Chano Rodríguez ha estado durante meses enfrentándose a un abismo de milésimas. Había acariciado la mínima B para los Juegos de Tokio en 200 libres en Castellón, Berlín, Cádiz, Funchal, Barcelona... “Déjate las uñas largas”, le había dicho el seleccionador. El vigués regresó ayer a la capital alemana en su último asalto. Y se había tomado la broma como literal. No se cortó las uñas. “Más por una cosa psicológica que física”, advierte con humor. Puede que la queratina también le ayudase a vencer la resistencia del agua. Más ha podido esa mezcla de fe y terquedad que lo definen. La muralla ha caído. El comité paralímpico exigía un crono de 2.54.32. Chano ha logrado un 2.54 “pelado”. Sale de la piscina y se abraza a su entrenador, Alejandro Brea, mientras ríe.

–Les hemos dejado hasta propina. Genial.

Chano sigue en Berlín. Por la tarde, más relajado, disputó la final B. Hoy nada los 100 y mañana, el 50, que afronta “con muchas ganas”, aunque lejos en principio de otra clasificación olímpica. Desde el inicio del ciclo tuvo claro que asistir a sus sextos Juegos consecutivos pasaba por el 200. El aplazamiento por la pandemia debía jugar en su contra; un asalto no con 63, sino ya con 64 años. “Estar en Tokio es un capricho que me he querido dar. No estoy en el rango de medallas ahora mismo”, menciona. Son dieciséis los metales olímpicos que atesora en su casa. “Ya tuve mi época, hasta hace poquito”.

A su categoría, tras la reclasificación de discapacidades, han bajado rivales inalcanzables. Han proliferado los jóvenes talentos. Él, aunque se conserve primaveral, ha cumplido años. Muy atrás se había quedado su marca personal en la distancia, 2.34. Tocaba sufrir para cumplir con 20 segundos más. Y no ha escatimado esfuerzo ni recursos propios en conseguirlo: estudios biomecánicos, cambios en la rutina técnica... Nada parecía ser suficiente. En Berlín, en ese todo o nada, Brea decidió introducir una última novedad. “Tenía que salir la última opción. Toda la temporada me he encontrado muy bien, con mucha potencia y una técnica genial de nado. Habíamos hecho varios cosas. Aquí metimos una dieta más específica: una semana de carbohidratos, pasando un poco de hambre. Los últimos dos días ha sido una carga potente de pasta, solo pasta”, revela.

A media mañana llegó el momento de lanzarse al agua. “Salí valiente, confiado. La prueba de 200 no es muy larga pero sí muy táctica. Son cuatro parciales de 50 y no se te pueden escapar unas décimas en ninguno. En el momento en que se escapase uno de ellos nos podía pasar lo que en las últimas cuatro o cinco competiciones”, describe. Y aunque no mantuvo la regularidad en todos los pasos, tampoco se permitió ser permeable a las dudas. Su extraordinaria voluntad lo acompañó en el acelerón definitivo: “Hemos estado a tope. Me he encontrado bien, fuerte. He nadado el último 50 más rápido de toda mi historia deportiva. Es lo que me ha dado la oportunidad de hacer esta mínima. Se han alineado todos los astros”.

Es la mínima B. A diferencia de la A, que asegura el billete a Tokio, Chano depende del cupo. Pero lo da por sentado. “La mínima B te garantiza ahora mismo al 99,9 por ciento que vas a Tokio. Yo creo que ya es al cien por cien. La única plaza que quedaba libre la he cogido yo. A ningún compañero le faltaba para hacer la mínima”.

Sidney, Atenas, Pekín, Londres y Rio de Janeiro. Cinco citas en cuatro continentes a las que se añadirá Tokio, bien que en circunstancias especiales, con las restricciones de la pandemia en cuanto a público y convivencia. “Estos Juegos serán atípicos. Me da un poco de lástima que los compañeros nuevos que van a vivir estos Juegos se lleven una pequeña decepción”, valora.

Chano no ha estado solo en su lucha. Enumera sus agradecimientos: “Estoy muy contento por toda la gente que me acompaña en este viaje como David, de Rodosa; iFit, con Joan a la cabeza; Mais que Agua… Y sobre todo mi entrenador, Alejandro Brea, que ha pasado muchos nervios. Ahora ya está más relajado. Confiaba muchísimo en mí, pero hemos tenido que trabajarlo y venir a Alemania a conquistarlo en la última opción”.

“Ya podremos decir Teresa Portela y yo que somos los dos gallegos con más Juegos encima. Ella empezó en Sidney igual que yo”, recuerda y ya no se sabe si está de chanza o planifica cuando insinúa con picardía: “París está muy cerquita y ahí lo dejo”.