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En el laboratorio de Joan

En el laboratorio de Joan

Elsa Baquerizo se alza sobre las arenas tinerfeñas para caer sobre las de Shiokaze. Julio Vilas intentará aplicar sobre la cancha de Mushashino lo que ensaya en Bouzas. Chano Rodríguez sueña con la piscina de Tokio cuando surca la de Navia, igual que Fran Pérez con el estadio de la capital nipona en sus carreras por Balaídos. En todos estos anhelos, entre asegurados e inciertos, participa Joan Rodríguez. El preparador físico barcelonés, afincado en Vigo, ha fraguado proyectos olímpicos y paralímpicos desde Atenas 2004. Afinó a campeones e impulsa proyectos. Retiene lealtades y forja promesas. En O Vao se cocina su especial alquimia.

Elsa Baquerizo McMillan viajó ayer a Vigo, como suele cada año. La madrileña –nacida en Nueva York– va a disputar sus terceros Juegos junto a su eterna pareja en el vóley-playa, la alicantina Liliana Fernández Steiner. Aseguraron la plaza el año pasado, al ganar el torneo preolímpico. Subcampeonas de Europa en 2013, constituyen una sociedad tan consistente como rentable. En Londres 2012 y Río 2016 quedaron novenas. En Tokio aspiran a romper tal techo. “Tenemos muchas ganas. Ya ha pasado un año desde que hubiéramos debido disputar los Juegos. Los vamos a coger con mucha ilusión. Intentaremos llegar lo mejor posible a nivel físico, técnico y táctico. Daremos lo mejor de nosotras. Sobre todo queremos jugar bien, disfrutar la experiencia. Si con eso tienen que venir resultados, vendrán. Ojalá”, desea Baquerizo.

Elsa Baquerizo y Joan Rodríguez, en O Vao. Alba Villar

Baquerizo reside en Madrid. Durante el invierno establece su base de operaciones en Tenerife. El circuito mundial le obliga a viajar por todo el planeta. De su preparación física, sin embargo, se encarga Joan Rodríguez. Gestionan su programación a distancia, mediante vídeos, correos, llamadas... Y cuando conviene, la jugadora se desplaza a ese centro iFit que Joan Rodríguez, Sara Alonso y Adrián Ramilo regentan bajo la sede del Coruxo, en el campo de O Vao.

“La distancia es a veces complicada, pero con Joan llevo muchísimos años de carrera ya. Confío plenamente en él”, explica Baquerizo. “La confianza me la ha dado él, con su trabajo duro y los resultados que he obtenido todos estos años. Así que estoy muy agradecida”.

“Que ya se hayan clasificado te da tranquilidad. No se tienen que ir ganando la clasificación en los torneos previos. Puedes enfocarte a ese objetivo final de llegar bien justo en Tokio”, evalúa Joan, que entiende que Baquerizo y Fernández pueden optar a medalla. “Está todo tan igualado... El nivel en las veinte primeras parejas es muy similar y cualquier detalle hace que se decante a favor de una u otra. Necesitas que ese día te coincida todo”.

La labor del preparador físico adquiere especial relevancia en ese contexto de equilibrio. “Tratas de buscar mil detalles. Son pequeñas diferencias las que hacen que un deportista pueda clasificarse o tener buen resultado. Te vuelves un poco loco buscando las mejores soluciones. En el caso de Elsa, cuantos más días pueda entrenar y no le moleste nada, mejor. En el último torneo tuvo un problemilla en la rodilla, es un contratiempo y hay que tratar de que esté lo mejor posible”.

El voley-playa es una de las especialidades de Joan Rodríguez. En 2004, justo antes de mudarse a Vigo, se encargó de la puesta a punto de Javier Bosma y Pablo Herrera, que aquel verano conquistaron la medalla en los Juegos de Atenas. En Londres 2012 preparaba a Liliana Fernández, además de a Baquerizo, y también a John García, un español de madre inglesa que eligió competir por Gran Bretaña. Y había añadido al catálogo sus primeros paralímpicos gallegos, los baloncestistas Berni Rodríguez y David Mouriz. En Río 2016 ya había comenzado a colaborar con Chano Rodríguez.

