Hockey sobre patines

Caer, levantarse

Leo Torres, “Tomba”, ha relanzado el H.C. Cíes tras la dura etapa de la pandemia y contó con su sobrino Fran, “Tombita”, estrella emergente del Liceo, en una jornada de tecnificación

Leo y Fran Torres, Tombay Tombita, con los alumnosde la jornada de tecnificacióndel Cíes.   | // MARTA G. BREA

Leo y Fran Torres, Tombay Tombita, con los alumnosde la jornada de tecnificacióndel Cíes. | // MARTA G. BREA / Armando Álvarez

Armando Álvarez

Armando Álvarez

Ha concluido la jornada de tecnificación del Hockey Club Cíes en O Carme. La chiquillada se agolpa solicitando autógrafos. Uno de los pequeños eleva su stick con orgullo. En el envés, la firma de Tomba; en el revés, la de Tombita. Una saga originaria de San Martín, en la provincia argentina de Mendoza, que hoy se asienta en Galicia. Leonardo Adrián Torres, alma del club, ha contado en este cursillo con la coloboración de Francisco, su sobrino, astro incipiente del Liceo coruñés. “Mi pasión es enseñar. Cuando te viene un niño sin saber patinar, lo ves caer y levantarse. Sientes orgullo de verlo evolucionar a lo largo de los años”. El hockey sobre patines vigués también se cayó e intenta levantarse. Leo empeña su vida en auparlo.

“Lo de Tomba se debe a ese señor que está ahí, en la baranda”, sonríe Leo. Sus padres están de visita estival en Vigo. Juan Leonardo, el sénior, legó un apodo familiar cuyo origen han olvidado. “Se lo pusieron a él. Luego nos quedó a mi hermano y a mí desde chiquitos. No sabemos de dónde arrancó ni por qué”, relata.

Leo fue Tomba, en consecuencia, antes en las calles y los parques mendocinos que en las canchas. No existía en su casa tradición previa de hockey. Su abuela paterna, Laura, le regaló sus primeros patines y se lo llevaba a practicar sobre el asfalto de la Plaza Italia. Y en el Club Casa de Italia, que estaba enfrente, se enroló aquel diminuto Leo, ignorando que tal decisión iba a marcar profundamente su existencia.

Ya nunca ha menguado tal devoción en todos los meandros del camino. Leo se embarcó con 17 años hacia Tenerife por ser profesional. Militaría después en el Liceo y durante una década en clubes portugueses como Barcelos y Benfica. Jugó también en Italia antes de recalar en el Vigo Stick. Casado con un coruñesa, su hija Valeria nació en la ciudad herculina; Rocío, en la olívica. “Siempre había estado de un lado para otro. Vigo nos gustó para vivir y nos afincamos acá hace 15 años. Ya no me muevo”, anticipa.

Tomba clausuró su carrera como jugador en Valença. Se había retirado cuando su amigo Micha Fernandes lo reclamó en el club miñoto, que acababa de refundar. Tomba jugó en él de los 42 a los 45 años. Contribuyó a ascender al equipo de Tercera a Primera y se despidió. En ese momento ya estaba volcado con su propia criatura: el Cíes.

La entidad que creó y regenta, centrada en la formación, vuelve a florecer tras el impacto de la pandemia. También el Cíes cayó y se levanta. Para sobrevivir, durante dos años compartió actividad con el Traviesas. Esa simbiosis ha concluido. “Volvemos a relanzarnos sobre los niños más chiquititos. El mayor tiene 12 años”. Fueron 23 los niños que habían resistido –también al traslado de Bouzas a Castrelos–. En la captación de junio se les ha unido otra veintena. El sábado, en la jornada de tecnificación, participaron 27 chicos y chicas, de Ponteareas o la raya lusa además de los propios. Tomba, en su misión apostólica, anuncia: “En septiembre organizaremos sesiones de puertas abiertas para que vayan a probar todos los niños de 4 a 8 o 9 años. Les prestamos patines y toda la indumentaria. Espero que podamos formar una base sólida”.

