Solozábal, Epi, Iturriaga y Romay son nombres centrales en el relato. En 1984 se toman la revancha sobre Yugoslavia multiplicando el gozo. Cambian la derrota en semifinales de un Europeo júnior por la victoria en unas semifinales olímpicas. Ese plata angelina es un hito generacional, el de un país que se sacude las telañaras. Los cuatro copan títulos en el Barcelona o el Real Madrid. Otros jugadores tienen sus conquistas y las de Querejeta han proseguido después en los despachos, como factótum del Baskonia y prócer de la Euroliga.

Hubos otros jornaleros del balón, a quienes precisamente el talento de sus coetáneos cortó el paso hacia la selección. Le sucedió a Quino, que se cayó en el tercer y último corte de los Juegos de Seúl. Pero que en sus diferentes equipos fue siempre pieza clave. Y el que mejor sabía defender a esa máquina anotadora que era Epi.

El exalero rechaza que la molestia fuese mutua. "El que lo tenía que sufrir era yo. Él hacía lógicamente su trabajo. El jugador con el que peor lo he pasado deportivamente, en cuanto a poder conseguir situaciones de tiro, era Quino. Me tenía cogida la medida", admite Epi. "Él siempre tenía ganas de jugar contra mí, era un encuentro que generaba mucha expectación, qué iba a ocurrir ese día entre los dos... Quino ha sido el que mejor me ha sabido defender".

Varias figuras de esos años, como Iturriaga, Romay, De la Cruz o el propio Epi, han seguido teniendo presencia mediática. Siempre fue un grupo que inspiró gracia y ternura. El exbarcelonista agradece volver a reunirse con algunos en Vigo, el día 10, con motivo del Memorial: "Todos llevamos 25 años retirados como mínimo. Poder recordar momentos maravillosos es genial. Lástima que sea por este motivo, que Quino ya no esté, pero a la vez es muy merecido que se le recuerde en un memorial como gran jugador y gran persona".