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Dos segundos de alma y ciencia

Técnica, táctica y biomecánica para que Chano Rodríguez logre el pasaporte a sus sextos Juegos

El nadador vigués Chano Rodríguez. FDV

Chano Rodríguez comenzará a nadar este domingo, a las 09.50, en la piscina de Castellón, donde se disputan los Campeonatos de España. Acabará cuatro largos y 200 metros después, poco antes de que se cumplan los tres minutos. Del crono exacto depende que en Tokio dispute sus sextos Juegos Paralímpicos. En la pelea por cada centésima se comprimen todas las decisiones, entrenamientos, estudios y herramientas que ha empleado durante los últimos meses. Una variación en el giro es la apuesta clave. A sus 64 años, el vigués cambia y se reinventa.

Sidney, Atenas, Pekín, Londres y Río de Janeiro constituyen sus jalones, con dieciséis medallas olímpicas. Solo Teresa Perales lo supera. Pero Chano siente que todavía le quedan capítulos por escribir. No claudicó pese al traslado de los Juegos de Tokio a 2021 por la pandemia. Y hasta bromea: “París 2024 ya queda cerca”.

Pero el proyecto nipón ha obligado a que Chano y su entrenador, Alejandro Brea, hayan diseñado con especial cuidado la hoja de ruta. Chano ha combinado todas las distancias rápidas, 50, 100 y 200, a lo largo de su carrera. Ha logrado triunfos en las tres, si bien confiesa: “Yo sigo siendo de 50, explosivo. Soy un cabeza de chorlito”. Sin embargo, no es la prueba que le convenía. Hace dos años se efectuó una recalificación médica de las discapacidades. A su categoría llegaron varios nadadores desde la superior, con registros inalcanzables. “Échales un galgo”, se dijo Chano. El 200 se impuso como el territorio más adecuado. “Es una prueba muy complicada, incluso para un nadador convencional”, admite el vigués. “No puedes ir dormido pero tampoco a tope. Hay que medir mucho la velocidad”.

El Comité Paralímpico ha fijado la mínima B en 2.54. Chano tiene una plusmarca personal de 2.38 pero ya lejana en su biografía. La consiguió en Pekín, hace trece años. En Berlín y Cádiz, los últimos test oficiales a los que se ha sometido, ha nadado en 2.56. Dos segundos que se antojan dos siglos lo separan de su meta; dos acertijos que necesita resolver a toda costa.

Chano y Brea han empleado todos los recursos que han tenido a su alcance, sufragados por el nadador, que a día de hoy carece de beca. En las visitas a los centros de alto rendimiento de Sierra Nevada, Madrid y Sant Cugat se ha sometido a estudios biomecánicos. Lo han grabado bajo el agua. Han definido cómo debía situar sus dedos en cada circunstancia. Chano dispone de unas gafas que le indican los tiempos, sobre el cristal, mientras entrena. “Pena que no las pueda llevar en competición. Hay que memorizar ese proceso para saber a qué ritmo estás yendo”, indica. “Ahora ya no puedes engañar al entrenador. Él sabe siempre a qué pulsaciones estás, si puedes forzar más la máquina o no”.

Brea no ha dejado nada al capricho de la fortuna. Han ido combinando los entrenamientos en el Mais que Auga de Navia con los de la piscina del Galaico, el club de Chano en Pontevedra, que tiene los 50 metros reglamentarios. Y están ejercitándose a la misma hora en que disputará el 200 para acomodar sus biorritmos. Nadará el 100 un día antes, mañana sábado. “Lo emplearé para probar cosillas”, revela.

La apuesta esencial está en los cambios de largo. Chano no realiza la clásica vuelta americana. Ya que discapacitado desde la cintura por su afección medular, no puede impulsarse con las piernas. Él realiza la maniobra solo con los brazos. “Giro como una trainera”, describe. Brea ha modificado la forma en que salía después. “Hemos visto que podemos rascar unas centésimas realizando brazadas un pelín más cortas y rápidas. Antes pegaba el giro y lanzaba el brazo todo lo más que podía al frente. Eso me ralentizaba. El problema nuestro es que hay mantener el centro de gravedad en su punto justo. Cuatro brazadas muy rápidas hacen que el cuerpo se enderece mejor”.

Conservar ese equilibrio cuando no puedes manejar la mitad de tu cuerpo resulta decisivo. “Cuando voy muy cansado y congestionado, la brazada se acorta y el cuerpo cae. Termino viéndome las piernas cuando nado. Juega mucho la zona lumbar y abdominal. Llevo muchos años trabajando con Joan Rodríguez en Ifit y hemos ganado mucho en la posición”. Todo por dos segundos. Nada más. Nada menos.

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