La ciencia y la viticultura se dan la mano. Un buen ejemplo es el convenio que suscriben las bodegas Terras Gauda y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, para llevar a cabo el primer proyecto de cultura científica en España que inicia con una bodega y que está dirigido al fomento de la cultura científica en la Enología y en la Viticultura, con el fin de incentivar entre la sociedad el interés por este conocimiento.

La incorporación paulatina de un museo, que posiblemente podrá visitarse en la vendimia del próximo año 2013, es la acción anunciada inicialmente. Constará de proyecciones de distintas fases principales de la investigación, paneles informativos y visitas guiadas, inclusive para público infantil, entre otros.

José Mª Fonseca Moretón, presidente del grupo Terras Gauda; Enrique Costas Rodríguez, director general del mismo; Eduardo Pardo de Guevara y Valdés, coordinador institucional del CSIC en Galicia; Alfonso V. Carrascosa, del I. de Investigación en Ciencias de la Alimentación (UAM-CSIC); Mª Carmen Martínez Rodríguez, de la misión Biológica de Galicia del CSIC; y Emilio Rodríguez Canas, director técnico de las bodegas Terras Gauda, informaron ayer ampliamente sobre este proyecto, tema que se complementó la presentación de la tercera patente conseguida por Terras Gauda mediante un proceso de investigación internacional realizado por el Centro di Ricerca per L´Enología de Asti (Italia) y el CSIC, con quien viene trabajando Terras Gauda desde hace once años.

La patente corresponde a un microorganismo extraído de los viñedos de caíño blanco de sus campos, que ha sido aislado y certificado genéticamente mediante test de ADN y que se empleará para elaborar vinos únicos. El departamento técnico de la bodega utilizará este microbio para realizar una fermentación maloláctica parcial, con el fin de controlar este proceso de forma natural y contribuir a disminuir la acidez e incrementar la untuosidad del vino caíño, intensificando su sabor, sin perder el carácter de variedad única ni alterar el resultado final, como se pudo comprobar con el éxito conseguido en un panel de cata.

La primera patente, tras varios años de estudios, fue para la primera levadura ecotípica de albariño. La segunda fue de las nanoproteínas, para incrementar la singularidad del albariño.