Las excesivas facilidades defensivas condenaron a la derrota en su estreno en la fase de ascenso a Segunda a un Celta B que mejoró muchísimo con los cambios e incluso amenazó seriamente con protagonizar una histórica remontada. Pero el lastre era ya demasiado grande y, además, los pupilos de Onésimo carecieron del acierto necesario ante la portería local para tratar de rescatar al menos un punto.

El filial céltico acudió a Balaídos en busca de más espacios y de un mayor respaldo de su público y, finalmente, fue el Valladolid Promesas el que obtuvo un mejor rédito de ambos condicionantes. Porque los locales dejaron muchos huecos atrás durante la primera hora de encuentro y, en ese mismo periodo, parecieron acusar los nervios del cambio de escenario y la mayor presencia de aficionados cometiendo tres errores clamorosos que los pucelanos no desaprovecharon.

Para esta primera cita, Onésimo apostó por un equipo sin excesivas sorpresas. Carlos Domínguez formaba pareja en el centro de la zaga con Lucas, mientras que Losada, tras su buena actuación ante el Coruxo, tenía continuidad en mediocampo por la derecha, con Bruninho por la izquierda. El resto respondía lo habitual más o menos durante la campaña, con el refuero de Holsgrove, de vuelta en el filial para pelear el ascenso.

Sin embargo, todo el posible planteamiento táctico saltó por los aires a los cinco minutos. Un balón perdido por Markel en zona de centrales permitió a Zalazar plantarse solo ante Sequeira y superar al meta céltico en su salida con un disparo cruzado.

El Celta B asumió bien el golpe y el propio Markel intentó reclamar el perdón por su error inicial con un buen disparo tras una dejada de Manu Justo que se marchó a córner tras rebotar en un defensa.

Bruninho lamenta una de las ocasiones falladas. // RICARDO GROBAS

Pese a todo, los visitantes daban sensación de peligro en cualquier salida al contragolpe. Esa impresión era especialmente notable en una banda izquierda en la que Pampín resistía con una gran actuación individual ante la nula ayuda por parte de Bruninho para cerrar las acometidas rivales.

Todo lo contrario pasaba en la derecha, donde Carreira y Losada sumaban potencialidades para en una exhibición de físico y talento acaparar la producción ofensiva céltica. Así, se cumplía el minuto 20 cuando un pase de Holsgrove para la subida por banda del incansable lateral permitió a Carreira sentar a un defensor y colocar un medido balón que Manu Justo no pudo rematar con claridad. Y en la siguiente acción Losada y Carreira desplegaron toda su magia en otra gran combinación que el lateral convirtió en un centro a la cabeza de Josipovic. Pero, cuando el delantero céltico se disponía a enviar al fondo de la red el preciso servicio, apareció Gaizka para quitarle el balón de la cabeza.

Eran los mejores momentos del conjunto de Onésimo que, sin embargo, se vieron abortados de golpe por otro flagrante error defensivo. El ex céltico Moha vio muy bien la incorporación por banda de Sergio López, al que no acompañó Bruninho, y éste tuvo el tiempo y la calidad suficientes para levantar la cabeza y ver cómo Lucas perdía de vista a Uche, colocando un pase entre los centrales que el 9 pucelano controló bien para batir a Sequeira con un potente disparo.

Los vigueses asumieron de nuevo bien el golpe y pudieron engancharse al partido apenas cinco minutos después. Fue en un pase en profundidad de Carreira para que Losada dejara solo a Bruninho con un preciso pase atrás. Pero el portugués, que no tuvo su día tampoco en ataque, desperdició la ocasión disparando fuera en muy buena posición.

El Celta B estaba muy lejos de rendirse. Todo lo contrario. Holsgrove también sacó su magia con un pase entre líneas para la velocidad de Manu Justo pero Miguel Rubio consiguió llegar a taponar el disparo del delantero vigués, que iba camino de convertirse en el 1-2. En los dos saques de esquina siguientes, Josipovic, en su remate a la media vuelta, se encontró de nuevo con un defensor para evitar el tanto, y Bruninho vio cómo su cabezazo moría en las manos de Gaizka.

Y aún habría tiempo antes del descanso para una ocasión más. Losada controló muy bien un balón al área de Bruninho pero al no encontrar hueco acabó cediendo para Justo que disparó muy alto.

Pampín disputa un balón con un contrario. // RICARDO GROBAS

Onésimo, que ya tenía a Gabri, Soni y Solís calentando desde la media hora de partido, decidió aguantar los cambios y dar continuidad al equipo. Sin embargo, la reanudación del choque tras el intermedio trajo otra mala noticia para los locales. Sergio López aprovechó la falta de contundencia de Bruninho y de la presión céltica para salir con el balón controlado por banda derecha y poner un peligrosísimo centro raso que Fran Álvarez sólo tuvo que enviar al fondo de la red.

El tercer gol pucelano acabó de convencer a Onésimo que retiró del campo a Carlos Domínguez, con problemas físicos, Bruninho y Josipovic dando entrada a Gabri, Solís y Soni y retrasando a Markel al centro de la defensa. Las variaciones dieron frutos inmediatamente. Gabri y Solís aportaron físico, intensidad, movilidad y calidad con el balón en los pies. Markel mejoró sus prestaciones como central en una línea de tres con Lucas y Pampín, y Holsgrove ganó en protagonismo.

Mientras, Carreira, ahora dueño absoluto del carril derecho, seguía a lo suyo. Su enésimo centro tras un sensacional pase de Holsgrove acabó controlándolo Soni tras el intento fallido de remate acrobático por parte de Gabri para conseguir el tanto que permitía pensar en soñar.

El propio Soni estrellaba poco después un disparo en el lateral de la red y Holsgrove obligaba a volar a Gaizka para sacar una increíble mano a la escuadra que impedía a los célticos meterse de lleno en el choque. Además, Carreira empezaba a tener problemas físicos aunque, desoyendo los gritos de su entrenador que le pedía calma, seguía intentando correr la banda a la pata coja.

Aún así Solís, llegando desde atrás para rematar un servicio desde la derecha de Soni, apuraba las opciones de buscar el empate con diez minutos todavía por jugarse. Pero no pudo ser. El Celta B había regalado demasiado y no encontró el gol que hubiera abierto realmente las puertas a pelear la igualada. Un tropiezo para empezar pero quedan aún cinco partidos más por delante y si algo demostró en Balaídos el filial céltico es que ni sabe ni quiere rendirse.