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polideportivo

Cuando Desi conoció a Chano

Desirée Vila y Chano Rodríguez, en el gimnasio del CAR

El nadador, en sus sextos Juegos, coincide con la atleta, que debuta, de cuyo padre es amigo y a quien animó a hacer deporte

Chano Rodríguez, vigués nacido en Cádiz hace 64 años. Militó en el Grapo y quedó parapléjico en prisión, a raíz de una huelga de hambre entre 1990 y 1991. La natación ha contribuido a su redención íntima y social. Desirée Vila, gondomareña nacida en Vigo hace 23 años. Se rompió la pierna derecha en 2015 practicando gimnasia acrobática y una negligencia médica obligó a amputársela. El atletismo ha formado parte de su reconstrucción vital, igual que la escritura y los estudios. Caminos diferentes para alcanzar un lugar común. Ambos coinciden estos días en el Centro de Alto Rendimiento de San Cugat y coincidirán en el chárter que los trasladará mañana a Tokio. Serán los sextos Juegos de Chano, que lleva ya tiempo instalado en el pedestal de las glorias. Serán los primeros de Desi, prescriptora –influencer, se dirá– relevante y positiva. La reunión culmina en cierto modo una premonición.

Desirée Vila, un ejemplo de superación

Desirée Vila, un ejemplo de superación CONSEJO SUPERIOR DE DEPORTES

Chano circula por el CAR casi ajeno al halo que le proporcionan edad y currículo. Otro vigués, el tenista Martín de la Puente, se fotografía con él y cuelga la imagen en sus redes. “Con la leyenda”, escribe el joven. “Me hizo gracia el tuit”, reconoce Chano. “No me molesta ni percibo mi edad. Lo llevo bien. Yo nado casi todos los días en mi club con chavales de cuatro a veintitantos años. Cuando estamos en el agua, todos somos ganadores. No hay un reloj biológico, sino un reloj físico. Mi pelea no es contra Daniel Días o Toni Ponce. Es contra el crono”.

Adjudica su frescura a la herencia. “Me parezco a mi madre, que cumplió este domingo 96 años y hace planes a largo plazo. Ella me sigue por Facebook, con su tablet. Yo le mando el enlace de las competiciones y ya me está pidiendo días y horarios. Debo salir a ella en que mi edad física no va con mi cabeza”.

Desi encara su debut olímpico “sin miedo ni demasiado nerviosa”, aunque confiesa que la burbuja de San Cugat “se está haciendo un poco larga. Ya tenemos ganas de viajar a Tokio”. Aunque los veteranos les mencionen lo extraño que será competir sin público y otras restricciones, “para los novatos será una pasada e igualmente una experiencia inolvidable. Seguro que los disfrutaré”.

Chano puede atestiguar que los primeros Juegos permanecen intactos en la memoria. “Los recuerdo con mucho cariño, con esas ganas de la primera vez, de intentar conseguir al menos una medalla. Al final fueron cinco”, dice de los suyos en Sidney. “Encontrarme casi en las antípodas, en un país nuevo, fue algo que no podré olvidar. Dando una vuelta por la ciudad fue cuando vi por vez primera carteles enormes de deportistas paralímpicos anunciando raquetas, ropa… Ahora en España es normal. Entonces fue un impacto”.

Desi dispone de proyección y talento para encadenar citas olímpicas. Estas ya constituyen, no obstante, la culminación de un proceso que se inició en aquella charla con el doctor Lores, que acababa de amputarle la pierna para salvar su vida.

–Yo te veré en unos Juegos; no sé ni cuándo ni dónde, pero llegarás –le pronosticó el médico a aquella adolescente asustada ante esa giro brusco de su existencia.

Desi se recuerda un año después, viendo en el televisor la ceremonia de inauguración de los Paralímpicos de Brasil y pensando: “Sería genial”. “No sabía ni en qué deporte. Todavía no practicaba ninguno adaptado”, matiza. Tras picotear otros, cuajó en el atletismo. Cuando se trasladó al CAR de Madrid y a la residencia Blume, Tokio se fijó en su horizonte: "Estás en un ambiente de deportistas del máximo nivel compitiendo por unos Juegos. Te contagias”.

Chano había afrontado la búsqueda de mínimas como el que quiere regalarse un último capricho. Pero ya vislumbra París 2024, con su seducción. “Cuando termine en Tokio será la hora de reflexionar, sentarme tranquilo y decidir si aguanto un poco más. Cuando compites a este nivel, tienes que dejar familia, amigos, viajes, comerte un buen cocido o tomarte un par de güisquis. Es lo que tendría que estar haciendo a mi edad. Te sacrificas de manera voluntaria, nadie te obliga. Si quiero mantenerme al nivel de los chavales, me tengo que privar de un montón de cosas. No cierro la puerta a nada”, admite.

