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La lentitud en fichar inquieta a Coudet

El matrimonio del técnico y la directiva, de la pasión a la conveniencia, con Luis Campos como hombre fuerte

Gesto de contrariedad de Coudet durante un partido en Balaídos. Ricardo Grobas

El retraso en la confección de la plantilla preocupa a Eduardo Coudet. El Celta ha registrado cuatro altas y diez bajas en el primer equipo a tres semanas del inicio liguero. Necesita con urgencia delanteros y un portero. La directiva sigue convencida de que Luis Campos construirá un equipo competitivo. El nerviosismo del técnico, aunque puntual, se enmarca en un contexto más profundo. El equilibrio interno de poderes ha variado desde el aterrizaje de Campos. El presidente, Carlos Mouriño, y el director general, Antonio Chaves, manejan además parámetros de distinto alcance. Con Coudet sintonizan en lo urgente y lo competitivo. La disonancia resulta evidente alargando la mirada hacia el futuro y la cantera. El matrimonio no corre peligro de romperse. Pero la relación ya parece funcionar más por conveniencia que por pasión.

No siempre ha sido así. A Coudet lo contrataron en noviembre de 2020. El Celta habitaba en puestos de descenso bajo la dirección de Óscar García Junyent. El catalán había agotado parte de su crédito en la agónica permanencia anterior. Transmitía una pesadumbre que se reflejaba en el equipo. Y el conflicto con Hugo Mallo, a quien retiró la capitanía, amartilló su destitución. De Óscar se habrá añorado después su valentía en la apuesta por la nueva hornada de canteranos. Pero eso no le proporcionó más oxígeno. No solo contó a quién se quería echar, sino a quién se quería traer. Felipe Miñambres seguía desde hace tiempo la evolución de Coudet. Los informes que se manejaban eran excelentes. Y el argentino, descontento con la política de contrataciones en el Internacional, se puso a tiro de manera inesperada. Todos los anhelos se alinearon.

El presidente del Real Club Celta de Vigo, Carlos Mouriño y el entrenador del Celta, Eduardo Coudet sostienen una camiseta del Celta con el nombre del técnico tras su renovación hasta 2024. RC Celta

Ese entusiasmo por Coudet ha ido disminuyendo. No tanto por el desgaste propio del fútbol de élite, de metabolismo acelerado, sino en el contrapeso de las virtudes y defectos que desde Príncipe observan en él. Coudet no engaña en su filosofía ni oculta su método. Ha fabricado una escuadra a su imagen y semejanza, ofensiva, enérgica, atrevida, que emociona en los días soleados y jamás se rinde en los nublados. Su rendimiento fue maravilloso en la primera campaña, remontando hasta flirtear con Europa, y consistente, tras el mal arranque, en la segunda. Las posiciones, octava y undécima, siempre con adversarios más poderosos por encima, no admiten reproche. De hecho, en verano de 2021, Coudet jugó bien sus bazas. Había rescatado al club de dos años al borde del desastre. La afición reclamaba estabilidad y su continuidad. Manejó esa adoración y le arrancó a Mouriño el mayor contrato, en duración y salario, que el presidente le ha firmado a un entrenador.

El mejor contrato

Quizá a Luis Enrique se le hubiera concedido tanto poder de haberse quedado. Berizzo no lo tuvo, desde luego. Coudet es carismático. Se siente líder y protagonista. Aceptó la política de austeridad fijada para la campaña 21-22 como una consecuencia inevitable de la crisis pandémica. A cambio, se le prometió una mejor inversión de cara al centenario. Y se movió con astucia para controlar a Felipe Miñambres. El director deportivo abandonó caladeros propios y le trajo a Coudet jugadores del perfil e identidad que este prefería, dentro de lo asequible. Esa renuncia de Miñambres a sostenerle la mirada a Coudet pesó en su final de ciclo.

En la cúpula de Príncipe han seguido apreciando el rendimiento competitivo que Coudet le extraía al equipo, pero ya empañado por el orillamiento de la cantera, la guerra fría con Onésimo... En algún momento creyó la directiva que a Coudet lo acabarían convenciendo de asumir su papel como último eslabón en el proyecto de club canterano. Han abandonado toda esperanza al respecto. El aprovechamiento general de la plantilla también se ha convertido en otro elemento de fricción. El caso de Orbelín Pineda es el epítome. Coudet, que había pedido un delantero en invierno, dejó claro desde el primer segundo que no quería a Orbelín. Marcó territorio. Aun siendo una operación estratégica para el club, no le concedió relevancia ni en las intrascendentes jornadas finales, igual que a otros jugadores que habían participado escasamente.

Las cartas han quedado reveladas encima del tapete a estas alturas de la relación. Coudet se siente y se proclama un entrenador de rendimiento inmediato. El club, en la aritmética de lo que gana y pierde, ha decidido seguir juntos. Y se ha confirmado dispuesto a voltear la plantilla este verano, incrementando su profundidad.

En escena ha entrado Luis Campos; ya no director deportivo, sino asesor, pero en realidad “arquitecto”. La directiva del Celta llevaba tiempo ofreciéndole trabajo sin creer realmente que el portugués aceptaría. El sí provocó alegría. Les apuntaló en la buena fama celeste dentro del mundillo futbolístico. Aceptaron compartir a Campos con otros clubes –inicialmente iba a ser el Galatasaray–. Pusieron la remodelación en sus manos.

Campos no es Felipe. Es un ejecutivo tan autoral como lo es Coudet como entrenador. Lo iguala en carisma y lo supera en prestigio internacional. Su extraordinaria agenda telefónica lo prueba. Es Campos ahora el que encandila a la directiva. “Tenemos dos cosas muy importantes: un magnífico entrenador, que os ha entrenado muy bien y nos ha dado grandes resultados, y una persona muy experimentada en formar equipos como es Luis Campos, que ha tenido una enorme experiencia y mucho éxito en las ligas europeas”, arengó Mouriño a los futbolistas en su visita al vestuario de Afouteza.

Así que todo se dirime en la convivencia de dos personalidades tan fuertes. Se aseguró que las reuniones entre ellos habían sido productivas. Y Campos parece haber buscado el equilibrio entre la captación de nuevos talentos, como Swedberg y Luca de la Torre, en la que él se ha especializado, y el fichaje de jugadores consolidados, como Óscar y Unai Núñez, que Coudet reclama. “Mínimo necesitamos ocho futbolistas”, cuantificó Coudet en México. El entrenador maniobra en esa partida que juegan tanto en el escaparate como entre bambalinas, también con el director general implicado en la negociación de las operaciones que se señalizan.

Cláusula de 10 millones

La Radio Galega asegura que Coudet, a tres semanas del arranque liguero, sopesa dimitir si no aparecen los fichajes prometidos. No parece factible. Ni siquiera desde lo económico. El contrato firmado hasta 2023 incluye una cláusula de penalización de diez millones de euros. Sí resulta evidente que el entrenador está inquieto por la lentitud en la llegada de refuerzos. El foco, además de sobre Carlos Mouriño y Antonio Chaves, se sitúa sobre Luis Campos, a quien también se escruta en París. Al PSG no le agradó compartirlo con el Celta. Es una fórmula innovadora y por tanto, a examen. Incluye la duplicidad administrativa en el Celta, que conserva su vieja dirección deportiva y le ha superpuesto la empresa de Campos, representada por Juan Carlos Calero y cuyas sinergias se consideran enriquecedoras. En Príncipe siguen creyendo que el tándem Coudet-Campos producirá una gran temporada.

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