Al Celta le sobró un pestañeo

El Real Madrid gana en Vigo de forma apurada gracias a la única aparición de Bellingham en el partido

El equipo de Benítez sujetó bien el choque, disfrutó de ocasiones y fue penalizado por dos decisiones arbitrales

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

El nuevo siglo se parece mucho al anterior. La segunda centuria del Celta arrancó con una derrota inmerecida, un ejercicio de orgullo y un arbitraje polémico. Un bonito homenaje a lo que fueron sus primeros cien años, sembrados de partidos como éste en los que el viento parece soplar siempre en contra.

Un gol de Bellingham en su única aparición del partido cuando faltaban nueve minutos para el final decantó un partido en el que el Celta acariciaba al menos un punto tras una demostración de sentido común, orden, paciencia pero, por desgracia, escasa puntería y cuantiosa desgracia. Otro te lo perdona, pero no el Real Madrid que siempre encuentra la forma de castigar la bondad del rival.

Pestañeó más de la cuenta el casi siempre impecable Aidoo a la salida de un córner, lo suficiente como para Bellingham le ganase unos centímetros definitivos para cabecear a la red el gol que decidió el partido. Un simple detalle de un jugador que parece bendecido desde su aparición en la Liga permitió al Real Madrid noquear a un Celta tan coherente como intenso. Se quedan los de Benítez sin puntos, pero con interesantes ideas sobre las que construir de cara al futuro.

El partido tiene también otra lectura que tiene que ver con los caprichos del fútbol moderno, gobernado por la cámara lenta y las repeticiones en el VAR. No sabemos cómo podría haber acabado el cuento en caso de que Díaz de Mera no hubiese sido instado a revisar el gol de Larsen en el minuto tres. El noruego, después de forcejear levemente con Kepa, desvió con el tacón un remate de Beltrán desde fuera del área para desatar la locura en un estadio que aún tenía en la boca el regusto del conmovedor himno del centenario. El portero madridista, que demostró que entiende bien este nuevo fútbol, gesticuló mucho tirándose de la camiseta. Aquí la cuestión es convencer al árbitro de la tele de que ha sucedido algo “revisable” porque luego la cámara lenta y la caprichosa voluntad hacen el resto. De esa manera un gol perfectamente legal acabó anulado por una acción ridícula.

El Celta encajó bien ese golpe anímico porque interpretó mucho mejor que el Real Madrid el partido. No entendió Ancelotti el esquema de Benítez que recurrió al equipo y a la idea que funcionó en el segundo tiempo en San Sebastián. Tres centrales con Cervi y Mingueza muy altos. El catalán fue indetectable para el Real Madrid que por mucho músculo que reunió en el medio del campo se vio superado por un Celta que siempre encontraba a Mingueza en situación de progresar. Por ahí llegaron las primeras situaciones de peligro para un Real Madrid que se agarró a Vinicius (un tormento en el arranque para Aidoo) antes de que una lesión muscular apartase al brasileño del partido (con Joselu en el campo la amenaza no lo era tanto) y dejase al equipo blanco en manos del talento infinito de Rodrygo.

Consciente de que no podía permitir transiciones del Real Madrid el Celta fue una sinfonía defensiva casi perfecta. Siempre eligió bien la altura a la que defender, el momento para ir a presionar arriba o para pertrecharse en su campo. Líneas juntas, pasillos cerrados, buena actitud. El Real Madrid, pese a su mayor control de la pelota, colapsó contra ese planteamiento mientras el Celta acumulaba llegadas, algo tímidas, al área. Aún así pudo marcar en un par de remates de Mingueza, en otro de Aspas y sobre todo en la contra que culminó Bamba con un remate que se fue dos palmos a la izquierda de Kepa.

La ceja de Ancelotti empezó a subir más de la cuenta porque no entendía la forma de meterle mano al planteamiento de Benítez que va camino de convertir al Celta en ese equipo serio y fiable al que le puedes comprar con tranquilidad un coche de segunda mano.

Subió su intensidad el Real Madrid aunque el Celta no tardó en asustarle a través de Larsen, uno de los chicos con menos fortuna que se ven en el fútbol profesional. Se desloma a trabajar, da muchas cosas al equipo pero las ocasiones se le escapan por un suspiro (o por un silbido arbitral). Pudo anotar tras un pase de Bamba antes de que Díaz de Mera volviese a escena al señalar un penalti en una entrada de Villar a Rodrygo. El portero toca el balón, pero el árbitro “televisivo” entendió que esta vez no era necesario cambiar la decisión tomada en caliente. El delantero brasileño lanzó pero se encontró una parada espléndida de Villar que madura a pasos agigantados.

Con el Real Madrid algo conmocionado por el error (Kroos y Modric habían entrado en el campo para llenar de creatividad el espacio cubierto hasta entonces por músculo) el Celta tuvo la ocasión más clara en un remate de Aspas que enganchó con todo a favor un remate mordido. Fue la ocasión que el destino le dio a los vigueses para empezar a lo grande su segundo siglo. Poco después llegó la jugada definitiva. Justo había dado entrada Benítez a Tapia en el campo para dotar de más fuerza la zona central del campo. Era una opción interesante, pero llegó el saque de esquina que Joselu tocó en el primer palo para que Bellingham se adelantase a Aidoo para cabecear a la red. La mano de Villar estuvo a punto de llegar a tiempo. Reventados tras hora y media de esfuerzo el Celta ya no tuvo mucho más que decir. Se había dejado el alma. Como casi siempre durante los cien años anteriores.