Como si hubiese tenido una revelación, Imanol Alguacil eligió por sorpresa al australiano Matthew Ryan para defender la portería de la Real Sociedad en Balaídos. Y con esa decisión ganó el partido. Porque más allá de la influencia de otros factores, el portero resultó determinante para que los donostiarras lograsen un triunfo que les permite seguir disfrutando una jornada más del liderato. Hasta seis veces negó Ryan a los delanteros vigueses. Intervenciones, alguna de ellas inverosímiles, que fueron minando el entusiasmo de un Celta que por momentos regresó a la temporada pasada, a los días en los que el equipo de Coudet llenó de optimismo y entusiasmo las gradas de Balaídos gracias a una actitud ejemplar. Volvió ese equipo enérgico en la presión, rápido en la circulación, vertical y atrevido para encontrar la portería del rival. Un panorama perfecto sino fuera porque la Real había alineado a una suerte de superhéroe vestido de naranja en su portería. Y contra eso sus delanteros no encontraron antídoto.

Como si la victoria en Getafe hubiese llenado el depósito de autoestima de los vigueses, el Celta salió desbocado. Le ayudó también la actitud de la Real. Hasta el momento los partidos en Balaídos han sido algo muy parecido al “salón del autocar”. Todos los visitantes eligieron el mismo camino para desafiar al equipo de Coudet: limitarse a esperar cerca de su área, negar los espacios y esperar pacientemente a que el Celta se enredase para castigarles a traición. Terribles espectáculos ante Atlético, Cádiz, Granada o Athletic los que se han visto esta temporada. La Real es otra cosa. Tanto su vocación como sus futbolistas. El Celta se sintió feliz con un rival así porque le permitió jugar la clase de partido que le gusta. Apretó a la Real en su campo, le arrebató la pelota, le ganó la mayoría de duelos y descargó con rapidez en el área. En el minuto 2 ya había mandado Nolito el primer aviso de una noche en la que se sucedieron las llegadas en el área realista. Asumía el Celta el lógico riesgo que conlleva salir en busca de la Real Sociedad, equipo dotado de talento para fabricar ocasiones de la nada. Pero los de Coudet habían salido a partirse la cara. El problema fue que no tardó en irrumpir en el escenario quien acabaría por convertirse en el principal protagonista: Matthew Ryan. El portero, que se estrenaba en Liga esta temporada, repelió un remate que Denis descerrajó contra su cuerpo para coronar una brillante combinación de buena parte del ataque del Celta. La primera de las intervenciones que firmaría esa noche. Porque no imaginaban los vigueses lo que vendría a continuación. Sobre todo en el final del primer tiempo cuando rechazó con una mano magnífica un disparo de Denis y desde el suelo, saltando como un gato, detuvo el posterior remate de Mina. Una de esas jugadas que marcan tendencia en un partido.

El Celta se fue al descanso sin ponerse un solo reproche. Sostenido sobre todo por Beltrán –cada vez más importante– y por las arrancadas y el sentido de Brais el equipo había sometido a la Real. Con la pelota y sin ella. Incluso Iago Aspas había dado pequeños retazos de su clase y Denis parecía más implicado tanto en el robo como en la conducción. Todo pasaba por sostener ese ritmo y esperar que alguno de sus delanteros fuese capaz de ganarle el mano a mano a Ryan. Pero era mucho pedirle al día. En el arranque del segundo tiempo fue Iago Aspas –otra vez negado– quien tuvo un mano a mano con el portero realista. Otra de esas acciones que el moañés no suele perdonar. Descartó el regate y buscó el remate por bajo. Y allí estaba la manopla del portero. El balón cayó entonces a Santi Mina que conectó un cabezazo que parecía superarle hasta que Ryan despegó desde el suelo para enviarlo a saque de esquina. Pese a la frustración general por lo que estaba sucediendo, el Celta no se resignaba. Tenía juego y energía para ello. Y entonces fue Murillo quien apareció para echar un cabo a la Real Sociedad. Sacó Isak de posición a Aidoo (otra de las grandes noticias de las últimas semanas) y ese espacio libre lo ocupó Portu. Hubiese sido fuera de juego, pero Murillo le habilitó de forma grosera. A partir de ahí un pase, un rebote y gol de Isak a puerta vacía. El VAR dio legalidad lo que Melero entendía por fuera de juego y el Celta se embarcó en la difícil tarea de remontar, algo inédito esta temporada. Poco después Brais superó a Ryan, pero lo hizo en fuera de juego por poco. Esos centímetros que marcan el destino de los partidos en un área y otro.

Imanol refrescó al equipo sin que éste perdiese el sentido y Coudet, en su desesperación, realizó el viaje inverso. La Real se hizo más compacta, pero aún así el Celta encontró las grietas en su defensa. Siguió asomando por el área donostiarra siempre sin suerte y acierto en el remate. Con la entrada de Tapia por Beltrán el Celta sí que perdió lucidez. Ahí se empezó a desnortar el equipo. Con el peruano nada fue igual. Coudet entonces decidió jugarse su última baza con la entrada de Solari y Galhardo. El problema es que no hubo ni posibilidad de medir ese plan desesperado. En su siguiente llegada de la Real Sociedad el Celta, desajustado tras las sustituciones, defendió de forma deficiente un saque de esquina y Elustondo, casi sin querer, anotó el segundo gol y liquidó el partido. Apenas habían asomado por el área de Dituro y había dos goles en el marcador.

Con diez minutos por delante el Celta mantuvo el decoro y trató de encontrar algo en sus habituales viajes al área de la Real Sociedad. Pero su lenguaje corporal había dado por finalizada la función. Una derrota dolorosa por las formas, pero esperanzadora por lo apuntado ante el líder de Primera División. El equipo de la pasada temporada, aún con desajustes y con la ausencia de alguna de sus piezas esenciales que le impiden dar el máximo, parece que trata de hacerse hueco en el futuro del Celta.