Julia Vaquero empezó a correr de niña por los laberínticos caminos y "corredoiras" de A Gándara, su parroquia guardesa. Se ejercitaba de noche, quizás para evitar las miradas de extrañeza de sus vecinos. Iba de luz a luz, que eran muy escasas en el pueblo, imponiéndose al miedo en los largos espacios de oscuridad. Galopaba en realidad para huir de la pobreza. Cuarenta años después, tras tantos kilómetros y medallas, en cierto modo sigue en el mismo sitio. La medicación le ayuda a controlar su trastorno bipolar. Pero aún padece los altibajos propios de esa dolencia: las fases depresivas que siguen a las eufóricas, la oscuridad que siempre aguarda al final de la luz, la medianoche o el mediodía sin intermedios. La enfermedad y la problemática particular de los deportistas profesionales tras la retirada se conjugan en la complicada situación económica de Vaquero, que tiene como único ingreso una paga no contributiva de 369 euros al mes. El Consejo Superior de Deportes estudia cómo ayudarla.

Con Julia Vaquero contactaron ayer dos gallegos del Consejo Superior de Deportes situados en elevados puestos ejecutivos: Javier Rico, asesor del presidente del CSD y secretario de Estado para el Deporte, José Ramón Lete Lasa; y Ana Ruth Domínguez, directora del Servicio de Atención al Deportista y también del programa en el que creen que Julia Vaquero tendrá encaje: el Programa de Atención al Deportista de Alto Nivel, conocido como Proad.

El Proad está dirigido a los 4.000 deportistas que actualmente tienen la catalogación de alto nivel. Han participado en él alrededor de 700. Pero también se le abre sitio a figuras que pusieron fin hace tiempo a su actividad deportiva profesional y tienen problemas para reinventarse laboralmente. Este programa estudia sus casos, asesora a los deportistas y estudia posibles salidas.

La actividad del Proad, en una estructura piramidal, se concreta a través de coordinadores y bajo ellos, los tutores-asesores, que son los que tratan directamente con el deportista. A Julia Vaquero le han dicho que su tutora será probablemente Loli Pedrares, la idónea por cercanía personal y geográfica: exatleta y gallega, residente en Pontevedra e incluso más vecina de A Guarda en su origen (Tui); ambas excélticas y de la misma generación (la corredora nació en 1971; la martillista, en 1973). Con todo, todavía no se ha concretado esa tutoría.

Julia Vaquero sufre la deficiente protección económica de los deportistas, que desde 2003 al menos pueden darse de alta en el Regimen Económico de Trabajadores por Cuenta Propia o Autónomos -muchos defienden el modelo italiano, que los trata como a funcionarios-. Vaquero, que se retiró en la práctica en 1999 aunque con alguna incursión posterior, no llegó a tener esa opción y nunca cotizó. Pero su caso tiene una complejidad añadida. No es alguien que no supo reiniciar su itinerario laboral. El trastorno bipolar lastró cualquier tentativa al respecto. Al principio el porcentaje de discapacidad que le reconocieron (33%) solo le alcanzaba para ciertas ventajas; años después, la revisión lo elevó hasta el 65% que da derecho a una paga no contributiva. Pero que al no haber cotizado se queda en esos magros 369 euros. Puede trabajar legalmente, lo que reduciría la paga. Pero a la hora de afrontar un oficio está a expensas de lo que dicten los vaivenes de su cuerpo, con esas fases en que el más mínimo movimiento exige un tremendo esfuerzo de voluntad. Días en los que el aire duele. A lo que se añade la incomprensión social, el estigma de la pereza o su confusión con un decaimiento que se puede remediar con una palmada de ánimo en la espalda. Julia, aunque ya no se calce las zapatillas, sigue corriendo en realidad contra la oscuridad y la pobreza.