Iago Aspas es de otro planeta. El crack moañés no necesitó ayer marcar, ni siquiera disparar a puerta para regalar al Celta una victoria providencial, impostergable para el futuro de un equipo revitalizado por la atrevida propuesta que Coudet ha traído bajo el brazo y que el moañés interpretó de modo magistral.

Ni una decisión incorrecta tomó Aspas en los metros decisivos del campo, esta vez para obsequiar a golpe de puro talento situaciones de gol diáfanas que sus compañeros dilapidaron una tras otra hasta que Miguel Baeza y Fran Beltrán, entrando desde el banquillo, encontraron por fin el camino del portal de Rui Silva en el tramo final del encuentro.

La indulgencia del Celta fue especialmente evidente en una primera media hora formidable en la que el grupo de Coudet se merendó al Granada. Bajo el liderazgo del moañés, el cuadro celeste reaccionó pronto al gol que el Granada le endosó a la contra en su primer error de bulto y subido a sus lomos desatascó el partido para llevar en volandas al Celta a su primer triunfo en ocho jornadas.

Un celta reconocible

A diferencia de su predecesor, cuya etapa se caracterizó por un Celta de personalidad múltiple con continuos cambios de dibujo y de piezas, la propuesta de Coudet parte de un esquema, el 4-1-3-2, y un equipo tipo sobre el que construir el juego.

Un solo cambio (Araújo por Aidoo) introdujo el preparador argentino con respecto al equipo que presentó batalla al Sevilla y que frente a un Granada más reservón de la cuenta –Diego Martínez se blindó con tres centrales y cedió la iniciativa a los celestes para explotar sus opciones a la contra– funcionó con bastante precisión.

Aunque la maquinaria requiere engrase, el Chacho Coudet ha demostrado tener un plan para reflotar al Celta. El equipo sabe lo que quiere y a qué juega. Los tres puntos logrados frente a un rival tan bien estructurado como el Granada restan urgencia al nuevo entrenador para ajustar el mecanismo y dotar al equipo del tono físico requerido para plasmar su idea.

La mano del técnico se notó también en el final de juego, con un inteligente movimiento de piezas que allanó el camino del triunfo. Los cambios fueron productivos y llegaron el momento oportuno.

Demasiada indulgencia

Con las piernas frescas, los celestea interpretaron con inusitada maestría la partitura con la que el sucesor de Óscar García se propone sacar al equipo del fango: voracidad en la presión sobre la salida de pelota rival, verticalidad y dinamismo en la circulación de pelota, sincronía en el movimiento y profundidad por los flancos.

La orquesta ejecutó el plan con precisión, pero fue el solista el que dio lustre a la melodía sacándose de la chistera tres de asombrosas asistencias de gol que Mina, Nolito, Mallo desperdiciaron de forma incomprensible. Un indulto en toda regla que el fiable y sólido Granada no desaprovechó.En cuanto le dejó tomar la primera bocanada de aire, el conjunto del vigués Diego Martínez encontró una brecha para golpear la línea de flotación celeste con toda la eficacia que al Celta le faltó. Denis perdió un balón comprometido y Milla, aprovechando que Murillo estaba desubicado, largó un envío profundo hacia Luis Suárez, que superó en la carrera a Tapia y, casi sin ángulo, elevó con sutileza la pelota sobre Rubén.

Un gran gol, perfecto en la ejecución, al que, para variar, el Celta supo reccionar. Lejos de hundirse en la desesperación por la leche derramada, el equipo celeste igualó el marcador, al compás de la batuta del morracense, que abrió el juego en el momento oportuno hacia el costado para que Olaza pusiese el balón al cogollo del área y Nolito remachase en boca de gol.

El Granada, pese al cansancio del partido europeo y el acoso al que fue sometido por momentos, no se rindió e incluso pudo hacer el segundo antes del descanso. Pero no dio ya mucha más guerra.

Maduración de la jugada

Acaso porque el físico no le alcanzó para tanto, el Celta fue en el segundo tiempo más comedido, sin la voracidad del arranque de partido, pero conservando en su poder la pelota, que monopolizó prácticamente durante todo el periodo.

Con menos profundidad y mordiente, los celestes se la compusieron para generar un par de ocasiones: una volea alta de Mina a centro de Lucas Olaza y un trallazo que Renato Tapia, en buena posición envió sobre el travesaño. Luego Aspas, con nuevos socios, encontró el modo de desatascar definitivamente el partido.

Cambios productivos

La exhibición del moañés en los minutos finales estuvo acompañada de un inteligente movimiento de piezas en el banquillo. Coudet hizo los cambios necesarios en el momento oportuno y Aspas se topó esta vez socios con los que abrir la lata, surtiendo primero a Baeza con una maravillosa asistencia al área chica entre un mar de piernas y, ya con el partido resuelto, poniendo en boca de gol el tercero a Beltrán tras una galopada desbocada para certificar un triunfo imprescindible.

Los últimos sobraron. La frustración del Granada embarró un feo final de partido que Okay redondeó con un gesto infantil contra Milla que, a instancias del VAR, significó su expulsión.