Fiesta de dedicación de la catedral de Tui en su camino a los 800 años

Avelino Bouzón Gallego*

El 30 de noviembre la catedral de Tui cumple 798 años de su dedicación o consagración, que equivale a la inauguración. No conocemos la fecha del inicio de la construcción del templo catedralicio tudense, pero sí sabemos que el obispo Esteban Egea presidió la liturgia de la consagración el 30 de noviembre de 1225, fiesta de San Andrés. El mismo prelado mandó perpetuar la conmemoración anual de la dedicación el primero de diciembre, para que no se dejase de celebrar el último día de noviembre la fiesta del apóstol martirizado en la cruz en forma de aspa.

Como en 2025 se cumplirán ochocientos años de la Dedicación de la iglesia madre de la diócesis de Tui-Vigo, ya se están programando diversos eventos culturales y festivos como exposiciones, jornadas de estudio, actuaciones musicales, publicaciones y otras iniciativas, que se desarrollarán desde el 2025 al 2026 impulsadas por el cabildo de la catedral y la comisión formada para preparar la extraordinaria conmemoración del octingentésimo aniversario.

Este año la misa solemne conmemorativa de la dedicación se celebrará el viernes día 1 de diciembre a las 12 horas y la presidirá monseñor Luis Quinteiro Fiuza, el obispo de la diócesis. A las 11, precederá a la Eucaristía una meditación y le seguirá una conferencia sobre “La catedral de Tui y el camino portugués” pronunciada por el profesor Rafael Sánchez Bargiela.

La consagración de la catedral de Tui, realizada en el siglo XIII, se efectuó de acuerdo a las ostentosas rúbricas que estuvieron en vigor hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando se estableció la reforma litúrgica del concilio Vaticano II. Los pasos más significativos eran los ritos de purificación, en los que el obispo y el clero daban tres vueltas aspergiendo el exterior del templo con agua gregoriana, agua bendita mezclada con vino, sal y ceniza bendecida. Al final todos accedían al interior de la catedral y se entonaba el himno “Veni Creator” y las letanías de los santos. Otro paso consistía en marcar cinco cruces sobre el altar principal que se aspergía rodeándolo cinco veces; después el obispo hacía la crismación de los muros de la iglesia sobre doce cruces, símbolo de los doce apóstoles, las incensaba y ante ellas se encendía una vela. Finalmente, se celebraba la misa solemne, como signo del fin principal de la edificación de la iglesia y de la erección del altar. La eucaristía consagra el lugar de la celebración y el altar, según manifiesta san Juan Crisóstomo: “Este altar es admirable porque por naturaleza es una piedra, pero se convierte en santo después de que ha sostenido el cuerpo de Cristo”.

El monumento catedralicio tudense se halla en un lugar geográfico espléndido, y se puede afirmar que desde allí se pueden contemplar tres reinos: el de España y el de Portugal, separados por el caudaloso río Miño, y el reino de los cielos. Pues la catedral es más que un museo, simboliza la Jerusalén celestial, la meta a la que nos dirigimos como aparece representada en el tercer registro del tímpano de la fachada principal. La Virgen de la Asunción es la titular de la catedral, ella llena con su presencia activa y maternal todas las celebraciones y la vida de los creyentes.

*Canónigo archivero de la catedral de Tui y párroco de San Bartolomeu de Rebordáns