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Un Celta que vive en el momento

Coudet cumple lo que promete e insiste en sostener ideas, dibujos, alineaciones y cambios sin regalar minutos ni invertirlos

Murillo discute con el árbitro tras su expulsión. // LOF

“Sostener la idea” funciona como mantra de Coudet, que no es platónico sino conciso. Coudet sostiene el estilo, el dibujo, la alineación, los cambios. Su Celta posee una identidad concreta desde que se levanta hasta que se acuesta, bajo la lluvia y a pleno sol, en toda circunstancia o condición. Es un equipo consistente o testarudo, insistente o simple, según salga el partido. El Celta compitió contra el Barcelona en el Camp Nou, con solo el prestigio en juego, igual que compitió contra el Barcelona en Balaídos, angustiado aún por la permanencia. Salió atrevido, comprimido e intenso, desperdició ocasiones y resistió al estupor del 3-0. Amagó con igualar por segunda vez. Lo mató finalmente la expulsión de Murillo. Pero igualmente compitió hasta el final porque ese es el carácter que le ha imprimido su técnico.

Real e imaginario

Dembélé marcó la diferencia de tal modo que incluso compensó la superioridad que había mostrado el Celta. Ejerció como factor corrector de lo real y lo imaginario. Algunos futbolistas cobran por lo que han producido, como Iago Aspas, que se ha ganado cada céntimo que el Celta le paga y cada céntimo al que ha renunciado en los clubes que lo hubieran fichado. Jugadores de hechos. Otros cobran por lo que podrían producir, como Dembélé. Entre lesiones, dejadeces y vacilaciones, apenas ha rendido en estos años. Pero el Barcelona lo quiere renovar y otros grandes aceptan la puja por todas las bellas acciones que sus piernas poseen. Jugadores de sueños.

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FC Barcelona - Celta de Vigo, en imágenes Agencias

Cambio y retórica

Coudet no finge ni engaña. Ha aplicado en estos 18 meses la misma política que piensa aplicar en el tiempo que le quede como entrenador céltico. Se retrata en lo que hace y en lo que no. En los cambios que decide y en los cambios que niega. Eligió a Murillo en vez de Fontán, cuando Kevin se lesionó, pese a que Murillo es el central que más sufre a campo abierto. Eligió a Tapia en vez de Fontán, cuando Murillo fue expulsado, pese a que el peruano apenas ha jugado de central. Exprimió a su once inicial y hasta a su diez posterior hasta casi el descuento, en el segundo partido en tres días y en la 36ª jornada. Coudet no regala minutos. Tampoco los invierte. La única filosofía financiera que aplica es la aritmética directa, de rendimiento inmediato. Vive en el ya, tan a corto plazo como el siguiente entrenamiento. Nadie podrá convencerlo de que apueste por la cantera. Nadie podrá convencerlo de que apueste por jugadores cuya contratación él no haya validado. Si Coudet se queda, como su contrato y la lógica anticipan, la directiva céltica habrá aceptado tácitamente ese cambio de rumbo en las próximas temporadas. Lo demás será retórica para consumo externo.

La maldición de Galhardo

“Tres goles”, se repetía en voz alta Facundo Sava mientras la plantilla celebraba en discotecas jerezanas lo que parecía el ascenso de 2005. Era consciente de que ese número cercenaba cualquier opción de quedarse. En la sinópsis de aquella temporada figura como un actor secundario, casi un extra, cuyo nombre o rostro solo los celtistas más fanáticos recordarán cuando el tiempo amarillee las crónicas. “Dos goles”, se repetirá Galhardo, expuesto a la misma condena. Y sin embargo era con Sava con quien mejor jugaba el Celta, liberando a Canobbio y Jandro a su espalda. Y sin embargo es con Galhardo con quien la ofensiva ha insinuado una mejor asociación. Son delanteros por los que el gol no espera. Necesitan el gol para conseguir minutos. Están sentenciados cuando pierden su gracia. Galhardo se irá sin que nadie lo llore. Y sin embargo, qué bien entiende el fútbol; qué mal lo entiende el fútbol a él.

La previa del centenario

El Celta militará en Primera División por undécima temporada consecutiva, en su tercera mejor serie histórica. Solo otros ocho equipos lo han logrado desde 2012. La clasificación actual se ajusta con bastante precisión al potencial de la plantilla. Su juego intenta ser atractivo y con bastante frecuencia lo consigue. El club está saneado por primera vez en su historia. Posee una sede céntrica y polivalente. Habita en su propia ciudad deportiva. La plantilla profesional reposa al menos todavía sobre canteranos como nunca desde los setenta. Son datos difícilmente rebatibles, que contrastan con la escasa asistencia y la pérdida de abonados, la tibieza que rodea al equipo, el permanente conflicto político, la frialdad o enemistad del entorno hacia la directiva. Incluso la posible composición de un himno se convierte en una guerra civil. El fútbol es dinámico y controvertido por su propia naturaleza pasional, de digestión voraz. Lo del Celta raya lo indigesto. Presidente, consejeros y principales ejecutivos viven con la permanente sensación de que no se les valora justamente. Tienen razón. En gran medida es por su propia culpa. No han llegado a entender que su producto no son los goles ni las camisetas, sino las emociones. No tanto la realidad, sino cómo se perciba. No han sido capaces de generar el relato que seduzca al celtismo, mitigando los disgustos y acentuando las alegrías. El centenario es su gran oportunidad. Los últimos asaltos en el duelo Mouriño-Caballero, siendo el alcalde mejor maniobrero, no constituyen el mejor aperitivo.

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