El Celta entusiasta de los segundos tiempos compite desde hace meses contra el deprimente de los primeros. Viven los vigueses en semejante bipolaridad futbolística que nunca ha estado tan justificado llegar tarde a Balaídos. Es una forma de ahorrarse disgustos. Los de Coudet han tomado el peligroso e incomprensible hábito de regalar el arranque para convertir luego los partidos en una carrera contra los elementos y contra el reloj implacable. Lleva meses así y solo el día del Granada –gracias a un gol en el descuento de Denis–, ha sido capaz de voltear el resultado. La mayoría de las veces lo más que ha conseguido es arrebatarle un punto al rival. Como ayer al Villarreal, de cuya jaula pudo escapar tras esos descansos que el Celta utiliza para librarse de ataduras y complejos. Tácticos y mentales. Hasta ese momento había estado atrapado en la ratonera que Emery había montado en Balaídos y que a punto estuvo de liquidar el partido por la vía rápida. Pero dejó esa puerta abierta y por ella se le coló otra vez la versión más optimista del Celta que insistió en el segundo tiempo hasta que Brais encontró el gol del empate.

No es Emery la clase de entrenador que se preocupe en exceso por el espectáculo. Con el pretexto perfecto de las bajas (muy importantes) y el compromiso inminente con el Manchester United echó mano de una alineación llena de precauciones. Dobló laterales y colocó a tres futbolistas en el medio del campo. Superioridad teórica en los costados y también en el eje central. Si a casi todo el mundo le ha funcionado en Balaídos la cautela no había motivo alguno para que él no tomase el mismo camino.Y más cuando el Celta no se mueve del mismo plan. Con Coudet los vigueses son como una compañía de teatro que cada noche representa la misma obra. Una tarea sencilla para alguien tan obsesivo como Emery. El Villarreal organizó de forma ejemplar la presión, cerró las vías de paso habituales de los vigueses (siempre por el medio y renunciando por completo a la profundidad)– y atacó gracias a la ventaja numérica en las bandas. Frente a eso el Celta no supo qué hacer. Hace tiempo que la capacidad de sorpresa ha desaparecido. Medio equipo estaba anulado desde el pitido inicial. Iago, Mina o Brais salieron al campo ya desactivados mientras Beltrán aportaba voluntad y Denis tantas buenas intenciones como malas decisiones. Por fortuna para el Celta al Villarreal le faltaba dinamita en el área (sin Moreno, Danjuma y Alcacer) para convertir su descarado control en situaciones reales de peligro. Pero todo cambió cerca de la media hora de juego cuando en una jugada algo embarullada Dituro cometió un error infantil. Tenía el balón agarrado cuando de manera incomprensible se le cayó de las manos y lo dejó a los pies de Parejo que cedió a Moreno para que marcase a puerta vacía. La noticia era alarmante para el Celta que veía cómo le fallaba uno de sus valores más seguros de la temporada y una de las razones de que el equipo no esté aún más abajo. Por fortuna Dituro no tardó en confirmar que el fallo había sido un asunto puntual. Una buena noticia dentro de una pésima porque el meta argentino fue esencial para que un Celta en caída libre no se fuese al vestuario con un castigo aún más doloroso. Y es que tras el gol de Moreno el equipo vigués se quedó completamente sonado, deambulando por el campo desnortado, como un votante de Ciudadanos en pleno recuento electoral. El 0-1 no era tan mala noticia dadas las circunstancias y más teniendo en cuenta los antecedentes del equipo de Coudet esta temporada.

Y volvió a suceder. Al segundo tiempo salió un equipo completamente diferente. El cambio empezó en la elección de los jugadores que saltaron a escena. Murillo y Mina se quedaron en el banquillo para que entrasen Araujo y Galhardo. El mexicano cambió la forma de iniciar el juego; el brasileño estiró el equipo buscando el balón al espacio y de paso Javi Galán y Kevin tuvieron más incidencia en el ataque. De repente el Celta hizo el campo más ancho y largo. Consiguió que por fin se jugase en más metros. Eso y el ritmo agitaron el partido y el Villarreal ya no se sintió tan tranquilo. Fue dando pequeños pasos hacia atrás, cediendo terreno ante un Celta más agresivo con la pelota y sin ella. Una tarea colectiva en la que se implicó todo el mundo y que hacen incomprensible la timidez del primer tiempo. Llegaban los dos vigueses con frecuencia por los lados y así se abrieron caminos por el centro que hasta ese momento estaban cerrados. Fue el lugar en el que Galhardo tejió asociaciones cargadas de peligro, calidad y sentido. La mutación del Celta fue evidente y también la demostración de que este equipo disfruta mucho más cuando los partidos se libran de ataduras tácticas y se juega más por instinto. En ese ida y vuelta parecen disfrutar los vigueses. Una herencia del pasado que con Coudet se hace más evidente. Y el Celta, de tanto insistir, acabó por encontrar el empate en otra jugada que hay que poner en el debe de un portero. Enganchó Beltrán un duro disparo lejano que bailoteó camino de la portería. Rulli no entendió bien su trayectoria y lo dejó muerto en el área. Brais estuvo más listo y rápido que los defensas del equipo castellonense para enganchar un remate inapelable.

Después del empate tuvo un momento el Celta en el que pudo pasar de todo. Al Villarreal, inestable toda la temporada lejos del Madrigal, le temblaron las piernas y los de Coudet dieron la impresión de poder completar la remontada. Denis, en una acción magnífica de Galhardo, tuvo la mejor opción de los vigueses pero el de Salceda no acertó a impactar con limpieza delante de Rulli. Fue casi el último estertor del Celta que después de los últimos cambios del Villarreal se sintió demasiado cansado y prefirió proteger el punto que tanto les había costado. Aguantó con firmeza. Lo hizo Dituro, que demostró coraje para aparcar el error del primer tiempo, y sobre todo Aidoo que fue una muralla todo el partido hasta que tuvo que salir del campo con sus cuádriceps a punto de saltar por los aires. El empate ya estaba a salvo. Otro favor que le hace el Celta de las segundas partes al de las primeras. Mr Hyde al Doctor Jekyll. 

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