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San Pedro se moja por San Roque

La parranda nigranesa reúne a más de 700 romeros para peregrinar a Morgadáns tras dos años de parón y pese a la lluvia

San Pedro se moja por San Roque

La diversión no entiende de parones para los romeros de San Roque. Ni tampoco de complicaciones meteorológicas. La llovizna que amenazaba ayer con chubasco a primera hora no fue obstáculo para el regreso al asfalto de la parranda de San Pedro. Tras dos años sin poder reunirse para peregrinar hasta la carballeira de Morgadáns y honrar al santo de su devoción, más de 700 personas marcharon con más alegría que nunca a lo largo de los ocho kilómetros de recorrido.

Como manda la costumbre, la madrugadora caravana que celebró su centenario en 2017 partió puntual a las nueve de la mañana del habitual punto de encuentro en Forjas del Miñor para dirigirse con alegres cánticos populares a su particular “meca”. Lo hicieron de rojo esta vez, con llamativas camisetas diseñadas para no pasar inadvertidos durante la arraigada peregrinación, que ha cumplido ya los 105 años.

La caravana recorre los 8 kilómetros cada 16 de agosto desde hace 105 años

Los acompañó como siempre una flota de vehículos integrada por una camioneta para cargar las mochilas y objetos personales de los caminantes, además de los tres habituales tractores engalanados de flores para transportar a los romeros de mayor y menor edad y también a los músicos de la charanga contratada para la ocasión. No fuera ser que se cansasen antes de cumplir con las piezas de rigor al llegar al destino.

Un momento de la subasta de ofrendas al santo, con el cerdo por el que se pagaron 155 euros.

Con la ayuda de las agradables temperaturas, la marcha fue ligera y en torno a las once de la mañana, la parranda hacía entrada en el recinto de fiestas de San Roque. Ya habían llegado cuando cayó el chaparrón, que los cogió ya entretenidos reponiendo fuerzas con la empanada compartida antes de la misa. Luego tuvieron lugar las curiosas pujas de las ofrendas al “santiño”, a cargo de Carlos Riveiro, durante las que se pagaron hasta 155 euros por un cerdo. Y a continuación la comida campestre, tras la que descansaron unas horas antes de emprender el camino de vuelta, también a pie hasta el convento de los Padres Franciscanos de Vilariño.

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