“He conocido seres malignos a los que me faltarían palabras para definirlos y cualquiera los calificaría como hijos de Satanás”. Con esta afirmación el periodista y escritor Vicente Romero aclaraba el título de su libro presentado ayer en Club FARO, “Cafés con el diablo. Descenso a los abismos del mal” (Foca), en el que teje sus propias experiencias con entrevistas personales que ha realizado en más de 40 años a torturadores, genocidas y criminales de lesa humanidad. “Me faltan palabras para describir a esa persona normal que lleva a sus hijos al colegio, se despide de la mujer a la que ama, va a su trabajo a torturar a prisioneros arrancándole las uñas con unas tenacillas y regresa a casa tras recoger a sus hijos en el colegio”, explicó.

El autor, que fue presentado y entrevistado por el periodista Fernando Franco, confesó que tras años narrando el horror de las guerras y la barbarie, de asistir a matanzas como la de Ruanda, “ninguno de los periodistas hemos tenido pesadillas ni necesitado un psicoanalista. Y eso es porque nuestro psiquiatra es el lector sobre el que arrojas el horror que te ha impresionado”. Sostiene que ser testigo “incómodo” de las mayores atrocidades cometidas en las últimas cuatros décadas, “nos convierte en seres decepcionados, descreídos y sin esperanza por las sociedades en las que vivimos y lo terrible que es el ser humano capaz de cometer maldades”. Añadió que la desesperanza aumenta por el “robo” de la palabra revolución, usada tanto para anunciar una oferta de precios o un crédito bancario, cuando debería referirse “al cambio de la sociedad injusta en la que vivimos”.

Parafraseando a Alberti - “Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos, es decir tonto con principios de esquizofrenia”- y a Machado - que antes de morir confesó no creer en nada-, Vicente Romero trató de responder a la pregunta de cómo le cambió ser testigo de realidades tan crueles. Explicó que las situaciones extremas sacan lo mejor y lo peor del ser humano, la solidaridad y el odio, y que tras escribir sobre la parte blanca en su libro “Donde anidan los ángeles”, decidió abordar los seres más oscuros “por un acto de justicia, que es no olvidar nunca los crímenes que han cometido, reivindicar los desaparecidos en Chile o Argentina y también los muertos enterrados en cunetas por el régimen de Franco”.

En sus entrevistas mantenidas con torturadores y criminales de lesa humanidad, encontró que tienden a justificar sus actos por varias razones: “Puede ser por la fe, como los obispos argentinos con pistola bajo la sotana que hablaban de purificar la sociedad, por obediencia (el soldado que se somete a una disciplina), por convicción -en Ruanda los hutus llamaban cucarachas a los tutsis para no verlos como seres humanos- o, por una de las razones más patéticas, por miedo”. Como ejemplo de este último caso citó a Prak Khan, un torturador camboyano que se esmeraba en su trabajo para que los jefes no vieran ningún tipo de piedad que pudiera llevarlo a ser considerado un traidor.

A lo largo de la charla coloquio, Vicente Romero fue hablando de algunos de sus entrevistados. Aludió a Ariel Valdiviezo, el coronel argentino que consideraba que su “error” había sido detener y hacer desaparecer a “pocos” prisioneros políticos en lugar de juzgar, condenar a muerte y fusilar a 40.000; a uno de sus antecesores que proponía “fusilamientos ejemplares” en el estadio del River Plate con público tomando refrescos, o al general Camps, que mientras le señalaba en la entrevista con un revólver descargado, abrió una caja fuerte y le enseñó un fajo de documentos que había entregado al nuncio del Papa en Buenos Aires donde relataba la metodología empleada y detallaba dónde estaban los cuerpos de los desaparecidos. “Asombra que ahora que hay un Papa argentino esos documentos no se hayan hecho públicos. Si dependiera de Francisco se haría, pero con su cohorte hay que tener cuidado”, expresó. También habló de los arrepentidos y de familias de criminales como las integrantes del movimiento “Hijas desobedientes”, quienes han repudiado a sus padres (y alguna madre), torturadores argentinos.

De corresponsal en la guerra de Vietnam a activista en pro de los derechos humanos

Comenzó a trabajar en la redacción del desaparecido diario Pueblo en 1969, actuando como corresponsal volante de las guerras de Vietnam y Camboya durante quince años. Vicente Romero (Madrid, 1947) ha estado presente en todos lo puntos calientes a nivel internacional durante más de cuatro décadas. La guerra colonial portuguesa, los golpes de estado en Chile y Argentina y diversos conflictos y tragedias humanitarias en Mozambique, Sierra Leona, Siria, la antigua Yugoslavia, Irak o Afganistán han sido objeto de sus crónicas y reportajes tanto en el mencionado diario como en otras publicaciones impresas y en la TVE, a donde se incorporó en 1984 como integrante de los servicios informativos desarrollando su trabajo como enviado especial para “Informe semanal”, En Portada” y “Telediario”.

Colaborador habitual de RNE, donde llegó a dirigir su propio programa, “La aventura de la vida”, Romero es, además de periodista y especialista en cine mudo, colaborador activo de ONG humanitarias, como es el caso de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), de la que es miembro, y de Cáritas. Entre sus numerosos premios, destacan varios galardones al mejor corresponsal español en el extranjero (2000) y dos de la Unicef por su preocupación por la infancia (1995 y 1996).