Chano transmitió su entusiasmo a Desi en un momento que suena a epifanía. La gondomareña estaba en 2018 en el Centro Comercial Gran Vía, promocionando su libro “Lo único incurable son las ganas de vivir”. Chano le pidió que le firmase uno. “Es amigo de mi padre, pero yo no lo conocía. Aquel día me habló del deporte paralímpico y me dijo que era una opción”. Ya le había sucedido con Susana Rodríguez Gacio poco después de su accidente, en una carrera solidaria. “Susana me llamó la atención. Nunca había conocido una persona albina. Fue muy maja y superabierta, como es ella. Me animó a que probase algún deporte adaptado. Hoy estamos los tres aquí juntos. Será casualidad o el destino”.

Con Alejandro Brea.

Tanque y Ferrari

Chano arañó su clasificación para Tokio, pero al final afronta una agenda tan completa como en sus anteriores participaciones. Competirá en 200 (día 25), 100 (día 26) y 50 (día 1 de septiembre), siempre en estilo libre. Aspira a ser seleccionado para el 4x50 mixto. Una de las plazas masculinas debería dirimirse entre Toni Ponce y él.

Chano pelea estos días contra la inflamación en un tendón del hombro que le provoca una calcificación. Los estudios biomecánicos han consignado que inconscientemente está retrayendo el movimiento del brazo izquierdo. Los médicos le han advertido: “Chano, vas para 65 años”. Gestiona la lesión con la serenidad de sus muchas cicatrices: “Quedan días. Voy bastante tranquilo. Todo el pescado está vendido”.

Son muchas las incógnitas en la piscina por culpa del COVID. Hay rivales que no aparecen en el ranking, aunque se sabe que participarán, y otros que figuran con marcas de 2019. Chano y su entrenador, Alejandro Brea, han recabado información. Desde la altura de sus dieciséis medallas olímpicas acepta: “Trabajo igual que si fuese para el oro. Por madurez física y mental no me hago ilusiones; no va a ser. Las habas están contadas. Entrar en una final sería como ganar una medalla”.

Aunque todo el ciclo olímpico se enfocó a los 200, se resigna y se motiva: “No lo voy a poder nadar más rápido que en Berlín (donde logró la mínima). Esto está claro y lo tenemos adelantado. Estos días estamos intentando coger un poco de chispa. En teoría son mis últimos Juegos y me apetece nadar el 50 al mil por mil. Hemos aprovechado para ganar velocidad. Es como pasar de un tanque, con fuerza para el 200, a un Ferrari”. 

En las pistas del CAR.

En las pistas del CAR.

Salto de calidad

Desirée Vila, tras probar en otros deportes adaptados, se decantó por el atletismo en 2018. Clasificarse para Tokio se antojaba prematuro. El aplazamiento la benefició. “He dado un salto de calidad este año. Estoy más preparada a nivel psicológico para afrontar una competición de este calibre”, reflexiona. “Para formar a un deportista se necesita mucha experiencia. Me faltaba sobre todo a nivel internacional”.

Desirée competirá el día 2 en salto de longitud y en 100 metros libres el día 4 (semifinales, de mañana; la final sería de tarde). Es en longitud donde sobresalen sus registros. En el Europeo conquistó el bronce. “Me ha dado la seguridad de ser competitiva con las mejores y saber que me crezco, como la sensación que me dio Ana Peleteiro. Este año me ha permitido creer que puedo conseguir lo que dicen mis marcas”. También ha despejado la bruma generada por las cancelaciones: “Yo estaba segunda en el ranking, lo cual no era realista. Sabía que faltaba gente que no había competido. Son unos Juegos en los que puede pasar de todo. Estoy físicamente bien. Tendré tiempo para aclimatarme. Voy a darlo todo y ojalá pueda subirme al podio. Es el objetivo”.

Desirée había sido mundialista en gimnasia acrobática antes de la amputación. “Era otra edad. No me planteaba ser una deportista de élite o a qué renunciaba. Me gustaba, me lo pasaba bien y punto. Esta vez me he mudado a Madrid por el deporte. Dejé muchas cosas atrás. Fue una apuesta a ciegas. Nadie me aseguraba que iba a llegar a unos Juegos. Darte cuenta de este proceso te hace quererlo con más ganas.”

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