Quizá le ralee el pelo rubio y ya las arrugas enmarquen su sonrisa. Eduardo Domínguez conserva intacto el entusiasmo de aquel joven que ordenaba ejercicios a Mostovoi en A Madroa. Tras once años en el Celta, nueve de ellos con los profesionales, el vigués se lanzó a trotar mundos asociado a técnicos como Lotina, Karpin o Luis García Plaza. En su currículo, Espanyol, Real Sociedad, Deportivo, Spartak de Moscú, Mallorca, Baniyas, Beijing, Villarreal, Al Shabab y Sporting de Gijón. A los 52 años, eminencia de lo suyo, maestro de numerosas generaciones, el vigués cambia de tercio. Ejercerá como preparador físico de Marruecos en la inminente Copa del Mundo. “Me lo tomo como un premio a mis 27 años de carrera”, agradece.

En estas casi tres décadas de impecable oficio, siempre al tanto o anticipando las innovaciones, ha generado una tupida red de contactos que le salva de pasar demasiado tiempo en secano. Domínguez, que había llegado al Sporting de la mano de David Gallego, renunció en mayo pasado al año de contrato que le restaba. Sesteaba en las postrimerías del verano cuando le llegó la llamada de Walid Regragui, elegido por la Federación Marroquí para reemplazar a Vahid Halilhodzic. Al bosnio lo había sentenciado su mala relación con varias figuras. Los dirigentes creyeron llegado el momento de apostar por un técnico marroquí, o al menos francomarroquí, tras varios años en manos extranjeras. Walid se había proclamado campeón de liga y de la Champions africana con el Wydad Casablanca. Aceptó el reto. Y pensó en Domínguez.

Se conocían de cuando Walid había jugado en el Racing de Santander, entre 2004 y 2007. Sobre todo por amigos comunes, como Aouate, Momo o Rubén Castro. Walid le iba a heredar a Halilhodzic un analista belga y otro inglés. Había empezado a recolectar su propio cuerpo técnico: un entrenador de porteros del Girona, un asistente del Troyes y otro de la liga marroquí. Para la preparación física demandaba la más afinada metodología y experiencia. Domínguez compitió por el puesto con un italiano y un francés. Se entrevistó varias veces con Walid, que habla un perfecto castellano, por videconferencia. Al cabo dictaminó que el vigués era su preferido. “Todo resultó muy sencillo”, recuerda del proceso.

Aunque el relevo se había sustanciado desde hace un par de semanas, faltaba el acuerdo de rescisión con Halilhodzic. La presentación oficial del nuevo seleccionador se concretó al fin este miércoles. Eduardo Domínguez también está allí, en Rabat, instalándose. La federación quiere que todos residan en la capital, cerca del impresionante centro de entrenamientos. No será, si todo funciona, una estancia breve.

“Cuando apareció esta oportunidad, pensé en principio que era solo para este periodo del Mundial. Pero es un contrato largo, a tres años”. Para la federación es prioritaria la Copa de África, que se celebrará en enero de 2024. Marruecos no conquista el título desde 1976 y se ha convertido en una obsesión nacional. Y después iniciarían la clasificación para el Mundial de 2026. “A no ser que hagas un desastre en la Copa del Mundo o en la Copa África no llegues a rondas finales, es un proyecto consistente”.

Lo inmediato es el Mundial y los plazos se aceleran. “Vamos a contrarreloj”, admite. Las ligas se detendrán el 11 de noviembre. Las selecciones viajarán a Catar ya el 14 o 15. Marruecos tendrá antes dos amistosos preparatorios, contra el Chile de Berizzo el 23 de septiembre en Barcelona y contra Paraguay el 27 en Sevilla. Eduardo Domínguez debe recabar información sobre un grupo amplio de internacionales. “El 95 por ciento está jugando en Europa: España, Francia, Inglaterra, Alemania, Holanda, Bélgica, Italia… Están muy esparcidos. El trabajo es de control, seguimiento a nivel de competición, si están jugando o no, si se han lesionado y ver el alcance, contactar con los preparadores físicos y médicos de los clubes… Es más labor de gestión hasta que me llegan. Y entonces ya es un proceso normal de entrenamiento”, explica. “Es algo diferente a lo que he venido haciendo. Me ha llegado en un momento personal y profesional en que creo que puedo aportar muchas cosas. No es el desgaste del día a día en un club”.

“Los amistosos nos darán una medida del nivel que tenemos y la logística que necesitamos. Hay jugadores de mucho talento, que son estrellas. Pero no se trata de realizar una selección, sino de conformar un buen equipo”. Necesitarán esa conjunción si quieren superar un grupo que comparten con Bélgica, Croacia y Canáda.

Domínguez, en A Madroa, con Berizzo y Mostovoi. JESUS DE ARCOS

“Yo tenía dos sueños como niño, ser futbolista del Celta y jugar un Mundial”, recapitula Domínguez, de alegría contagiosa; el alquimista que sostenía el esfuerzo de aquellos brillantes conjuntos de Irureta y Víctor Fernández. Siente que de alguna manera sus objetivos infantiles se han cumplido: “Pude estar en el primer equipo del Celta y podré estar en un Mundial, aunque sea de otra manera”. Pero es.