilla de su edad media; los demás, nacidos en Vigo. El Trasnos, antaño potente, aspira a lograr la permanencia en Primera Nacional mientras prosigue su labor formativa. Estrenaron la temporada perdiendo 12-0 el domingo contra el Cambre, favorito al ascenso. “Eduardo y José Ismael están muy comprometidos. Nos dan un saltito de calidad y también de experiencia, aunque sean jóvenes. Aquí, entre liga y copa, son 25 jornadas. Ellos están acostumbrados a jugar entre 60 y 70 partidos por año”, explica el coordinador.

“Obviamente no está en punto de comparacion Latinoamérica con el béisbol que se juega acá en España. Pero le veo un nivel medio. Y es diferente la visión. Allí se sufre además de disfrutarse. Hay mucha presión. En esta parte es como más relajado, está mejor”, constata Eduardo, mayormente pícher. “Me ha sorprendido positivamente”, asegura José Ismael, zurdo y versátil. Él ha empezado a trabajar en una pizzería mientras espera retomar sus estudios. Eduardo anhela una beca universitaria. “Y pasarla bien, ya que estamos”. El béisbol contribuye a su felicidad; su particular home run, aunque su destino sea un hogar diferente del que partieron.