La escuela de Paita. | // FOTOS: RCCELTA

La escuela de Campeche fue el origen.

Cali es con Filadelfia una de las últimas incorporaciones.

Uno de los equipos de la escuela de Brasov.

Empezó como el sueño de un presidente. Su ilusión por llevar el celtismo a otros lados, por conquistar otras tierras a base de “afouteza”. Por eso, la experiencia piloto se realizó en México, en Campeche, la ciudad donde Carlos Mouriño se había criado. Era el año 2015. Apenas cinco más tarde y a pesar de una pandemia mundial que ha supuesto un claro frenazo, la Fundación Celta convirtió aquel sueño en un exitoso proyecto que acaba de ser premiado como la mejor estrategia de internacionalización en los World Football Summit Awards.

Así surgió Celta Academy International, que hoy es ya toda una realidad, con escuelas, campus y diversas iniciativas en distintos puntos del planeta. “Sólo nos falta llegar a Oceanía”, recuerda su responsable, Marcos Alonso.

Con la positiva experiencia en Campeche, y al abrigo del buen momento deportivo que atravesaba el primer equipo en aquel momento, llegaron más propuestas para acoger escuelas. “En 2017 empezamos en Brasov (Rumanía), en el 2018 pusimos en marcha otra en Paita (Perú) y en el 2019 nacieron Filadelfia (Estados Unidos) y Cali (Colombia). En marzo teníamos cogidos ya los billetes para ir a inaugurar otra en Kochi (India), que ahora está parada pero se abrirá cuando todo se normalice”, apunta Marcos Alonso, antes de insistir en que “la idea es seguir creciendo y llegar a todos los continentes”.

Las escuelas siguen casi a rajatabla el “método Celta” aunque adaptado a las peculiaridades de cada país. Están dirigidas por un técnico formado y con pasado en la cantera viguesa y, en caso de no ser posible, el responsable pasa un periodo de formación en A Madroa. Además, cuentan con un respaldo permanente y talleres formativos para conocer las últimas novedades.

Esto ayuda a que cuando los jugadores más destacados de cada escuela acuden una semana a Vigo para entrenar su adaptación sea más fácil. A pesar de todo al llegar A Madroa se topan con la realidad porque “el nivel de los adversarios y el ritmo de juego es distinto. Quizás el siguiente paso tendría que ser que esos chicos pudieran pasar un periodo más largo aquí, media o una temporada, para que puedan seguir mejorando”.

Porque más que buscar nuevos talentos, que no se descarta, el objetivo es “hacer del Celta una marca conocida. Ahora mismo tenemos un fútbol y una cantera con un modelo de juego reconocible y con jugadores internacionales. Eso nos hace más fácil llegar a puntos que de otra manera no sería posible y así, por el interés que tienen en aprender nuestra metodología, valores y formación, surgieron los campus que realizamos y a los que vamos técnicos de la cantera para trabajar durante una semana con chicos del país”.

El caso de Paita

A la hora de elegir las sedes de sus escuelas, el Celta estudia los proyectos y valora diversos aspectos como instalaciones, potencial deportivo o interés estratégico. Pero hay otros casos como sucede en Perú, donde se opta más por una actividad social, poniendo a disposición de un pueblo pesquero de una zona desfavorecida y con pocos recursos como Paita los medios del club para que los jóvenes puedan jugar. Al estilo Celta.