Diego Piñeiro suda a chorros en el gimnasio iFit, ajeno a la tentación próxima de O Vao. Junto a él trabaja el joven Martín Gayo, recién renovado por el Frigoríficos. El preparador físico Joan Rodríguez dirige sus esfuerzos. Piñeiro afronta un verano especial. Ha vuelto a casa tras un “mal año” en el Dunkerque. El pivote vigués enfermó de COVID y arrastró secuelas durante algún tiempo. Tampoco se ha sentido cómodo con el estilo de juego de la escuadra. Su etapa en el club francés ha concluido después de tres temporadas tan duras como enriquecedoras. En breve anunciará su próximo destino, también en el extranjero, que le entusiasma. La motivación se palpa en cada ejercicio que Joan le ordena. “Parece que estamos saliendo del túnel”, dice en general y de si mismo.

Diego Piñeiro acopia experiencias variadas a sus breves 26 años. De infancia en el Octavio, con 16 se mudó a León, captado por el Ademar. Ejercería de capitán del primer equipo desde los 22. Se fue al Dunkerque en 2018, en medio de una polémica reestructuración del club leonés, dejando impronta de prematura leyenda. Su contrato con el Dunkerque acaba de concluir. De la aventura en Francia, aunque el balance final le compense, le queda un regusto amargo. “He aprendido muchas cosas. Me llevo muy buenos compañeros y haber conocido un balonmano diferente en el que el físico prima sobre la táctica. Cuando todos empezamos de pequeñitos, queremos jugar en las mejores ligas y la francesa es la segunda más potente después de la alemana si no la mejor. También he aprendido una nueva lengua”, enumera. “Ha habido cosas malas, por supuesto, como estar lejos de la familia. Me costó adaptarme a un juego menos táctico. En mi posición dependemos mucho de los demás, de que se juegue en equipo y haya oportunidades. En Dunkerque no ha cuadrado. Me queda sensación un poco de pena, de no haber podido demostrar todo lo que creo que tengo. Pero contento. Cuando he jugado, lo he hecho bien. Me voy con la cabeza alta. Sé lo que valgo”.

La última de esas tres campañas ha sido la más compleja a nivel colectivo e individual. El estallido de la pandemia obligó a suspender la liga anterior cuando el Dunkerque, octavo, peleaba por acceder a las plazas europeas. Ese fue el objetivo que se fijó cuando la competición se reanudó con la nueva temporada. No lo han conseguido. El Dunkerque ha concluido décimo. “No diría que fue una decepción, pero sí hubo tristeza. Como en todos los deportes ha sido un año raro”, añade. “Estabas dos semanas parado y a los dos días tenías que jugar pese a que había casos de COVID en el equipo. Yo lo he sufrido”, revela.

La enfermedad marca el balance de Piñeiro. Se contagió a principios de marzo. Tuvo que guardar reposo en cama durante diez días. Sufrió mareos, vértigo, febrícula. “Me sentía bastante mal y no comía”, resume. La báscula constató su inapetencia. El vigués perdió casi seis kilos.

Su tormento, sin embargo, no concluyó al recibir el alta médica. “Tardé casi un mes en recuperarme y sentirme bien. Empezaba a entrenar y me mareaba, no tenía fuerzas”. Pîñeiro se recuerda frenándose en la carrera para toser, anclado en un agotamiento que no era capaz de superar. “Estuve un poco nervioso porque entrenaba y me cansaba muy rápido. Me inquietaba más poder rendir con el equipo que mi salud, pero claro que te preocupas. Es algo que no conocemos tan bien. Había menos información. Te produce dudas. Te preguntas: ‘¿Cómo voy a salir de esto?’”.

Piñeiro pudo finalmente recuperar el ritmo de sus compañeros, aunque ya con escaso tiempo para ofrecer su mejor versión en un escenario especialmente áspero. “Al final ha sido un año complicado. Parece que estamos saliendo todos los deportistas de este túnel de no saber cuándo vas a entrenar, cuándo vas a competir. Nos han anulado partidos el día antes, cuando ya habíamos viajado”, ejemplifica.

Tampoco le satisfizo la forma en que el Dunkerque gestionó su situación. Joan Rodríguez, con el que ya se había ejercitado durante sus últimas vacaciones veraniegas, ha sido una persona clave en su recuperación. “Siempre he estado con Joan desde que firmé en Francia. Es un profesional de referencia. En Francia, después del COVID, hablé con él. Sentía que no estaba bien. En el club no nos trataban de forma individual. Yo quería una atención más personalizada”, explica. “Le comenté todo y empezamos a trabajar a distancia. Me ha llevado el tema de la alimentación además de la preparación física. Ahora estoy en plena forma, incluso mejor que antes del COVID”.

Esa plenitud física, que perfecciona en cuatro sesiones semanales, se ajusta a la importancia del momento. Diego Piñeiro ha acordado un nuevo contrato. “No es nada oficial. Se anunciará dentro de poco. Estoy tramitando todo para dejarlo cerrado. Es en el extranjero”, anticipa el joven. “Este verano, al cambiar de equipo, te genera más motivación a la hora de seguir trabajando para mejorar como jugador”.

El nuevo proyecto

Piñeiro confirma que se traslada a un conjunto y un entorno que se ajustan más a su perfil de segunda línea talentoso. “No soy un pivote bajo, pero en Europa hay pivotes que me sacan fácil 15 centímetros. No todo es estatura y peso. Hay que saber jugar a balonmano, moverse, ser inteligente. Es verdad que cuánto mejor estés físicamente, mejor puedes competir contra gente que te gana en esos parámetros”, analiza. “Como estoy muy ilusionado con el nuevo proyecto, quiero llegar lo mejor que pueda para rendir. Este año ha sido malo para todos. Necesito volver a vivir el balonmano con la ilusión que siempre tuve. Después del COVID me apetecía trabajar duro. Desde que hablé con Joan nos pusimos las pilas”.

Piñeiro aún dispone de varios días más en su Vigo natal. Aprovechará la estancia de la selección española en Galicia para presenciar alguno de sus amistosos. Piñeiro debutó con la absoluta en 2017, pero no ha estado en su órbita desde hace tiempo. El joven ni descarta ni se engaña. “Todos competimos para ser los mejores y aprovechar si llegar la oportunidad. No me lo marco como un objetivo. Sería equivocarme. No depende de mí. Intentaré hacerlo lo mejor posible y disfrutar del balonmano en el día a día”, señala. “Es muy importante y muchas veces los profesionales lo olvidamos. En este año, con el COVID, no lo hemos disfrutado de la misma manera. Quiero reencontrarme con esa ilusión. Si viene la selección, lo acogería con los brazos abiertos”.