Chano sigue en liza, persiguiendo sus sextos Juegos a sus 64 años. Le quedan dos citas, en Funchal y Castellón, para lograr la esquiva mínima. Fran Pérez, sobrino de Carlos Pérez, de atletismo en sangre, compite en categorías de parálisis cerebral. “Está claro que no se van a rendir”, establece Joan. Tampoco lo hará Julio Vilas, que ha figurado en las últimas preselecciones de baloncesto en silla. “No es de los fijos, pero está poniendo todo de su parte para que no se le quede nada en el tintero. Y si al final no va, al menos lo habrá intentado”. Era discípula suya Vicki Alonso, de las imprescindibles en el combinado femenino, hasta que la fichó el UCAM Murcia hace dos temporadas.

Joan no podrá viajar a Tokio. Las restricciones de la pandemia impiden incluso planteárselo. Ha podido asistir a los de Sidney y Londres, además de aquellos en la Barcelona de su juventud. “Pero como turista al no formar parte de una estructura federativa”, matiza. “Las federaciones ponen entrenador, seleccionadores… Los preparadores físicos están más lejos de eso”.

No le faltan satisfacciones, no obstante. “Nosotros siempre decimos que nos parece increíble que un ‘chiringuito’ en la playa de O Vao pueda tener varias participaciones en los Juegos. Nos hace sentir muy orgullosos del trabajo que hacemos”, indica sobre el iFit. “Y que venga gente que no nos conoce directamente pero que ha escuchado hablar de nuestro centro nos enorgullece mucho. A veces esto es muy gratificante. Puede ser por una medalla olímpica o una clasificación. Pero también por ver mejoría en gente de la calle o con discapacidad, en un chico que no era capaz de levantar el brazo y ahora puede manejarse bien por casa.Para nosotros eso también es alto rendimiento. Y lo bonito es tenerlos mezclados aquí”.

De todo deporte y condición

A Joan Rodríguez lo reclutó en julio de 2004 Fernando Vázquez, que lo conocía del trabajo con máquinas de electroestimulación durante su etapa en Mallorca y lo quiso como preparador físico. Cuando Carlos Mouriño destituyó a Vázquez, en abril de 2007, a su estela cayó Joan. No cesó, sin embargo, su presencia. A Vigo había venido por el Celta. Se quedó por amor. Joan había heredado la pasión por el fútbol de su padre, que coordinó la cantera del Espanyol durante 20 años. Sus intereses profesionales jamás se han contenido en esas fronteras. “Me interesan más los deportes más pequeños, en los que puedes influir más en el rendimiento”, suele comentar. Ha combinado lo colectivo (Coruxo, Vigo Stick) y lo individual; la élite y lo cotidiano; lo tradicional y lo innovador. Entre sus clientes pasados y presentes, además de los olímpicos, sobresalen Álex Barros (MotoGP), Arnau Julià (campeón del mundo de raids), Adrián Moreira (mundialista en raids), David Vázquez (mundialista de descenso), Ángel Suárez (mundialista de descenso), Miki Arpa (enduro), Iván Pozo (campeón de Europa de boxeo), Mila López (handbike) o Gus Gainzarain (campeón del mundo de kettlebell). Otros como María Araújo (baloncesto) y Diego Piñeiro (balonmano) suelen ejercitarse con él en sus veranos. Sara Alonso y Joan, socios en la vida y el oficio, tienen como proyecto más querido el que ha impulsado su amigo Isidre Esteve, piloto catalán que quedó parapléjico en 2007: un centro puente que ayuda a la transición tras lesiones medulares o similares y que tiene en Coruxo su primera sede fuera de Cataluña.

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