El Celta llega a tierra firme

El equipo vigués se impone al Elche gracias a un gol de Aidoo en el último minuto y certifica de forma virtual su permanencia | Los de Carvalhal encontraron el premio a su insistencia después de un discreto partido marcado por el exceso de nervios

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

El Celta llega a tierra firme. Es verdad que aún no ha desembarcado en la playa, pero ya solo se trata de dejarse llevar por la marea y las olas en las ocho jornadas que restan para el final de Liga. Las matemáticas ya importan poco a estas alturas del cuento; la meta llegará casi sin necesidad de dar pedales.

Un cabezazo de Aidoo –el mejor anoche en las filas de Carvalhal, el más regular de toda la temporada– cuando sonaba el bocinazo final y el pueblo daba por descontado el empate ante el colista sella de forma virtual la permanencia de un equipo que corría el peligro de bloquearse. Justo cuando surgían ciertos fantasmas después de cuatro semanas sin ganar el Celta encontró oro gracias a un acto de fe.

No estaba jugando bien, durante momentos el Elche –muy colista– le generó problemas serios, se lo comían los nervios, la responsabilidad y la enfermiza necesidad de ganar. Muchos elementos para caer en la desesperación. Pero no dejaron de creer. Y en esa insistencia final, alborotada, desordenada, con más fe que fútbol, Javi Galán ganó una disputa que parecía condenada a perder. El balón cayó a Cervi y el centro del argentino, por un guiño del destino, fue en dirección del jugador más vivo de todos los que estaban en el campo. Aidoo le ganó la acción a su marcador y conectó un cabezazo sanador, que permitió soltar el aire después de casi dos horas conteniendo la respiración. Y Balaídos, que empujó sin desmayo después del descanso, pudo celebrar lo que alguien llamó con bastante acierto “el título de los pobres”.

Pasaron muchas cosas antes de alcanzar con semejante estado de felicidad el momento en el que el miércoles se convertía en jueves. El Celta pareció animoso en el arranque, como si hubiese borrado cualquier posible cicatriz a causa de la serie de cuatro partidos sin ganar que acumulaba. Y se lanzó al área de Badía con Paciencia (titular en vez de Seferovic) como cerrajero. El delantero, de más a menos toda la noche, ofreció un festival de recursos técnicos para celebrar su regreso al once inicial. Controles, cambios de juego…

La fiesta se la arruinó Badía que intervino con acierto siempre que se le necesitó. Primero en un remate del delantero portugués y luego en un cabezazo de Mallo, en un lanzamiento de falta de Tapia y en un disparo de Iago Aspas con la derecha tras un buen pase desde la derecha. Pero el Elche no permaneció en silencio. Desinhibido por la ausencia de ninguna exigencia clasificatoria tras su inevitable descenso, sin más preocupación que ir adquiriendo conceptos de cara al futuro, los ilicitanos comenzaron a encontrar la espalda de los laterales del Celta con cierta facilidad. Ataques rápidos, en pocos pases, con llegadas desde la segunda línea como recurso. Y se sintió extraño el Celta en ese plan, incapaz de cortar la salida de balón del equipo verdiblanco.

Fue lo más inquietante del grupo de Carvalhal que no era capaz de cerrar la única vía del Elche para atacar. Hubo un absentismo inquietante de los mediocampistas, perdidos toda la noche con y sin la pelota, del que el Celta sobrevivió en gran medida por la firmeza con la que Tapia y Aidoo sostuvieron la estructura. Por momentos los vigueses anduvieron por el campo perdidos, sin encontrar soluciones ni a sus mejores futbolistas: sin noticia de Gabri (que parece algo afectado por todo el ruido que hay a su alrededor), apenas nada de Iago y solo al final del primer tiempo apareció Carles Pérez para tirar algún eslalon peligroso. Insuficiente para cambiar la inquietante dinámica del partido.

El Celta-Elche, en imágenes

Carles Pérez, en una de sus conducciones / Ricardo Grobas / J. Lores

Nervios

Tras el descanso el choque entró en una fase mucho más frenética. Empezaron a extenderse los nervios y la tensión. El Celta se sentía demasiado obligado por el hecho de enfrentarse a un desahuciado. Se mezclaron las ganas con la precipitación. Y de ahí surgieron ataques tan bien intencionados como acelerados. En uno de ellos los vigueses reclamaron un penalti por derribo a Carles Pérez pero el árbitro, tras ser llamado por el VAR, decidió que no era suficiente para señalar la pena máxima. Y un minuto después otra vez el extremo catalán se encontró con el poste tras una gran jugada individual.

Pasaba el tiempo, aumentaba la exigencia y la excitación. Carvalhal recurrió a todo lo que tenía en el banquillo (Larsen, Miguel Rodríguez...) y el Celta, de manera algo alocada, se fue en busca de un gol que no encontraba pese a su insistencia. Y cuando parecía que aquello era inamovible la insistencia de Galán encontró premio. Cervi puso un balón en el área donde Aidoo, seguramente el jugador que ha mantenido una nota media más alta durante toda la temporada, se adelantó a la acción de los centrales y conectó un cabezazo que desembocó en un grito liberador. Ya era jueves cuando el Celta comenzó a oler la arena de la playa.