La Copa del Rey ha vuelto a mostrar al Celta su lado más ingrato. En una noche aciaga, la enésima de las últimas temporadas, el equipo vigués mostró su cara más vulnerable y timorata frente a un Atlético Baleares que puso sobre el césped todas las ganas e ilusión que le faltaron al grupo de Coudet. Pese a que estaba sobre aviso, al técnico argentino no le bastó, de hecho, recurrir a todo su arsenal para evitar ser humillado por un equipo de Primera RFEF que ya había eliminado al Getafe en la ronda previa y anoche sacó también los colores a los celestes. Dos golazos de Manel Martínez certificaron el triunfo del conjunto mallorquín, que ninguneó a un Celta inofensivo y frágil y lo superó con claridad en todas las facetas del juego.

Solo cuando el Chacho tiró de fondo de armario tras un primer tiempo infamante, sin una sola acción de peligro, tuvo al conjunto balear algunos problemas, pero los resolvió con orden táctico, solidaridad defensiva y una gran dosis de ambición. Desde que Manel, el héroe de la noche, adelantó a los blanquiazules en el minuto 16, el partido fue un tormento para el equipo vigués, que se mostró pacato con la pelota y absolutamente inocuo frente al marco contrario. El exceso de confianza perdió al Celta, que fue aplazando la reacción hasta que fue demasiado tarde y ya no encontró el modo de hincar el diente a un adversario que desde el primer momento le apretó las clavijas y fue capaz de mantener el tipo cuando Brais Méndez puso las tablas en el marcador y el Celta amagó con la remontada.

El primer gol de Manel fue el principio del fin de los de Coudet. El delantero catalán, suplente en la Liga, apareció como un ciclón para rematar sin oposición un córner botado con picardía desde el lado derecho y conectar un testarazo inapelable desde la frontal del área chica que Dituro solo alcanzó a seguir con la mirada. La candidez defensiva del Celta, que dejó que Manel entrase desde atrás completamente solo, fue palmaria.

El gol impulsó al Atlético Baleares en el partido. Los de Xavi Calm acapararon la pelota y manejaron los tiempos con inteligencia y madurez, hasta el punto que durante muchos minutos, demasiados, parecían ellos el equipo de Primera División.

Viendo las orejas al lobo, Coudet, que había arrancado con un equipo mixto con más suplentes que titulares, movió sus fichas. Ingresaron de una tacada Brais, Méndez, Javi Galán, Santi Mina y Fran Beltrán, pero la reacción celeste no pasó de un mero espejismo. Los cambios dieron algo de chispa al deprimido fútbol del Celta.

El equipo vigués reclamó la pelota, pero apenas consiguió dar algo de vuelo a su juego con alguna incursión de Galán por banda. Las ocasiones brillaron por su ausencia hasta que precisamente el pacense combinó con Mina. El vigués maniobró ante el portero y su rechace cayó a Brais, que disparó al fondo de la jaula.

Coudet sacó a continuación a Iago Aspas para resolver el entuerto, pero el rival no se descompuso. Lejos de intimidarse con la entrada del astro céltico, el Atlético Baleares mantuvo el tipo sin inmutarse y encontró una rendija para armar la contra y sentenciar la eliminatoria con otro gran gol de Manel, que aprovechó un error de los celestes en el repliegue para rematar en plancha un centro de Canario con otro cabezazo imposible para Dituro. El resto fue un ejercicio de pura impotencia.