El Celta calma la tormenta

El equipo vigués logra ante el Almería un triunfo tan justo como apurado que le permite respirar en su pelea por la permanencia

Un gol de Mingueza decidió el duelo cuando los andaluces se habían quedado con diez

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

Arreciaba la tormenta sobre la hierba de Balaídos y se calmaba alrededor. Esa paradoja (metereológica y ambiental) llegó después de que un latigazo de Mingueza desde fuera del área sellase el triunfo del Celta ante el Almería. Una victoria tan importante como inaplazable frente al colista que llegaba a Vigo en busca de la primera victoria del curso. Fueron mejores los de Benítez. Lejos de cualquier clase de excelencia, atrancado por momentos, el equipo vigués hizo lo que debía. Dominó a un equipo penalizado por la expulsión de Langa, pisó el área de forma recurrente e insistió hasta que Mingueza encontró por fin una rendija libre en la portería que Maximiano defendió de manera brillante.

Los vigueses entran en el fin de semana con ese punto de tranquilidad que da sentarse delante de la televisión a ver a los rivales con los deberes hechos. Una sensación reconfortante después de semanas encajando todo tipo de golpes a deshora y en medio de una situación de máxima tensión dentro y fuera del campo, con la grada y la plantilla de los nervios. De esa delicada situación anímica y ambiental sale el Celta con un triunfo sanador que le puede ayudar a encontrar la paz que necesita para vivir un final de temporada en calma y sentarse luego a pensar qué quiere ser la próxima temporada y hacia dónde quiere caminar. Una cuestión importante y que cobra especial significado el día en que el Celta, quince años después, volvió a presentar un once titular sin un canterano.

Por un día el duelo de desgraciados no lo ganó el Celta. Eso es noticia tal como se está desarrollando la temporada. No parecía que iba a ser así cuando en el minuto 20 Bamba acertó a embocar un gran pase de Luca de la Torre a quien encontró Mingueza a la espalda de los defensas. En medio de un clima tirante, con el equipo necesitado de algo que le desatascara emocionalmente, el gol era como abrir las ventanas de una casa por la mañana después de una noche de farra. Pero apareció el VAR en escena para anular la acción por un fuera de juego en el inicio de la jugada. Un bajonazo anímico que sintió el Celta, falto de cariño, cansado de que todo le salga mal. Agacharon la cabeza los de Benítez, circunstancia que aprovechó el Almería para acercarse al área de Guaita y sacudir las entrañas de Balaídos al incrustar Baba un remate violento en el palo izquierdo de la portería viguesa.

Por fortuna los de Benítez volvieron a la tierra para pisar el área del Almería y sobre todo para encontrar, casi siempre, a la espalda de Pubill los espacios donde hacer daño. Hubo llegadas interesantes a las que solo faltaba poner el pase justo porque Manu Sánchez y el incansable De la Torre se decidieron a abrir al equipo de Garitano por ese costado. Bamba, que intervino mucho y decidió poco, ayudó lo justo porque fue incapaz de generar una situación de peligro pese a que el equipo le facilitó numerosas situaciones para encarar con tiempo y espacio a su pareja. Pudo marcar Douvikas en un cabezazo al que respondió Maximiano y reclamó luego Manquillo un penalti que existió solo en su armario de los deseos después de una gran dejada de Larsen. El Celta había gobernado el primer tiempo, pero sin la claridad para hacer daño a un Almería que le concedía espacio. El sancionado Aspas, el tipo que mejor domina el tiempo en esa zona del campo, hubiese sido determinante. Sin el moañés el Celta abusa del brochazo sin más. Solo De la Torre escapaba de esa vulgaridad.

La segunda parte la jugó el Celta con otra disposición anímica. Algo dijo Benítez en el banquillo y el equipo se compuso mejor. Con los laterales más altos, con Mingueza más cerca del juego y con algún pase más cargado de veneno. Pero ese segundo tiempo estuvo marcado por la expulsión de Langa con media hora de partido por delante. Una situación ideal para el Celta, exigido más que nunca por la clasificación, por el rival y por la ventaja numérica. Ya no había excusa a la que agarrarse. Benítez dio entrada a Allende por Douvikas (que poco antes había estado muy cerca del gol, pero el cambio mejoró al Celta de forma evidente por la pujanza del argentino) y el partido se fue convirtiendo en un pequeño monólogo con el Almería protegiéndose como buenamente podía y el Celta eligiendo casi siempre mal a la hora de dar el pase definitivo. Pero entonces, a falta de poco más de un cuarto de hora Mingueza, que se había equivocado de forma reiterada hasta ese momento, enganchó un disparo que el bote y el agua convirtieron en un misil teledirigido al poste derecho de la portería de Maximiano. Gol liberador.

El fútbol y el destino, que maltrataron al Celta durante meses, le hicieron un guiño al equipo de Benítez. Con los cinco cambios hechos por el Almería se lesionó Baptistao que se quedó en el campo buscando el “gol del cojo” y los vigueses jugaron a placer los últimos quince minutos con una ventaja numérica apabullante. Estuvieron cerca de anotar el segundo en un par de acciones, pero ni tan siquiera se regalaron ese final plácido. Benítez dio entrada a Hugo Alvarez y Hugo Sotelo para que mostrasen la tranquilidad con la pelota que le faltaba a muchos de sus compañeros. Solo había partido porque el Celta falló las que tuvo en ese tramo, porque eligió congelar la posesión y porque está enganchado a los finales apretados. Los parece de forma continuada, pero le generan una adición enfermiza. En el último minuto de descuento aún vieron volar un pelotazo en dirección a su área que Balaídos vivió aguantando la respiración. Hubiese sido el colmo, pero con este equipo nunca se sabe.