El súper de Praia América se globaliza

Amparo González y José Luis Prieto recuerdan sus 36 años al frente del Pinzal tras alquilar el local a una gran superficie

Amparo y José Luis, ante su casa y lo que fue su supermercado. //Alba Villar

Amparo y José Luis, ante su casa y lo que fue su supermercado. //Alba Villar / N.P.

“Nos llamaban ‘el corte inglés’ de Playa América. Teníamos de todo, alimentación, droguería, zapatillas, artículos de playa, prensa...”, recuerda José Luis Prieto Blanco con una sonrisa. El Pinzal fue el primer supermercado moderno de la comarca del Val Miñor y lo abrió junto a su esposa, Amparo González Martínez, en el año 1981. La población cubría sus necesidades básicas en ultramarinos y tabernas por aquel entonces y el matrimonio trajo la moda del autoservicio al lugar de veraneo de miles de vigueses, ourensanos y madrileños. Toda una revolución.

"El 60/70 por ciento de las ventas las hacíamos en los tres meses de verano", señalan

Construyeron el local en el barrio que daba nombre a la tienda, a menos de cien metros del gran arenal nigranés y dieron un giro a las compras de la época con un aparcamiento y servicio de reparto a domicilio. “Aquí venía gente de Baiona, de Gondomar... Al principio me pasaba el invierno parcheando el camino para que pudieran entrar los coches”, recuerda José Luis. Y es que cuando el Pinzal abrió sus puertas no existía la Estrada pola Vía. “Estaban los raíles del tranvía y un camino de tierra”, rememora. Fue precisamente cuando se construyó la calzada “cuando empezamos a despegar, allá por el 83 o el 84”. La pareja había arrancado en el mes de julio del 81 con éxito en pleno verano, pero llegó octubre y a la caída de la clientela de vacaciones se sumó “la apertura del Alcampo de Coia”. “Eso sí que lo notamos muchísimo”, indica José Luis, ya jubilado. Luego llegaron varias crisis, la reconversión del naval, el estallido de la burbuja inmobiliaria...

El súper de Praia América se globaliza

Una imagen del supermercado Pinzal de Praia América en sus primeros años. / N.P.

Pero “comer hay que comer” y “los clientes siempre vuelven”, garantiza José Luis, quien ha experimentado durante su vida laboral que el negocio de la alimentación acaba saliendo a flote. Sobre todo en un lugar de veraneo como Nigrán. “Vivíamos todo el año, pero el 60/70 por ciento de las ventas las hacíamos en tres meses. Contratábamos hasta diez personas para el verano”, señala. Un gran atractivo para cadenas de grandes superficies como la que les ha alquilado el bajo para abrir otro supermercado.

El súper Pinzal se globaliza pero las ventajas que puede ofrecer un grupo de hipermercados poco tienen que envidiar al servicio que José Luis y Amparo daban a sus clientes. “Abríamos los domingos todo el año. Al tener prensa era obligado. En verano ampliábamos horario, pero eso sí, siempre cerramos a mediodía”, explica.

Aunque de junio a septiembre eran miles las personas de diversa procedencia las que entraban por la puerta, el resto del año solían ver casi siempre las mismas caras. “Teníamos muchos clientes fijos. Y eso sin hacer ninguna oferta. Nuestra filosofía era vender al precio justo y ofrecer productos gourmet, de gran calidad, sobre todo en charcutería, conservas...”

José Luis se ha jubilado pero Amparo continúa su vida laboral a unos metros de la tienda, al frente de la cervecería Mandrágora. Aún echan de menos la dinámica del mostrador, la caja y la reposición de las estanterías.

Suscríbete para seguir leyendo