Fran y Leonardo Torres, Tombita y Tomba, en el pabellón de O Carme.

Fran y Leonardo Torres, Tombita y Tomba, en el pabellón de O Carme. / MARTA G. BREA

El Cíes competirá esta temporada en prebenjamín, benjamín y alevín. El plan consiste en acompañar a los jugadores conforme maduren. Tomba dispone de fieles aliados: “Los padres están trabajando incondicionalmente, de una forma muy especial y con mucho cariño para que esto siga adelante. Sin ellos, no hubiese sido posible volver a arrancar como lo hemos hecho ahora”.

Tomba retiene la historia agridulce del hockey sobre patines olívico. Él, además de jugar en la OK Liga con el Vigo Stick, disputó con conjuntos foráneos aquel añorado Ciudad de Vigo. “Era el mejor torneo del mundo”. No se ancla en la nostalgia: “Nosotros tenemos que competir con tres equipos de A Coruña y cuatro o cinco de Santiago. Aquí estaban Vigo Stick, Ureca, Club de Campo... Todo se fue perdiendo. Hemos empezado de nuevo y con muchas ganas. Ponteareas, Traviesas, Monçao, nosotros.... Es bueno que haya muchos por la zona y más que aparezcan todavía”.

Un aventurero de 14 años

Mientras él sembraba en Galicia, en Argentina germinaba su semilla. Al hockey se habían dedicado su hermano y el primogénito de este, Yago. Y finalmente el pequeño, Fran, que pronto descolló. El propio Leo les habló del talento de su sobrino al presidente del Liceo, Daniel Echevarría, y al directivo José Luis Huelves, legendario portero. Fran decidió tomar el hatillo, como su tío treinta años antes, e incluso superándolo en precoz valentía. Partió de casa con 14 años. Llegó a A Coruña siendo Tombita. “Tuve esa idea. Ya me quedó”, explica. “Estuve a prueba tres meses y dijeron que me querían. El tren pasa solo una vez. Lo supe aprovechar”.

Tombita brilla, un lustro después, en la primera plantilla liceísta. Los alumnos de la jornada de tecnificación se le aproximan con la misma admiración que él exhibe por Leo: “Mi tío siempre ha sido un referente para mí, mi ídolo. Me da consejos”. Tomba presume a la contra: “Francisco ha hecho cosas a su edad que son impensables. Yo, ni la mitad. Ha sido campeón del mundo sub 19 con 17 años. Estoy muy orgulloso de él, sobre todo porque es un chaval impresionante, muy humilde, que trabaja todos los días para cumplir su sueño”. Ambos caen y se levantan. Comparten sangre, alias y pasión, que Fran condensa: “El hockey es un deporte hermoso”.

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El Pablo Beiro ha sido el hogar del Cíes durante doce de sus trece años de trayectoria. El pabellón, sede también del Amfiv, quedó clausurado en septiembre pasado. Las filtraciones de agua habían afectado a pilares y armaduras del techo. El Concello adjudicó las obras de reparación hace escasos días.El Cíes ha centralizado su actividad en Castrelos mientras aguarda su vuelta. “Lo único que pedimos es que se arregle. Tenemos mucha gente del barrio de Bouzas y del barrio de Navia. Diecinueve niños dejaron de jugar a hockey. Dicen que estará listo para octubre”, revela Leo Tomba. “Pedimos que se abra Bouzas para tener los horarios que nos corresponden y crecer”, detalla. La disponibilidad de pistas, antes y ahora, limita los planes de expansión. “El problema es de horarios de pabellón. Casi todos los clubes de A Coruña tienen cancha propia. Pueden entrenar tres veces por semana, dos o tres horas por día; lo que necesiten para evolucionar a los chicos. Aquí hay poco tiempo. Con muchos niños, es muy complicado. Es la diferencia que se ve con equipos de A Coruña”. Admite: “Sé que muchos deportes lo necesitan. Pero es la forma de crecer y poder competir con los equipos del norte”.

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