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Amor-odio por Madrid

Joaquín Sabina (d.), en una imagen de 1982.

Vuelve a sonar con fuerza esta canción de Joaquín Sabina (letra) y Antonio Sánchez (música) que aparece en el segundo álbum del cantautor de Úbeda, "Malas compañías". El Ayuntamiento de Madrid ha lanzado una versión coral en la que cantan, entre otros, Marta Sánchez, Willy, del grupo Taburete; el trío de Sweet California; Álvaro Urquijo, de Los Secretos, Carlos Goñi, de Revolver; y David Summers, de Hombres G.

Eran también tiempos difíciles en la capital cuando Sabina escribió esta cruda letra que habla sin tapujos de la lacra de la heroína, que tantas vidas segó a finales de los 70 y principios de los 80 en toda España. Años en los que no era raro encontrarse jeringuillas en los lavabos de los bares y la muerte pasaba en ambulancias blancas. Los niños perseguían el mar en un vaso de ginebra y hasta los pájaros visitaban al psiquiatra.

Poco después Antonio Flores hizo suya la canción, llevándola al éxito masivo. Le dio un ritmo más rockero y la conviertió, involuntariamente, en una triste premonición del que sería su propio fallecimiento -se cumplirán en breve 25 años-, víctima de una sobredosis de barbitúricos y alcohol, solo quince días más tarde de la muerte de su madre, la gran Lola Flores.

Los pájaros visitan al psiquiatra

Las estrellas se olvidan de salir

La muerte pasa en ambulancias blancas

Pongamos que hablo de Madrid

Además de Antonio Flores, interpretaron esta canción Enrique Morente, Carmen Linares, Rubén Pozo y Lichis, Revólver, Reincidentes o Porretas, entre muchos otros.

Con el tiempo, Joaquín Sabina decidió cambiar la última estrofa, en la que expresaba su deseo de que le llevasen al sur cuando muriese, por otra mucho más amable con su ciudad de acogida:

Cuando la muerte venga a visitarme

No me despiertes, déjame dormir

Aquí he vivido, aquí quiero quedarme

Pongamos que hablo de Madrid

Hoy la muerte en la capital pasa en furgones camuflados y transporta los cadáveres a morgues improvisadas, palacios de hielo que hasta ahora han sido lugares de diversión familiar y hoy sirven de frigoríficos para conservar cadáveres. El panorama es cada vez halagüeño, pero nadie olvidará jamás los días más oscuros de Madrid.

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