A Sergio Álvarez le ha costado mucho tiempo y esfuerzo alzarse con la titularidad en el Celta. El Gato de Catoira ha tenido que esperar casi cinco años para tener su gran oportunidad y la ha cazado al vuelo en cuanto Berizzo se la ha concedido. La marcha de Yoel, la elección de Luis Enrique el pasado curso, al Valencia le despejó inicialmente un camino que ha estado plagado de obstáculos desde que Sergio ha contado con ficha en el primer equipo. El portero vigués fue también la primera elección de Paco Herrera en la travesía hacia a Primera y, en el retorno a la máxima categoría, el técnico pacense prefirió entregar la portería a un hombre de mayor experiencia y trajo al sevillano Javi Varas.

Pero el Gato nunca se resignó al banquillo y respondió siempre que se le necesitó con buenas actuaciones, con independencia del rival o el escenario. La única excepción a esta regla fue su debut en el Bernabéu, donde tragó un centro de Higuaín que se coló por el palo corto. Apenas siete días antes Sergio se había estrenado en Primera División en Balaídos con un gran comportamiento frente al Sevilla en un partido que el Celta ganó por 2-0 y en el que el Gato se lució sacando un remate a bocajarro a Negredo.

Una lesión en el hombro impidió luego a Sergio suplir a Varas, que también se lesionó en los dos partidos finales de la temporada y Abel Resino, el sucesor de Herrera, dio la alternativa a Rubén Blanco, que se convirtió en uno de los héroes de la salvación con dos actuaciones memorables ante el Valladolid y el Espanyol. Sergio celebró la permanencia en la grada.

La decepción de verse el segundo en el orden de prioridades de Luis Enrique la pasada campaña se vio en cierto modo compensada cuando el asturiano premió su trabajo entregándole la titularidad en los últimos tres partidos de Liga: Osasuna, Real Madrid y Valencia. Fue entonces cuando se pudo ver al mejor Sergio...hasta ahora. El Gato encadenó tres actuaciones impecables: sacó una doble parada increíble a Oriol Riera, regaló intervenciones extraordinarias ante el equipo blanco en Balaídos y brilló en el partido final de Mestalla, pese la derrota. Este resplandeciente final de curso ha tenido continuidad este año, no demasiado visible en los tres choques iniciales, pero sí en el Vicente Calderón, donde rescató un punto y, por supuesto, con el penalti detenido a Medunjanin que decidió el clásico y que le ha consagrado como héroe del celtismo.