Muchos aficionados del Celta todavía se echan las manos a la cabeza al recordar el error conjunto de John Guidetti y Claudio Beauvue en Old Trafford que pudo dar al conjunto vigués el pase a la final de la Europa League. Una noche mágica, pese a la derrota, que representa el epítome de la etapa de Eduardo Berizzo, la más feliz de la última década, excepto por el alivio que recorrió cada poro de la piel del celtismo con la milagrosa salvación en la última jornada tras el regreso a Primera División.

La semifinal contra el Manchester sintetiza el gran fútbol practicado por el Celta en esos años con una plantilla de escaso relumbrón, descontando al incomparable Iago Aspas y al mejor Nolito. Un octavo, un sexto y un decimotercer puesto en LaLiga logró aquel Celta con un plantel de presupuesto medio bajo. Un equipo cohesionado y de estilo reconocible que ofreció grandes tardes de fútbol y llegó en dos temporadas consecutivas a la semifinal de la Copa del Rey, además que poner en verdaderos aprietos a uno de los grandes referentes del fútbol europeo.

El 11 de mayo de 2017 los celestes se presentaban en Old Trafford con la obligación de voltear la renta de un gol que el Manchester había conseguido por medio de Marcus Rashford en Balaídos.

Aunque Fellaini adelantó muy pronto a los de José Mourinho (min. 17), el Celta nunca le perdió la cara el encuentro y buscó con valentía y ambición el empate que Roncaglia estableció, a pase de Bongonda, a cinco minutos del final. Fueron cinco minutos eternos para el Manchester United que acabaron con la famosa jugada entre Beauvue y Guidetti en el descuento que aún hoy llora el cuadro celeste. La maldita generosidad del antillano, que cedió en buena posición la pelota al sueco en lugar de optar él mismo por el remate, y el error final de Guidetti que privaron al Celta de cumplir su mayor anhelo en el mejor escenario que podría haber imaginado: el mismísimo Teatro de los Sueños.